Kaia
Podría enumerar con los dedos de una sola mano todas las veces en mi vida que tuve palpitaciones.
La primera vez lo recuerdo como si fuera hoy; fue el día que recibí la carta de Harvard. Había llegado a casa desde el lago antes que June porque le prometí a mamá ir al supermercado con ella. Chequeé el buzón por puro instinto; estábamos en la época en que llegaban las cartas de las universidades dónde habíamos aplicado, solo habían sido dos para nosotras, Harvard y la local de Syracuse.
Cuando vi el sobre con el sello de Harvard y mi nombre escrito con una perfecta caligrafía en el centro de este quería gritar de alegría, pero al mirar dentro del buzón buscando el de mi hermana, no había otro a su nombre.
Sentí las palpitaciones como un alerta de que algo malo iba a pasar y no podía dominar mis emociones, no quería irme sin mi hermana, y mucho menos que ella supiera que solo yo había sido convocada.
Escondí la infame carta por semanas hasta que llegó la de June, en ese momento volví a respirar. Esa noche mientras todos dormían corrí al buzón y volví a poner la mía allí sin abrir. Disimulé como una profesional que alguna vez había visto este sobre, y una vez que lo abrí, también oculté el puntaje de mi examen de ingreso, superior al de June.
Supe años después que las cartas llegaban primero a los que habían superado las pruebas con el mayor puntaje.
La segunda vez fue esa noche de Navidad cuando estaba en el baño de la casa de mis padres esperando que apareciera en la banda del test de embarazo solo una banda.
Mi corazón palpitaba tan rápido que creía que iba a desmayarme cuando apareció la segunda banda rosa.
Estaba embarazada con dieciocho años y con una beca en una universidad de la Ivy League que debía abandonar.
La tercera vez que creí que mi corazón no resistiría fue cuando le pregunté a todas las personas que estuvieron esa noche en la fiesta de fraternidad por Ash, el chico que estaba disfrazado de esqueleto y nadie lo conocía.
El problema era que había muchos disfrazados de la misma manera, diría que casi toda la fraternidad de “Beta Pi”, pero ninguno de ellos era “Ash”.
Cuando me senté frente a mis padres y les dije que estaba embarazada de un desconocido, mi corazón parecía que se había ido de mi cuerpo, ni siquiera latía, estaba roto. Sin embargo, les dije con la mirada en mis manos que había decidido seguir adelante, que si el destino me había enviado a Ryan lo aceptaría con los brazos abiertos.
Mis padres eran tan buenos que no dijeron nada al respecto, solo que si aún quería ser abogada me ayudaría con mi bebé mientras iba a la universidad de Syracuse.
Me gradué antes que June.
La cuarta vez que mi corazón volvió a querer huir corriendo de mi caja torácica así fue cuando me llamaron del colegio de Ryan a sus seis años y me dijeron que él había caído de cabeza de un tobogán.
Prácticamente, volé desde mi trabajo hasta el colegio.
Sentí un miedo visceral, no importa que me hayan dicho que él estaba bien, en mi mente visualizaba el peor de los escenarios.
Cuando llegué a la enfermería lo encontré sentado en la camilla jugando pulseada de dedos con la enfermera. Ryan tenía la frente como un pequeño “Conehead”, con tonalidades moradas, violetas y verdes.
—¡Hola, Mamá! —dijo él con una sonrisa como si no hubiese tenido semejante golpe.
Después de esa última vez supe que mi hijo era fuerte y seguro, entonces mi corazón solo palpitaba al ritmo normal de cualquier ser humano.
Hasta este instante.
Hasta que me di cuenta de que frente a mí estaba aquel chico que conocí en Halloween y él se acordaba de mí.
No puedo explicar como, pero sentí la tensión a mi alrededor de June y Kevin, mientras yo no podía dejar de mirar a Asher Hamilton a los ojos.
Sentía las palpitaciones en los oídos, en el hueco que se encuentra bajo la garganta entre las clavículas y en la boca del estómago.
—Hola, señorita Zinner, mi nombre es Deacon Evans y cualquier cosa que digan sobre mí, es mentira. —Parpadeé y miré al chico al lado de Asher. Él se reía de su chiste y todos sus compañeros también.
Ignoré deliberadamente al elefante en la habitación e intenté reírme también.
Escuché uno a uno a todos los jugadores hasta el último, aunque el último nombre que recuerdo es el de Evans, luego ya fue todo un borrón.
Cuando terminaron las presentaciones al fin Kevin habló.
—Gracias por quedarse está noche para conocer a Kai. —Todos me miraron mientras yo tenía la vista fija en la nieve cayendo sobre la ciudad—. Gran juego el de hoy. Los espero mañana para entrenamiento y prepararnos para la próxima temporada.
Todos nos saludaron a los tres.
Uno a uno se fueron yendo, pero Ash no se levantaba de su asiento.
—¿Hamilton algo que decir? —No me pasó desapercibida la voz cortante de mi hermana June.
—Nop. —Respondió con picardía—. Solo quería ponerme al día con Pumpkin. —Me miraba con sus ojos color hielo que me congelaban más que estar expuesta a la nieve.
Editado: 10.01.2025