Bajo Cero

Capítulo 5

Asher

Apenas salí de la sala de juntas saqué el móvil del bolsillo de mi pantalón de vestir y le envié un mensaje a Lorna, la secretaria privada de Kevin.

Mientras recorría los pasillos para bajar al estadio y salir de allí intercambié mensajes con la difícil mujer que se negaba a darme lo que quería, hasta que le prometí remeras autografiadas para los amigos de sus hijos y cedió a mi solicitud inmediatamente.

Cuando pasé por el pasillo que divide la pista de la parte privada del estadio me di cuenta de que había alguien lanzando tiros al arco y Gale desde las escalinatas lo observaba.

Por pura inercia me acerqué al portero del equipo a mirar lo mismo que él.

En el centro de la pista de hielo había un adolescente con solo los patines y un casco.

El chico tenía pastillas alineadas frente al arco y con un movimiento del bastón le daba justo en el centro del arco, era tan rápido con los patines y el movimiento que casi no podías seguirlo con la mirada.

—Es bueno. —Hablé cuando me detuve un escalón detrás de Gale.

—El bastón no es acordé a su altura, demasiado pequeño; sin embargo, tiene un movimiento tan natural que si le dieras un palo de escoba haría todo lo posible para anotar de todos modos. —Mi compañero y amigo tenía una faceta de reclutador innata, muchos de nuestros nuevos jugadores fueron vistos por Gale y solicitados a Kevin por mí.

Desde que Forrester compró el equipo hemos ido en ascenso considerablemente, él confía en nosotros, porque queremos ganar los playoffs, es por lo que venimos luchando las últimas cinco temporadas.

Quiero retirarme levantando el trofeo, siendo ovacionado por los fans y recordado en cada hogar de los habitantes de Toronto y de Canadá por supuesto, y tengo todas mis expectativas puestas en esta temporada.

De hecho, con la aparición de “Pumpkin”, ya auguro que será una muy buena temporada.

—¿Ya estás buscando mi reemplazo? —le di un codazo—. Me siento traicionado. —Seguí observando su juego desprolijo, pero excelente al fin—. ¿Quién es el chico?

—Es el sobrino de Kevin, se mudó aquí. Su tío lo presentó hoy antes de la charla con el entrenador. Tú habías ido a tu auto por tu protector bucal. —Asentí—. Tiene un movimiento con la mano izquierda muy similar al tuyo. Lástima que sea apenas un hombre si no le pediría al jefe que lo incluya en los entrenamientos.

—¿Quieres que le sugiera que lo apunte en las ligas menores? Ya se estaría preparando físicamente para las mayores. —Gale me observó con su mirada extraña, esa que te ve, pero en realidad está maquinando otra cosa—. Sí, hazlo. Le veo futuro en el juego.

Asentí, lo hablaría mañana.

—Me voy a casa. —Giré para subir los escalones e irme del estadio—. Estoy agotado.

—Sí, claro. Livvy se debe estar preguntando donde me he metido. —Escuché sus pasos detrás de mí.

—¿Todavía no te abandonó? —Sentí el golpe en la parte de atrás de la cabeza y me reí—. Ya llegará el día en que se dé cuenta de que eres una bazofia y te dejará por otro.

—Aún tengo ánimos de oír el sonido de huesos romperse, Hamilton. —Solté una carcajada—. No me provoques.

Gale era el tipo más serio que había conocido nunca; sin embargo, era mi mejor amigo desde que podía recordarlo.

Abrí la puerta grande y ambos saludamos a Richard, el guardia de seguridad.

—¿Qué pasó ahí dentro con la asesora legal, Ham? —Nuestras camionetas estaban estacionadas una al lado de la otra así que caminamos juntos por el aparcamiento—. Pude sentir la tensión ahí.

—Pumpkin, te conté sobre ella. —Gale frunció el ceño—. La chica de Halloween.

Abrió los ojos grandes con el recuerdo, levantó la mano y señaló tras su espalda con el pulgar.

—¿Ella?

—Sip, ella. —Desbloqueé mi camioneta apretando el botón de la llave en mi bolsillo.

—¡Wow! La chica Ivy League que te rompió el corazón. —Se burló con seriedad. Así era él, todo hosco y serio.

—No me rompió el corazón. —Me reí.

—”Fui por el desayuno y hasta incluí una flor para ella, pero cuando llegué a la habitación se había ido”. —Me imitó con su voz neutra e hizo comillas.

—Te faltó llorar para imitarme correctamente, Gale. —Puse los ojos en blanco.

—Claro, la mujer es hermosa, se habrá arrepentido un segundo después de haber visto tu pequeña p… —Levanté una mano para detenerlo.

—¡Ten cuidado, Gale! —Él me desafió poniendo pulgar e índice casi juntos.

—Lo sé. Lo sé. Tema sensible. —Me saludó con la mano antes de subir a su camioneta—. ¡Nos vemos mañana!

—¡Hasta mañana! —Subí a mi vehículo y salí del aparcamiento.

Nevaba más copiosamente que cuando vine más temprano.

El reloj en el salpicadero marcaba diez minutos pasados de las diez de la noche.

Estaba agotado.

Ya no estaba en mis veinte y mi cuerpo me pasaba factura al final de cada partido.




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