Bajo Cero

Capítulo 8

Asher

Bajé de la camioneta con la botella de vino en la mano y el móvil ajustado entre el oído y el hombro mientras intentaba agarrar el regalo de Navidad para el bebé de mi jefe del asiento trasero.

—¡Lo sé, mamá! —Exclamé por tercera vez.

Estacioné bajó un pino y la iluminación era tan escasa que estaba haciendo literalmente malabares para no caerme de culo en la nieve.

—Que sepas que tus hermanas están muy enojadas, Ash. —Mi madre me estuvo dando regaños desde que me llamó mientras venía a casa de Kevin porque no había viajado a Vancouver a pasar las vacaciones de Navidad con mi familia.

—Vania y Katie no están enojadas, mamá, solo tú, admítelo. —Mis hermanas en sus veinte estaban más preocupadas por conseguir novio que por ver a su hermano mayor.

—Tal vez, pero tu padre… —Insistió.

—¿Papá? —Me reí intentando con la rodilla sostener el paquete con el ajuar para bebé—. ¡Admítelo!

—Kevin podría haber hecho el baby shower después de Año Nuevo. —Vociferó.

Ahora no podía cerrar la puerta.

—Que no es un ba… —¡Mierda!

Algo tenía que soltar y dejar caer, la botella o la caja.

—Permítame, señor Hamilton. —Un chico casi tan alto como yo agarró el paquete de regalo un segundo antes que cayera al suelo.

Me sonrió cuando gesticulé un “gracias” y luego cerró la puerta de la camioneta.

—Ash, ¿qué sucede? —Mi madre enseguida se alarmaba por todo.

—Solo obteniendo dos manos extras. Tengo que dejarte mamá. Envíale un beso de mi parte a mis hermanas y a papá, prometo mañana hacer una videollamada grupal. —El chico a mi lado se había girado para no parecer que estaba oyendo la conversación.

—Serán dados, pero no pienses que vas a poder escabullirte también en año nuevo. —Me regañó como a un niño pequeño—. ¡Te amamos, Ash!

—También los amo, mamá. —Me puse a la par del chico—. ¡Hasta mañana!

Ella me envió un beso y cortó la comunicación.

—¡Listo! —Extendí los brazos para que me entregue la caja—. ¡Gracias por esto!

—No se preocupe, señor Hamilton, la llevaré, no es pesada. —Él comenzó a caminar a la casa de Kevin y lo seguí.

—Ok, tú mandas. —Señalé la casa con la cabeza—. ¿Vienes a la fiesta?

—Claro, será mi prima o primo. —respondió con timidez.

—¡Ah, claro! —Me golpeé la frente con la mano libre—. ¡Eres el sobrino de Kevin! No hablamos nunca, por eso no te reconocí.

El chico sonrió con timidez.

—Es verdad, señor Hamilton. Todas las veces que he ido al estadio no coincidimos. —Le palmeé la espalda.

—¿¡Un gusto conocerte…!? —Estábamos subiendo las escalinatas de la casa para ya entrar.

—Ryan, señor. —Su acento estadounidense era muy marcado.

—Ryan, puedes decirme Ash, el señor Hamilton es mi padre. —Volvió a sonreír, supuse, en la oscuridad mucho no podía distinguirlo.

—¿Entonces eres hijo de algún hermano de Kevin? —Mi amigo consideraba a los amigos que fue recolectando en su vida como sus hermanos.

El chico frunció el ceño y abrió la boca para responder al mismo tiempo que nuestro anfitrión abrió la puerta de su casa.

—¿Qué sucede aquí? —Nos increpó.

Ambos, Ryan y yo, nos quedamos con la boca abierta.

—¿Llegué muy tarde? —Su rostro volvió a la normalidad.

—No, es que hace frío para que estén afuera. —Ryan refunfuñó a mi lado.

—Toma, es el regalo del señor Hamilton. —Le dio la caja a Kevin—. Voy a mi habitación a hacer una videollamada con mis amigos. Dile a mamá que estoy allí cuando llegue.

—Gracias, Ryan. —le dije antes de verlo desaparecer en el interior. El chico me dio un pulgar arriba.

—¿De qué hablaban? —Kevin se movió y me dejó entrar, detrás de él estaba June.

—De drogas, Kevin. —Él soltó la carcajada y June frunció el ceño. Le di un abrazo y besé su mejilla—. Gracias por invitarme está noche.

En realidad, estaba entusiasmado, sabía que Kaia estaría aquí está noche.

Durante los últimos dos días le había enviado mensajes al azar insistiendo con la invitación a cenar, sin obtener respuesta ni un simple si, no, gracias. Ella me estaba ignorando y eso me entusiasmaba más.

—¡Eres bienvenido, Ham! —Me devolvió el abrazo.

—¡Hamilton! —Mis compañeros de equipo estaban apilados en el sillón del living bebiendo cerveza.

Le hice señas a June y me dirigí hacia ellos.

Antes de poder saludar a mis amigos me interceptó la esposa de Gale dándome un fuerte abrazo.

—¡Hola, Livvy! Cualquiera diría que me extrañaste. —Gale me la arrancó de los brazos.

Solté una carcajada al ver sus ojos en dos rendijas.

—Claro que te extrañamos tonto, hace semanas que no vas a casa. —Fruncí las cejas.




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