Bajo Cero

Capítulo 12

Kaia

Al llegar a la casa de June, lo primero que vi fue el Toyota de mis padres estacionado en el garaje.

Bajé la visera parasol para mirar mi reflejo en el espejo. Tenía los ojos ligeramente hinchados. A toda velocidad saqué de mi cartera el delineador y el rímel para intentar ocultar que estuve llorando.

Un poco de maquillaje y una excusa de mal sueño, mezclada con champagne del brindis de anoche, tendría que servir para disimular mi angustia de antes.

Bajé del auto y el frío de la última hora de la tarde me caló en los huesos, más aún que estando a la intemperie en ese parque cerca de la casa de Asher.

Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Durante toda la tarde deseé tanto haberlo encontrado años atrás, que dolía. Él supo qué decir en el momento indicado, se preocupó por mí e hizo las preguntas correctas además de las respuestas perfectas.

Estaba agradecida de haber encontrado a alguien humilde y comprensivo y no a una estrella del deporte con aires de grandeza que podía despreciar a mi hijo si así lo deseaba.

Asher quiere ser parte de la vida de Ryan, y eso para mí significaba mucho más de lo que él podría imaginarse.

Subí las escalinatas del camino de entrada de la casa de June y abrí la puerta, el living estaba vacío; se oían las charlas y las risas provenientes de la cocina.

Me quité el abrigo y los zapatos, planté la sonrisa más linda y fingida que poseía y entré en la cocina.

Kevin y June fueron los primeros en mirarme con una enorme interrogante. Solo asentí para dejarlos tranquilos.

—¡Mamá! ¡Al fin! —Levantó ambos brazos—. Estuve a punto de pedirle a tío Kevin que nos lleve a la comisaría. —Ryan se acercó a mí y me abrazó.

—¡Qué exagerado! —June lo pinchó—. ¿Cómo te fue, hermanita?

—Bien, en realidad tardé mucho con la papelería. Al jugador lo dejaron libre apenas me presenté en la comisaría. —Me acerqué a mi padre que estaba sentado en la mesa y lo abracé fuerte—. ¡Papi!

Oí mi voz engrosarse.

—¿Estás bien, mi niña? —Susurró en mi oído.

La sonrisa fingida no podía engañar a Donald Zinner.

—Sí. —Besé su mejilla—. Tenemos mucho de que hablar.

Él asintió.

—¿Qué cuchichean por allí? —Mi madre me regañó con cariño. Me desplacé de los brazos de mi padre hacia ella. También la abracé apoyando el mentón en su hombro. Me tragué un sollozo—. ¿Kai?

—¡Shhh, mami! —También susurré en su oído—. Te extrañé.

—¿Mamá? —Ryan puso su mano en mi espalda. Un Zinner más que no se creía mis sonrisas falsas.

—Estoy bien, hijo. —Le di mi sonrisa más real—. Solo estoy cansada. —Me puse en puntas de pie y besé su mejilla—. ¡Está todo listo para cenar! —Miré los platos en la mesa y me senté al lado de mi padre.

—Claro, solo esperábamos por ti. —Kevin me dio una mirada de soslayo.

—Los abuelos se van a quedar hasta que comience las clases, mamá. —Le sonreí a mi padre y estiré la mano para sostener la suya sobre la mesa.

—¡Gracias! —Gesticulé hacia él.

—¿Ya sabes los días que tendrás que viajar con el equipo? —Mi padre tenía esa mirada, la que irradiaba sabiduría y conocimiento sobre cada movimiento de sus hijas aunque se lo ocultemos.

—No, la verdad es que no. —Unté una tostada con queso y me la llevé a la boca.

—Ya les digo… —June tomó su iPhone y comenzó a navegar por el calendario—. En enero tenemos los juegos libres, y parte de febrero; tal vez tengas que hacer algún viaje, pero lo dudo. En esta etapa lo tuyo será más organizar los vuelos y los hoteles. Recién en marzo y abril que son los playoffs estarás viajando con el equipo.

—¿Si es que clasifican? —Kevin le dio una mirada a su esposa de poco convencimiento.

—Discrepo, tío, el equipo tiene buenas estadísticas esta temporada. Mientras ninguno de los cinco jugadores principales se lesione, irá todo bien. —Mi hermana le dio un abrazo a su sobrino.

—Te amo, Ryan, eres nuestro fan favorito. —Todos nos reímos.

—Todo sea para que me dejen jugar en el equipo. —Chocó su puño con el de June.

—¿Qué? ¡Quiero saber de qué se trata eso! —Mi padre preguntó y oyó con alegría cómo Ryan le contaba que en la fiesta, Asher y Gale le ofrecieron hablar con su tío para jugar en las ligas menores.

Kevin, June y yo nos mirábamos de reojo al oír el entusiasmo de mi hijo hablando de su padre y lo buen jugador que era como goleador central.

—¡Quiero llegar a ser tan bueno como él, abuelo! —Cuando dijo eso me atraganté con la tostada.

Mi padre me golpeaba la espalda para que pudiera escupir el pedazo de pan.

Alcancé el vaso de agua, bebí un generoso sorbo y me golpeé el pecho para que bajara todo junto.

Después que me recuperé, Ryan siguió hablando con sus abuelos del nuevo colegio y del equipo de hockey.

Cuando terminamos de cenar levanté la mesa y me puse a enjuagar los platos para colocarlos en el lavavajillas.




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