Asher
—Si en dos días nos vemos. No estaría entendiendo la necesidad de hacer una videollamada grupal. —Vania bostezó mientras se quejaba. Katie le pegó un codazo.
—Él dijo que era importante.
—¡Niñas! —Les gritó mi padre desde el living.
Se escuchó a través del móvil de mis hermanas en su habitación.
—¡Hijo! —Mi madre me sonrió—. Cuéntanos, estamos para ti.
—¡Mientras no diga que se está por casar con Candace! —Vania puso los ojos en blanco.
—¡NIÑAS! —Mi padre gritó más fuerte.
Me puse los dedos en la boca para evitar reírme.
—¿Yo qué hice? —Katie levantó los hombros.
—Ash, hijo, ¿estás bien? —Mi madre intentaba encauzar la conversación.
—¡Hola, mamá, papá, engendros Incubus! —Vania me sacó el dedo medio y mi padre la fulminó a través de la pantalla—. Gracias por esto, necesitaba hablar con ustedes.
—¡Tengo una ETS! —Se burló Vania imitando mi voz.
Mi padre puso los ojos en blanco, mi madre y Katie negaron con la cabeza, avergonzadas por la actitud de mi hermana.
—No, demonio mayor. —Les sonreí a los cuatro—. La cuestión es que en Navidad descubrí que… ¡Tengo un hijo!
Mi padre volvió a poner los ojos en blanco, igual que Vania. Katie y mi madre se llevaron las manos a la boca.
—¡Soy abuela, Michael! —Mi madre se emocionó tanto que deseé estar en la misma habitación que ella para que me estreche entre sus brazos—. No te quedes callado, Ash. Cuéntanos todo sobre el bebé.
Le sonreí agradecido.
—Se llama Ryan, y tiene dieciséis… años. —Mis padres y Katie se quedaron con la boca abierta anonadados.
Vania soltó una nueva carcajada.
—A papá le dio una embolia. —Katie le pegó un manotazo en la cabeza.
—¿Papá estás bien? —Katie se preocupó.
Volví a cubrirme los labios con los dedos para no reírme junto con Vania.
—¡¿Es un adolescente?! —Asentí a la retórica de mi madre.
—¡Lo es! —Me enderecé en el sofá donde estaba sentado—. Conocí a su madre en mi breve paso por Harvard. —Jamás diría delante de mis hermanas que fue un encuentro de una noche, aunque no pretendía que fuera así.
—¡Fue un acostón de una noche! —Exclamó Vania y volvió a reírse a carcajadas.
No respondí.
—¿Qué es lo que te da tanta risa, engendro oscuro? —Ella dejó de reírse y se aclaró la garganta.
—Parece una historia que le puede suceder a cualquier jugador de hockey. ¿Cuánto te pidió por mantener el secreto? —Me puse mortalmente serio y la miraron con los ojos cerrados hasta solo verse entre dos rendijas apenas.
—Es verdad, por mantener el secreto me pidió que sacrificara a la gemela mayor. —Ella estiró la comisura de su boca en desagrado.
—Vania, puedes por una vez tomarte una conversación en serio. —Mi padre le habló con rudeza.
Mi hermana levantó las manos y luego hizo una seña contra su boca de cerrarla con llave.
—¿Vas a hacerte una prueba de ADN? —Mi padre siguió hablando porque su esposa había quedado en shock.
—No será necesario, papá. —Él apretó la mandíbula.
—¿Es un riesgo que estás tomando? —Cruzó los brazos contra su pecho—. Es bastante normal que mujeres en busca de dinero quieran involucrar a jugadores en una paternidad que no le corresponde.
—Ella no me dijo nada, lo descubrí yo mismo en la casa de los Forrester la noche de Navidad. —Me transporté al momento dónde me di cuenta de que Ryan tenía esa mirada especial de los Hamilton—. Si vieras sus ojos no te quedaría ningún margen de duda. —Mi padre, mis hermanas y yo compartimos esa peculiaridad.
—¡Quiero conocerlo, Ash! —Mi madre lloraba emocionada.
—Él aún no lo sabe, cuando su madre le cuente que su padre soy yo, rezaré para que quiera conocerme. —Sonreí con los labios apretados. Me angustiaba pensar que él no quiera saber nada de mí.
—¿No sabe que eres su padre? —Negué—. ¿Por qué? Necesito entender como pasó casi dos décadas y tú te enteras de puta casualidad.
—Vocabulario. —Mi madre lo regañó.
—Si quieres pongo mi sueldo en el tarro de las groserías, Evelyn, porque me estoy conteniendo de decirlas todas. —El ambiente se había enrarecido un poco.
—Cuando ella supo que estaba embarazada, yo había regresado a casa. —Ahora el que se rio con sorna fue mi padre.
—¿Quieres decir que ella nunca te encontró? —Hizo un mohín con la boca—. ¡Qué irónico que haya sucedido eso, cuando eres públicamente reconocido! —Levantó los brazos con enojo—. ¡Dime más mentiras, Asher, que me las creo todas!
—Cree lo que quieras. —No iba a confesar nunca que fue una noche, si quieren asumirlo es su problema.
—Es su intimidad, Michael. —Mis hermanas estaban tan calladas que parecía que se habían ido.
Editado: 10.01.2025