Bajo el Cielo de Atenas

Capítulo 24: La Confesión

La noche había caído sobre Corfú con una suavidad casi sobrenatural, cubriendo la ciudad con un manto de estrellas que parecían iluminar solo a ellos dos. Eleni y Nikos caminaban por un sendero que bordeaba el mar, con el murmullo de las olas como única música. La brisa traía consigo el aroma salobre del Mediterráneo y el leve perfume de los jazmines que crecían en los muros de piedra cercanos.

Por un tiempo, ninguno habló, como si el silencio fuera un lenguaje propio, cargado de las palabras que no se habían atrevido a pronunciar en años. Finalmente, Nikos se detuvo y la tomó suavemente de la mano, sus dedos temblorosos como los de un adolescente.

“Eleni,” comenzó, su voz grave pero llena de emoción. “He intentado olvidarte. Cada cuadro, cada viaje, cada rostro que he conocido… Nada ha conseguido borrar lo que siento por ti. Desde aquella primera vez que te vi en la plaza, supe que eras diferente. Supe que eras la mujer con la que quería compartir cada instante de mi vida.”

Ella lo miró fijamente, con lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos. Había soñado tantas veces con escuchar esas palabras, pero en su mente siempre eran menos crudas, menos humanas. Ahora, sin embargo, la sinceridad de Nikos la golpeaba como un torrente imparable.

“También lo he intentado,” confesó Eleni, su voz apenas un susurro. “He intentado ser la hija perfecta, la mujer que mi familia esperaba que fuera. Me dije que el deber era más importante que el amor, pero cada vez que cerraba los ojos, era tu rostro el que veía. Nikos, tú me has acompañado incluso en los momentos en los que creí estar sola.”

El silencio que siguió fue breve, pero suficiente para que Nikos tomara una decisión. “Eleni,” dijo, acercándose más a ella, “no puedo prometerte que será fácil. No puedo asegurarte que nuestras familias entenderán. Pero sí puedo jurarte una cosa: lucharé por ti, por nosotros, hasta el último aliento. Si tú estás dispuesta a hacerlo conmigo, no habrá poder en el mundo que nos separe.”

Eleni lo miró, su corazón acelerado, pero su mente clara como nunca antes. Sabía que aquella decisión significaría desafiar todo lo que había conocido, pero también entendía que vivir sin Nikos era una condena que no estaba dispuesta a aceptar.

“Estoy contigo, Nikos,” respondió, su voz firme pese al nudo en su garganta. “No importa lo que tengamos que enfrentar. Este amor es más fuerte que cualquier obstáculo.”

Entonces, como si el universo mismo quisiera sellar aquel pacto, una estrella fugaz cruzó el cielo, iluminando sus rostros y llenándolos de esperanza. Nikos la abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla del mundo entero, y Eleni, por primera vez en años, se sintió libre.

Esa noche, bajo el cielo infinito, los dos juraron luchar por su amor, conscientes de que el camino sería arduo, pero seguros de que juntos podrían enfrentarlo todo.




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