La luna llena iluminaba la pequeña terraza donde Eleni y Nikos se habían reunido en secreto. Frente a ellos, una mesa de madera desgastada por los años soportaba un caos de mapas, cartas, y un cuaderno donde Nikos había comenzado a esbozar el germen de su plan. Las luces titilantes de las velas añadían un aura de conspiración a la escena, como si el mismo destino estuviera conspirando con ellos para derribar los muros de siglos de tradiciones inflexibles.
“Si seguimos esperando que las cosas cambien solas, nunca seremos libres,” dijo Nikos, mientras trazaba una línea gruesa sobre el mapa que representaba el pueblo y las tierras de ambas familias. “Necesitamos algo que no solo nos una a nosotros, sino que les demuestre que la división entre ellos es absurda.”
Eleni, absorta en sus pensamientos, tamborileaba con los dedos sobre la mesa. Desde niña había escuchado las historias de enemistades entre los Kalliris y los Papadakis: conflictos que habían comenzado por un trozo de tierra y se habían perpetuado por generaciones. Pero ahora, la idea de romper con esa tradición no solo la entusiasmaba, sino que la llenaba de propósito.
“Podemos empezar con el festival de primavera,” sugirió Eleni, levantando la mirada hacia Nikos. “Ambas familias siempre lo han usado como una competencia para demostrar quién tiene más influencia en el pueblo. Pero, ¿y si esta vez las convencemos de trabajar juntas? Podríamos organizar una exposición de arte y cultura donde cada familia aporte lo mejor de sí misma. Algo tan grande que se vuelva imposible ignorar.”
Nikos la miró con admiración. “Eso podría funcionar,” dijo, sonriendo. “Tus padres nunca se resistirían a la idea de lucirse, y mi familia no dejaría pasar la oportunidad de demostrar que son igual de capaces.”
Con entusiasmo renovado, comenzaron a delinear los detalles. Nikos usaría sus contactos en la ciudad para traer a críticos de arte y expertos en cultura, quienes servirían como jueces imparciales. Eleni, por su parte, convencería a su madre de que los bordados tradicionales de su familia serían la estrella del evento, mientras sugería que los vinos producidos por los Papadakis fueran incluidos como muestra de “hospitalidad”.
Pero había algo más en juego. “No basta con unirlos por una noche,” reflexionó Nikos, mirando a Eleni con intensidad. “Tenemos que sembrar algo que los obligue a seguir trabajando juntos. Algo que no puedan deshacer cuando nosotros ya no estemos en medio.”
Eleni asintió, comprendiendo la importancia de su misión. “Tal vez un fondo comunitario para restaurar el teatro del pueblo,” propuso. “Ese lugar siempre ha sido un símbolo de nuestra identidad. Si ambas familias invierten en ello, tendrán que cooperar a largo plazo.”
El plan era audaz, y las probabilidades estaban en su contra, pero por primera vez en mucho tiempo, Eleni sintió que no solo estaba luchando por su amor, sino también por algo más grande: un futuro donde nadie más tuviera que sacrificar su felicidad por el peso de las tradiciones.
Con un último vistazo a sus notas, ambos se miraron y compartieron una sonrisa cómplice. El reloj daba inicio a una nueva etapa, y aunque el camino sería incierto, sabían que estaban creando algo que podría cambiar sus vidas y las de todos a su alrededor para siempre.