Al día siguiente, todos se sentaron alrededor de una larga mesa rectangular para desayunar. Al ser una estancia, había animales de granja y, en ese instante, todos probaron la leche de vaca recién ordeñada.
– ¡Oh! ¡Es más deliciosa de lo que creía! – dijo Matilda, quien decidió ponerle al suyo un poco de canela.
– Cuidado, que no te enferme del estómago – le dijo una preocupada Rosa, mientras se servía un poco de cocido quemado.
– ¡Tranquila! ¡Estaré bien! Este será un gran día.
Lucas y Mario, quienes se habían sentado junto a Casandra, estaban extrañamente callados. La mujer tuvo que colocarse en medio de ellos para evitar que la tensión creciera. Si bien los chicos del elenco casi no tuvieron riñas entre ellos, se notaba a leguas que no se toleraban. Pero al menos nunca llegaron a agredirse como Mario y Rosa.
Casandra dio un ligero suspiro de fastidio y dijo:
– Ya quiero que terminemos con esto para ir a casa. ¡Este lugar es un chiquero! Solo a Jorge se le ocurren estas cosas.
– A mí me gusta – le contradijo Rosa, mientras se servía una rebanada de pan con manteca – Es limpio y tranquilo. ¡Debería ser más visitado!
No pudieron conversar más porque el director hizo acto de presencia. Lo vieron extrañamente animado y todos tuvieron un mal presentimiento. Sabían que, cuando sonreía, era porque se le ocurría alguna de sus alocadas ideas para llevar adelante el proyecto.
– ¡Hoy es un gran día! ¿Verdad? – dijo Jorge, mientras se sentaba en uno de los extremos de la mesa – es por eso que propongo iniciar la jornada con un juego.
– ¿Un juego? – preguntaron todos, al unísono.
– ¡Sí!
El director les mostró una caja de madera que tenía en sus manos, la abrió y mostró ahí unas monedas de juguete.
– Hoy jugaremos a la búsqueda del tesoro. Formaremos dos equipos, que entrarán al bosque y recolectarán todas las pistas necesarias para hallar el tesoro. El equipo que llegue primero recibirá una cena gratis en Ña Petrona’s coffee como cortesía. ¿Qué les parece?
– Suena interesante – dijo Matilda – Pero… ¿No sería injusto? Es decir, formaremos dos equipos, pero somos cinco y…
– Yo no participaré – dijo Casandra, poniéndose de pie y procediendo a marcharse – tengo otras cosas importantes que hacer.
Jorge dio un largo suspiro, pero decidió dejarla estar. Por su parte, los más jóvenes lucían entusiasmados con la idea. Es que, aprovechando eso, continuó:
– Bien, ahora que son cuatro, los equipos tendrán números pares. Pero primero, deben elegir a su compañero y, para eso, les haré sacar unos números. Si tienen el mismo número, podrán hacer pareja.
– Espero que me toque con Matilda. O con Lucas – dijo Rosa, mirando de reojo a Mario – con cualquiera menos con el tilingo.
Mario no hizo comentario alguno, pero esquivó la mirada mientras fruncía el ceño, en señal de desagrado.
Jorge, ignorando sus hostilidades, sacó de la misma caja unos papelitos que tenían los números 1 y 2. Los dobló en varias partes y los sacudió con su mano, formando un hueco entre las palmas. Luego, se levantó y se acercó a Matilda, diciéndole:
– Haz los honores.
Matilda tomó un papelito al azar, lo extendió y, mostrándoselo, le dijo:
– Me tocó el número 1.
Jorge se acercó a Rosa, quien también tomó un papelito al azar. Lo extendió y, con un tono de decepción, dijo:
– Soy la número 2. Lástima, tendré que competir con Matilda.
– Descuida, te daré un regalo si gano – dijo Matilda, guiñándole un ojo.
Jorge se acercó a los chicos. Esta vez, los dos tomaron los papelitos al mismo tiempo, lo extendieron y lanzaron extrañas muecas al ver los números que les tocaron.
– ¡Soy el número 1! – dijo Lucas.
– ¿Soy del equipo 2? – dijo Mario.
– ¡Decidido! – dijo Jorge, dando un aplauso - ¡Lucas y Matilda se enfrentarán a Mario y Rosa para encontrar el tesoro!
Jorge le pasó la caja de las monedas de juguete a un miembro del personal, quien procedió a adentrarse al bosque para colocarlo en algún lugar escondido.
– El juego iniciará en una hora – dijo el director – pónganse la ropa más cómoda que tengan porque van a caminar muchísimo. ¡Ah! ¡Y lleven agua! Así no tendrán sed.
En eso, les entregó a cada equipo unas indicaciones para seguir las pistas del juego, mientras seguía explicando:
– En lo posible, traten de moverse por los senderos marcados con líneas rojas. Son los más seguros y se encuentran monitoreados para evitar riesgos de accidentes. Antes de partir, les daré indicaciones para hallar la primera pista, será distinto para cada equipo. Cuando más pistas recolecten, más posibilidades tendrán de encontrar el tesoro.
– Suena sencillo – dijo Mario – seguro lo encontraremos pronto.
– ¿Qué pasará si llueve, Jorge? – preguntó un preocupado Lucas, quien dirigió su mirada al cielo y notó algunas nubes oscuras acercándose – Tengo entendido que pronosticaron lluvia para estos días.
– No te preocupes, lo tengo previsto – dijo Jorge – mientras se muevan en las zonas indicadas, estarán seguros con o sin lluvia. En la cabaña tenemos vitaminas y botiquín de primeros auxilios por si pase algo, pero presiento que no sucederá nada.
– ¡Jah! ¡La lluvia no nos detendrá para ganar! – dijo Matilda, quien repentinamente se sintió muy motivada - ¡Hare lo que sea para encontrar el tesoro y, así, disfrutar de mi cena gratis!
– ¡Bien! ¡Ya saben lo que tienen que hacer, chicos! ¡Mucha suerte!
Mientras que cada equipo se preparaba para el juego, Jorge se acercó a los camarógrafos y les preguntó:
– ¿Pudieron instalar las cámaras?
– Sí, señor – respondió uno de los camarógrafos – se activarán apenas empiece el juego. Están colocados estratégicamente para captar toda clase de planos y enfoques.
– ¡Bien! – dijo Jorge, dando un aplauso – cuando terminen, podremos después verlas para editarlas e incluirlas en la posproducción.