Bajo el disfraz

Capítulo 10. Sentimientos verdaderos

Aunque el campamento no salió como lo esperaban, todos se sentían satisfechos. Pudieron convivir en un entorno natural, lejos del set de filmación, y algunos miembros del elenco lograron relajar las tensiones con el resto del equipo.

El cambio más notorio fu el de Mario y Rosa. Si bien todavía seguían distanciados, cada vez que se cruzaban en los pasillos se saludaban o daban risitas incómodas. Un día, Matilda vio que ambos chocaron sus hombros al intentar entrar por una puerta al mismo tiempo, pero en lugar de pelearse como era la costumbre, Mario dio un paso al costado y dejó que Rosa entrara primero, a lo que ella respondió:

– Gracias, Mario.

A medida que pasaban los días, Matilda se encontró con más sorpresas. En una de esas fue en su hora de descanso, en donde muchos acostumbraban a ir a Ña Petrona’s coffee por unos refrigerios, incluyéndose. Y en esos momentos, pensó en comprarse unos sandwichitos y jugo, por lo que fue al café.

Al llegar, casi se le cayó su billetera de la impresión: Mario y Rosa estaban sentados en la misma mesa, hablando animadamente como si fuesen los mejores amigos. Estuvo a punto de acercarse a ellos cuando Lucas también entró y comentó, con desagrado:

– Son tan patéticos.

– Que no se note los celos, ¿eh? – le dijo Matilda a Lucas – Mario y Rosa son compatibles, nada más que son unos tercos. Lo que pasa es que tenés envidia.

– ¿Envidia, yo? – dijo Lucas, señalándose y fingiendo demencia - ¡Si no le banco a alguien, jamás voy a estar con esa persona! ¡Eso es de hipócritas!

Lucas se marchó, indignado, mientras que Matilda dio un ligero suspiro y se encogió de hombros.

Debido a eso, no se había dado cuenta que Rosa se había acercado a ella. Recién lo notó cuando la escuchó decir:

– ¿Me espiabas?

Matilda dio un salto por el susto, soltó un par de risitas nerviosas y preguntó:

– ¿Y donde está Mario?

– Se fue – respondió Rosa, sin apartarle la mirada a su amiga – como no va a salir en las siguientes tomas, prefirió irse a casa.

– Es raro en él – dijo Matilda – normalmente suele quedarse más tiempo aun si no tendrá más escenas en pantalla. ¿Qué le pasará?

– No sé y no me interesa – Rosa, repentinamente, sintió un poco de nervios por estar hablando de Mario – mejor vámonos. Hay trabajo que hacer.

Las dos salieron del local y se dirigieron al set de grabación. Debían filmar una escena en que se encontraban en una heladería y comentaban sobre las aventuras vividas en el bosque.

Tanto Rosa como Matilda, quienes entraron en sus respectivos personajes, estaban sentadas frente a frente alrededor de una mesa redonda, donde depositaron dos vasitos de helado con cucharitas. Aunque los vasitos estaban vacíos, el solo hecho de mover las cucharitas daba la ilusión de que degustaban un rico postre.

– ¿Así es que te gusta Jack? – le preguntó Matilda a Rosa, siguiendo el libreto.

– Sí, me encanta – respondió Rosa.

– ¡Ay, Gina! ¡Me alegra escuchar eso!

– Este… no le digas a nadie.

– ¡CORTEN! – gritó el director.

Las dos respiraron hondo. Miraron a Jorge, quien se llevaba una mano al frente mientras les decía:

– Lucen muy distantes, parecen más unas colegas de oficina que las mejores amigas del mundo. Por favor, enfóquense y hagamos todo de nuevo.

Rosa y Matilda regresaron a sus posiciones. Y es que, en verdad, se sentían desconectadas de sus propios personajes debido a diversos motivos.

Matilda, porque quería escuchar de Rosa que en verdad le gustaba Mario.

Rosa, porque descubrió que le agradaba Mario más de lo que creía, pero no estaba segura de si podía llamarlo amor o simple simpatía.

Ambas intentaron aclarar sus mentes. Debían hacer esa escena a la perfección y, así, marcharse a casa temprano.

– ¡Luces! ¡Cámaras! ¡ACCIÓN!

Matilda y Rosa siguieron el guion. En eso, a Matilda se le ocurrió una gran idea para hacer que Rosa le aclarara sus sentimientos. Si bien para el resto del set sería como ver la escena del siguiente episodio, para Matilda sería de gran utilidad usar esas frases para ver la mejor forma de ayudar a su compañera de trabajo.

– ¿Sabes? Toda la escuela habla de ti y de Jack, Gina – le dijo Matilda, mientras mostraba una sonrisa encantadora captada en cámara – Dicen que lucen muy bien juntos y que sospechan que están saliendo, aunque no lo confirmaron abiertamente. ¿Es así, Gina? ¿De verdad son novios?

– No… puedo decirlo… - comenzó a decir Rosa en su rol de Gina. Si bien seguían el libreto, sus mejillas poco a poco se colorearon al recordar a Mario – Jack luce como alguien fuerte y seguro, pero en el fondo no puede ni consigo mismo. Deseo apoyarlo, hacerle ver que estoy para él, pero cada vez que lo intento… mantiene la distancia. Y me duele saber el porqué.

– ¿Es que no le gustas, acaso?

– No es… eso – Rosa, inevitablemente, desvió la mirada. Se percató de las intenciones de Matilda pero, como estaban filmando, optó por seguirle la corriente – le prometí que no se lo diría a nadie.

– Lo entiendo, pero me duele que siendo tu amiga me dejes de lado en esto.

La escena terminó. El director se sintió satisfecho y felicitó a las dos actrices por su increíble interpretación.

Más adelante, cuando se preparaban para marcharse, Matilda le dijo a Rosa:

– Dime la verdad. ¿Te gusta Mario?

Rosa casi soltó su bolso, pero logró sostenerlo a tiempo y, con el rostro sonrojado, le dijo:

– ¿Pe… pero cómo crees? A… a mí… no me gu… gusta Ma… Mario.

– Estás tartamudeando – le señaló Matilda.

Rosa se tapó la boca con una mano y respiró hondo, a modo de tranquilizarse. Poco a poco, sus mejillas recuperaron su color y, un poco más calmada, le dijo:

– Mario no es tan desagradable como creía. Es más, hasta podemos conversar sin tener que pelear a cada rato.




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