Lucas estaba furioso. No podía creer que Rosa albergaba sentimientos por Mario y eso lo frustraba. Se lamentó el no haber formado pareja con ella en el campamento, dado que estaba seguro de que, de ser así, ahora ella estaría enamorada de él.
– ¡Diablos! ¿Por qué le gusta Mario? ¿Qué tiene él que no tenga yo?
Casandra, quien lo escuchó quejarse en voz alta, se acercó a él y, con una voz de falsa pena, le dijo:
– Duele, ¿verdad? Que te quiten lo que más atesoras en el mundo.
Lucas se dio media vuelta y la confrontó:
– ¿Qué pretendes, Casandra?
– Nada – dijo la actriz, agitando las manos en señal de paz – solo quiero decirte que sé lo que sientes. Yo he anhelado tener el papel principal, pero se la asignaron a Rosa solo porque soy “demasiado vieja” para el director. Fue como perder mi oportunidad de brillar y demostrar mi gran valor en esta industria.
– No entiendo a qué querés llegar.
– Ay, chico – dijo Casandra, dando un ligero suspiro - ¿No lo captas? Ambos perdimos algo y está relacionado con Rosa. Si trabajamos juntos, al menos vos podrás tener una chance con ella. En cuanto a mí… bueno, me dará satisfacción fastidiarla.
– No quiero que Rosa sea lastimada – dijo Lucas – solo me alié contigo porque pensé que no le harías nada malo.
Casandra hizo una breve pausa. Pensó mejor sus palabras y le explicó sus intenciones:
– En realidad, busco ganarme más popularidad en esta serie. La he perdido debido a mi rol de villana, pero sé que si logro cautivar a Jorge, este me dará más escenas y podré hacer que los fans de “Gina” simpaticen con “la bruja del bosque”. Esto NO afectará a Rosa, es más, la ayudará a esforzarse para alcanzar sus límites y retornar a su antiguo esplendor. Una actriz debe aprender de los tropiezos para ser una mejor versión de sí misma y triunfar. ¿Lo entendés?
Aunque Lucas no estaba convencido de las razones de Casandra, en el fondo pensó que contar con su ayuda haría que pudiera ser más cercano a Rosa y demostrarle que era mucho mejor que Mario. No solo la consolaría en sus peores momentos, sino también la ayudaría a ser una gran actriz y destacarla en las redes como la mejor de las estrellas.
Casandra, quien interpretó su silencio como un “sí”, le dijo guiñándole un ojo:
– Déjamelo a mí. Haré que Rosa termine rendida a tus pies. Te lo prometo.
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Al día siguiente, Rosa estaba buscando a Mario en el set de filmación porque quería hablar con él antes de grabar las nuevas escenas. Sin embargo, lo encontró hablando por teléfono y sonaba bastante irritado.
– ¡No, papá! ¡Ya te dije que no quiero! ¡Dejá de fastidiar!
Y cortó de golpe.
Rosa, quien pensó que no era un buen momento, solo atinó a saludar.
– Hola Mario. ¿Cómo estás?
– Estoy bien… creo – le respondió Mario, quien repentinamente se sintió incómodo – Espero que no te haya asustado.
– No. Para nada – dijo Rosa - ¿Pasa algo?
– Es mi papá – dijo Mario, desviando la mirada – No tenemos una buena relación… pero en fin. Lo pasado pisado, mejor vamos a trabajar.
Rosa, intuyendo que Mario aun no confiaba lo suficientemente en ella para hablarle de sus problemas personales, decidió no hacerle más preguntas. Y como ya faltaba pocos minutos, pensó que lo mejor era declarársele durante el descanso.
Por suerte, la escena que les correspondía no era tan intensa. Solo debían estar en clases y pasarse algunas notitas, mientras el profesor se distraía. Una vez que terminaron con eso, el director dejó que se tomaran un descanso de cinco minutos para las siguientes tomas.
Mario se alejó rápidamente, dirigiéndose al baño. Rosa, por su parte, fue detenida por Matilda, quien la llevó al camerino y le preguntó:
– ¿Se lo dijiste?
– Aún no – dijo Rosa – Pensaba decírselo antes de la filmación, pero lo oí discutir con alguien y creí que no era el momento adecuado.
– ¡Ay, caray! Con razón lucía tenso. Bueno, pues ahora, quizás se calmó. ¡Tú puedes, hermana! ¡Tú puedes!
Rosa se rió, ya que Matilda sonaba como predicador evangélico carismático al decir esas últimas frases. Pero fue suficiente para armarse de valor y decidir:
– Iré por Mario.
Mientras ellas conversaban, Mario salió del baño y decidió regresar al set de filmación. Pero entonces, chocó contra Casandra quien, en esos momentos, sostenía un vaso de café. El líquido le manchó el vestido blanco que llevaba puesto y comenzó a llorar.
– ¡Oh, no! ¿Y ahora qué hago?
Mario, entrando en pánico, le dijo:
– ¡Perdón! ¡Fue mi culpa! Deja que lo arregle.
La llevó a su camerino y buscó entre sus disfraces. Casandra intentaba limpiarse el vestido con una servilleta, pero era inútil. La mancha se hacía cada vez más oscura, resaltando aún más en la tela blanca.
– Me vas a pagar la tintorería – le reprochó Casandra.
– Considéralo hecho – dijo Mario, con indiferencia – Me extraña que no tengas algo extra para estos “accidentes”… ¡Ah! ¡Aquí está!
Mario extrajo de su ropero una chaqueta sin mangas de color negro. Casandra lo tomó y se lo puso, pensando que se veía bastante bien en ella a pesar de que era un modelo para hombre.
– Con eso bastará – dijo Mario, con una ligera sonrisa – Jorge es bastante flexible con los disfraces, seguro pensará que esa chaqueta negra lucirá bien en ti y relucirá aun más tu vestido blanco.
– Gracias, Mario – dijo Casandra, realmente conmovida por el gesto del joven actor – no pensé que eras experto en modas. Tomaré tus consejos a partir de ahora.
– No sé si sea un experto – dijo Mario, ligeramente incómodo por el repentino halago de Casandra – Solo que me paso leyendo revistas de moda para la serie. Es todo.
Ambos salieron del camerino y justo en ese momento los vio Rosa, quien se preguntó qué hacían ellos dos ahí. Casandra, al notarla, de inmediato se aferró al brazo de Mario, recostó su cabeza sobre el hombro del joven y le dijo con voz melosa: