Bajo el disfraz

Capítulo 12. Las dudas del chico lobo

El rodaje transcurrió con naturalidad. Rosa no mostró indicios de haber pasado llorando en el baño, pero sintió las miradas incómodas de sus colegas debido a que Matilda les explico sobre sus problemas de estómago.  

Se sintió algo abochornada por esto, pero pensó que era mejor que supieran que se había ilusionado por un chico que nunca la banco.  

Cuando termino la filmación, todos se prepararon para regresar a sus casas. En eso, Mario se acercó a Rosa y le dijo:  

— Te acompañó hasta la parada.  

— No, gracias. Estaré bien – dijo Rosa – iré en taxi con Matilda, le prometí que tendríamos una salida después del trabajo.  

— Bueno, como quieras – dijo Mario, encogiéndose de hombros y saliendo del estudio.  

Matilda, quien los escucho, se acercó a Rosa y le dijo:  

— No digo que me halague que te hayas acordado de nuestra salida, pero… ¿No crees que esta habría sido tu oportunidad de estar a solas con él?  

Rosa negó con la cabeza, intento mostrarle la mejor de sus sonrisas para ocultarle su angustia y le respondió:  

— Mario aun está tenso y, conociéndonos, seguro que terminaremos discutiendo por bobadas.  

Mientras conversaban, Casandra se les acercó con la intención de saludarlas. Rosa no evitó hacer una extraña mueca al verla, debido a que no sabría como reaccionar tras descubrirla, siendo muy amigable con Mario.  

Casandra, fingiendo que no se percató de la actitud de Rosa, la miro con simpatía y le dijo:  

— Buen trabajo, Rosa. Esta vez te luciste tanto que me quede sorprendida. Y es decir mucho, porque no soy de sorprenderme tan fácilmente.  

— Eeeh… gracias, supongo – dijo Rosa, a quien de pronto le entro una fuerte timidez al recibir el halago de quien antes era su actriz favorita.  

— ¿Sucede algo, querida? No luces muy bien – continuo Casandra, con una voz de falsa preocupación – Confía en mí, entre colegas nos apoyamos.  

Por un instante, a Rosa se le cruzó por la mente el preguntarle si ella y Mario son amigos o algo más. También se vio tentada en decirle que los vio juntos horas antes, bastante íntimos. Pero antes siquiera de emitir palabra alguna, Matilda señaló el chaleco que aún llevaba Casandra y pregunto:  

— ¿Ese no es el saco favorito de Mario?  

— ¿Qué? - dijo Rosa, ya que eso le tomo desprevenida.  

— ¡Es el chaleco favorito de Mario! - insistió Matilda, sin dejar de señalar a Casandra – Lo ha llevado en casi todas las escenas “fuera de aulas”! ¿Acaso ni recuerdas los vestuarios de tus compañeros, Rosa?  

La joven dio un bufido, tomo su bolso y salió rápidamente, seguida de su amiga.  

Casandra, por su parte, se miró en chaleco y sonrió. Las cosas le estaban saliendo mejor de lo que había imaginado.  

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Los días pasaron y Rosa se volvía cada vez más distante de Mario. El joven actor lo noto y, aunque se convencía a sí mismo de que solo era una colega, en el fondo estaba preocupado por ella. Extrañaba las salidas que realizaban después del rodaje, donde se daban retroalimentación de sus propias interpretaciones para poder mejorar. Si bien todavía no llegaron al nivel de considerarse amigos, descubrió que podrían al menos llevarse bien como compañeros de trabajo, sin estar peleando a cada rato.  

Así es que le intrigaba saber si hizo algo que la ofendió. Pudo ser alguna palabra o expresión corporal lo que la molesto y provoco ese distanciamiento. Recordaba que todo empezó cuando ella lo encontró discutiendo con su papá en el teléfono, en ese entonces actuó de forma brusca con ella sin medirse a pensar que eso terminaría agrediéndola de alguna manera. 

En uno de los descansos, decidió abordarla para hablar con ella y explicar la situación. Quería aclarar cualquier malentendido entre los dos, más sabiendo que se suponía que eran una pareja, por lo que debían llevarse medianamente bien, aunque no existiera amor entre los dos. 

Encontró a Rosa sola, entre las cámaras, tomando un jugo. Se acercó con unos bocaditos dulces, se los mostró y le dijo:  

— Toma, me los dio Casandra. Dijo que son de una amiga suya que estudia repostería. Supongo que buscaba conejillos de india, pero saben bien. Ya los he probado.  

Rosa lo miro de reojo y comento sin pensarlo:  

— Te llevas bien con ella. ¿No?  

Mario, quien no noto las intensiones de esa pregunta, respondió con calma:  

— La veo como una excelente compañera de trabajo. Es buena en lo que hace y sabe adentrarse en su rol a la perfección, sin perderse a sí misma. Me gusta conversar con ella porque me ayuda a mejorar, siempre está dispuesta a darme consejos y orientarme a aprovechar mis mejores ángulos para deslumbrar en cámara.  

“¡Lo sabía! ¡Sabía que a Mario le gustaba Casandra!”, pensó Rosa, con angustia.  

Mario dio un largo suspiro. Como la joven no comento nada más ni tomo los bocaditos, decidió degustar unos cuantos y, al final, le explico:  

— Sobre ese día en que estaba discutiendo con mi papá... lo siento. Estaba molesto con él, pero terminé descargándome contigo.  

Eso llamo la atención de Rosa quien, de inmediato, giro la cabeza y lo miro, sin comprenderlo.  

— No es que lo odie, pero... - Mario hizo una larga pausa, ya que no entendía el porqué le estaba dando explicaciones a Rosa si se suponía que no se llevaban bien. Sin embargo, decidió continuar por el bien de su falsa relación – en realidad, nos llevábamos bien... hasta que se volvió a casar y me dejo de lado.  

— ¿Se volvió a casar? - pregunto Rosa, esta vez, tomando un par de bocaditos para llevárselos en la boca – Y tu mamá...  

— Ella falleció – respondió Mario – bueno, mis padres ya se habían divorciado antes de eso, pero siguieron contactándose por mi bien. Hasta diría que se volvieron amigos, pese a todo. Lamentablemente, mi papá conoció a otra mujer y eso... bueno... destrozo a mi madre y la debilito.  




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