— ¡Rosita! ¡Mira! ¡Te traje bollos de dulce de guayaba que tanto te gustan!
— ¡Gracias, mama!
Rosa recibió la visita de su madre, quien le trajo algunos bocaditos caseros para que los probara durante su descanso. La joven actriz sabía que ella planeaba abrir su negocio de confitería, por lo que hacía lo posible para apoyarla.
Desde que su papá cayó enfermo, todos los días ella iba a visitarlo al hospital. Gracias a la popularidad de Rosa, sus ingresos aumentaron y pudieron comprar los costosos medicamentos para el tratamiento.
Mientras degustaban los bollos, su mamá comento:
— Tu papá te vio en la serie y se puso feliz. Se la paso hablando con las enfermeras de lo orgulloso que esta de su hija.
— Ay, mamá, me da vergüenza – dijo Rosa, debido a que no quería imaginarse a su padre viéndola en las escenas románticas.
Matilda, quien estaba cerca, se acercó y saludo:
— Hola, señora. ¿Vino a verle a Rosa?
— Sí, querida. ¿Quieres un poco? - le dijo la mujer a Matilda, ofreciéndole un bollo que le sobraba.
— ¿Puedo? ¡Gracias! - dijo Matilda, mientras tomaba el bollo y se lo llevaba a la boca.
Pero no pudieron conversar por mucho tiempo, porque el director comenzó a llamarlas para la próxima escena.
— ¡Te veré en el escenario! – dijo la mamá a Rosa, guiñándole un ojo – ¡Siempre quise ver un rodaje en vivo!
Rosa volvió a sentir vergüenza, pero solo atino a sonreír. De inmediato, se fue junto con Matilda al set de grabación y se situaron en sus posiciones.
— ¡En sus marcas! ¿Listos? ¡Ya! - dijo el director, dando inicio a la filmación.
La escena a rodar estaría representada por Gina y Luna, quienes estarían en el pasillo de la escuela durante el recreo. Mientras colocaban sus útiles en los casilleros, Gina comento:
— Extraño a Jack. Desde que se marchó, ya no es lo mismo.
— Sí – dijo Luna – pero no lo parece. Te veo bastante bien con Bill.
— Bill es mi amigo – dijo Gina, mirando a su amiga con extrañeza – ¿Por qué dices eso?
— Creo que le gustas a Bill – dijo Luna, encogiéndose de hombros – te defendió de tus bullís y hasta peleo contra aquel patotero. Un chico normal no haría eso. ¿O me equivoco?
Gina meneó la cabeza. Si Luna tenía razón, se sentiría incómoda, ya que amaba a Jack. No quería verse en una situación en que debía rechazar a Bill después de todo lo que él hizo por ella. En eso, miro hacia arriba y comento:
— Quizás, en otra ocasión, tendría algo más con Bill. Pero mi corazón ahora le pertenece a Jack.
Tras decir eso, la escena se cortó a órdenes del director.
Las dos actrices respiraron del cansancio. Esa escena estaba cargada de tensión, ya que dos amigas comenzarían con sus roces por causa del nuevo compañero de curso. Así es que sentían esa presión de tener que discutir cada tanto y dejar en claro las cosas antes de la gran tragedia.
Jorge se acercó, las miro y dijo:
— Volvamos a rodar, pero, esta vez, Matilda, haz una expresión más de incrédula.
— Entendido – dijo la joven.
— Rosa, vos estás bien, pero para esa última frase, no mires hacia arriba, sino directo a tu amiga. Te estás sincerando y es la única manera de demostrar que tus sentimientos son fuertes. ¿De acuerdo?
— De acuerdo – dijo Rosa.
— ¡Bien! ¡Una vez más!
Hicieron tal y como el director las indico. Pero al momento de la última frase, Rosa recordó lo que le dijo Mario aquella vez y, pronto, soltó una risa nerviosa. No podía decirlo delante de Matilda y eso la molestaba.
Debido a eso, Jorge volvió a cortar la escena, se acercó a Rosa y le pregunto:
— ¿Qué fue eso? ¡Lo hiciste bien antes!
— Lo siento – dijo Rosa, desviando la mirada – intentaré mejorar.
— No importa. Ahora solo filmaremos esa toma. Por favor, concéntrate y actúa como una mujer decidida y segura de lo que siente. ¿Sí? Que el tiempo apremia.
Rosa respiro hondo. En esos momentos era Gina, no Rosa. Y a quien extrañaba era a Jack, no a Mario. Eran cosas diferentes.
Esta vez, miro a Matilda y, apenas oyó el “Acción” de Jorge, dijo con una voz firme:
— Mi corazón le pertenece a Jack. Él es el hombre que amo con mi vida y nada cambiara mis sentimientos.
Matilda, en su rol de Luna, quedó totalmente sorprendida por el repentino cambio de Rosa. Si bien ya sabía de sus sentimientos por Mario, era la primera vez que lo decía sin dejar lugar a dudas. Aunque estaban siguiendo el libreto, fue en esos instantes en que Rosa rompió con su personaje y expreso al mundo entero lo que llevaba guardado en el fondo de su corazón.
El director, quien pareció no percatarse de eso, corto la escena y dijo con una amplia sonrisa:
— ¡Excelente! ¡Bien! Tomemos otro descanso y seguiremos con el siguiente.
Una vez que fueron a relajarse, la mamá de Rosa se acercó a su hija y le dijo:
— ¡Eso fue impresionante! ¡Me siento orgullosa!
— ¿Todavía no vas a ver a papá? - le pregunto Rosa.
— Oh, quería quedarme hasta el final – dijo su mamá – tu papá estará bien, seguro viendo la tele. Pero hay algo que quiero preguntarte antes de irme.
— Te escucho.
— ¿Cómo van las cosas con vos y Mario?
Rosa casi tropezó al escuchar aquello. Luego, recordó que su mamá se tragó el cuento de que eran pareja en la vida real y, desde esa vez, no le había dejado en paz con los consejos sobre hacerse respetar y otros similares.
Se aclaró la garganta un par de veces y respondió:
— Va bien, pero lo extraño. Se fue porque… bueno, tenía que hacer sus cosas.
— No es para ti.
Rosa se quedó helada ante las palabras de su madre. Ella meneó con la cabeza y continuo:
— Soy tu madre, sé bien cuando te pasa algo. No quiero ser invasiva, pero ese Mario me da mala espina. No me extrañaría que sea de esos mujeriegos que va tras cualquier pollera que revolotea por ahí.