Bajo el disfraz

Capítulo 18. El tercero en discordia

Un poco antes de salir del estudio, Casandra abordó a Lucas en la salida y le dijo:

— Tenemos que hablar.

Lucas dio un suspiro, pero no tuvo de otra más que seguirla, ya que se volvió cómplice de su macabro plan.

Entraron en una habitación vacía, donde nadie los escucharía. Una vez que Casandra cerró la puerta, le dijo:

— Bien, ya hice parte de mi trabajo. Ahora es tu turno.

— ¿Mi turno? – preguntó Lucas.

Casandra le dio un par de toques en la cabeza, haciendo que lanzara un quejido, mientras le decía:

— ¡Bobo! ¡Es tu turno de seducirla! ¡En lugar de hacerte del boludo, aprovechá que Mario no está para enamorarla! ¡No habrá otra!

— ¡Bueno! ¡Pará! – le dijo Lucas, esquivando sus toques con una mano – Rosa ya le dijo a su mamá que le gustaba Mario. ¡No puedo hacer nada!

— ¡Claro que podés! – insistió Casandra, mientras lo tomaba del cuello de la remera y lo zarandeaba – Ella solo estaba siguiendo su libreto, pero cree que Mario está enganchadísimo conmigo. ¿Vos te pensás que las mujeres de ahora van a estar pendientes de un tipo que no les da bola? ¡Claro que no! ¡Pasan de página y van por otro! Así es que andá y decile que le gustás, o que estás para ella siempre. ¡Sencillo es!

Lucas suspiró, debido a que todo le parecía absurdo. Era cierto que Mario y Casandra parecían llevarse bien, pero Rosa había demostrado que le gustaba Mario por más que lo hizo desde “su papel”. Pese a todo, albergaba la esperanza de que Rosa desistiera de su amor y le diera una oportunidad, por lo que solo por eso le seguiría la corriente a Casandra.

Cuando la actriz al fin lo soltó, Lucas se alisó la ropa y le dijo:

— Solo espero que Rosa no salga perjudicada con todo esto. La llevaré en algún lugar discreto, donde no nos reconozcan. Y ahí veré, no prometo mucho.

Casandra pareció conforme con el plan de Lucas, por lo que sonrió satisfecha y le dijo:

— Ve por ella, tigre. Te lo mereces.

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Un par de días después, cuando terminaron de rodar una escena corta, Lucas acompañó a Rosa y Matilda hasta la avenida San Martín para esperar el colectivo. Los tres lucían bastante animados porque, al fin, compartieron pantalla juntos y eso hizo que reforzaran su amistad tanto delante como detrás de cámaras.

Mientras comentaban sobre las cosas graciosas surgidas en el set, el teléfono de Matilda comenzó a sonar. Atendió por un momento y solo procedía a responder con monosílabos: “sí”, “ok”, “Aja”, “Bueno”, para finalizar con un “Ok, voy allá”. Cuando cortó, les dijo:

— Lo lamento, chicos, pero surgió un imprevisto y tengo que ir a otro lado.

— Descuida – dijo Rosa – estaré con Lucas esperando en la parada. Espero que esté todo bien.

— Sí, todo está bien – dijo Matilda, mientras procedía a alejarse de ellos agitando la mano - ¡Nos vemos!

Lucas y Rosa la despidieron agitando las manos también. Cuando la perdieron de vista, fijaron su atención en los coches atravesando la ancha avenida, en silencio. El joven aún recordaba las palabras de Casandra y pensó que ese era el momento perfecto para llevar a cabo su plan.

Así es que se aclaró la garganta y le dijo:

— Rosa, quería saber si no te apetece ir a algún lado hoy. Claro, si no tienes nada que hacer después.

— La verdad estira salir – dijo Rosa – me paso todo el tiempo yendo de aquí y allá con los patrocinadores, no tengo ni un minuto de respiro.

— ¡Genial! – dijo Lucas, ampliando su sonrisa - ¿Qué te parece si vamos a tomar café? Conozco un lugar tranquilo y pequeño, ahí nadie nos molestará.

Rosa movió su cabeza, como indicándole que aceptaba su invitación. Aunque por fuera Lucas se mostraba sereno, por dentro era una bomba de emociones a punto de estallar. Quería saltar de la alegría, debido a que Rosa aceptó salir con él sin resistirse. Y eso lo emocionaba.

Trató de mantener la calma y la llevó directo al lugar. Era un pequeño café de mesas de hierro y cuadros decorados con servilletas de decoupage, que le daban un toque vintage al ambiente. La mujer que los atendió lucía bastante mayor y parecía no reconocerlos, por lo que se alegraron de ser tratados por primera vez (después de mucho) como simples clientes.

Una vez que les sirvió el café, Lucas comenzó a charlar. Le habló sobre cómo siempre deseó ser actor y que, a la vez, se creía lo suficientemente realista como para saber que jamás podría vivir de la actuación. También le habló de su abuelita, de quiénes eran sus actores favoritos y de los proyectos donde planeaba participar a futuro.

Pero cuando le tocó el turno de hablar de Rosa, ella casi no comentó nada. Apenas habló de su madre, cómo su padre la veía desde el televisor del hospital y su sueño de ir a Hollywood para ganarse el Óscar. Todo eso lo dijo con un gran desánimo, ya que su mente se encontraba perdida en otro lugar.

Eso se debía a que recordó la primera salda que tuvo con Mario, cuando simularon su “primera cita” que terminó en un violento desenlace. A diferencia de Mario, Lucas era demasiado charlatán para su gusto y, aunque parecía ser buen chico, solo sabía hablar de sí mismo. Casi ni siquiera le dio el tiempo de dar alguna respuesta o comentario, por lo que resultó más en un monólogo que otra cosa.

Lucas notó que Rosa estaba en las nubes y se desanimó un poco. Pero sabía que si la dejaba marcharse, ya no volvería a tener otra oportunidad. Así es que, presionando los puños por debajo de la mesa, le dijo:

— Sé que Mario y vos solo fingen su relación, pero… ¿De verdad estás enamorada de él? ¿O fue bola lo que le dijiste a tu mamá?

Las mejillas de Rosa se colorearon y, mientras desviaba la mirada, le dijo:

— Bueno, sí, pero sospecho que él le gusta Casandra.

— Bueno, verás…

— ¿Entonces es cierto? – preguntó Rosa, mirándolo fijamente mientras las pupilas de sus ojos temblaban - ¿De verdad Mario y Casandra sí tienen algo?




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