Bajo el favor del Rey

Capítulo 9: Sombras en el Trono

El Palacio de Lareth, al norte de Valtheria, era tan hermoso como inhóspito.

Sus muros blancos se alzaban sobre un lago inmóvil que reflejaba la luna como un espejo roto.
Allí eran enviadas las reinas viudas o destituidas: mujeres que habían perdido el trono, pero no el apellido.

Vanya Dravelle caminaba por la galería principal, envuelta en un camisón de seda lavanda.
El resplandor del fuego se reflejaba en su cabello rubio, y sus pasos descalzos resonaban en el mármol. Aún conservaba la elegancia de una reina, pero su mirada revelaba un vacío que ni el lujo podía ocultar.

El sonido de tacones interrumpió la quietud.
La Reina Madre Aveline de Varyn apareció en el umbral, vestida con un traje color marfil y el bastón de plata en la mano.
Su porte imponía respeto, como si la misma autoridad se encarnara en ella.

Vanya sonrió con ironía.

—Qué sorpresa, Su Majestad. ¿Ha venido a supervisar mi encierro?

Aveline avanzó despacio, cada paso medido.

—He venido a recordarte que sigues siendo parte de esta familia. Aunque te empeñes en deshonrar su nombre.

—Lysandros exageró —replicó Vanya, girando el rostro—. Fue un malentendido, no una traición.

—Desobedecer al rey no es un malentendido, es una afrenta. —Aveline clavó el bastón contra el suelo—. Negarte a su llamado frente a toda una nación fue el error más costoso de tu vida.

Vanya bebió un sorbo de vino, desafiante.

—Lo conozco. Es una rabieta. Cuando se le pase, volverá.

Aveline torció el anillo en su dedo, conteniendo su furia.

—Rabieta o no, otra mujer ocupará tu lugar.

La sonrisa de Vanya se congeló.

—¿Y usted, Su Majestad? ¿Permitiría que otra mujer reine en su casa?

—No —respondió Aveline con serenidad—. Pero esta vez, Lysandros actúa sin consultarme. Y eso me preocupa más que tu caída.

—Actúa diferente porque quiere herirme —replicó Vanya, acercándose—. Se enamoró de mí el primer día que me vio, y lo hará de nuevo. Nadie lo conoce como yo.

Aveline la observó largo rato, imperturbable.

—Reza porque tengas razón, Vanya. Porque si el amor de un rey muere… solo queda el deber. Y el deber no perdona.

Se dio media vuelta y salió del salón.

El eco de sus pasos desapareció, dejando el sonido leve del vino cayendo sobre el cristal.
Vanya quedó de pie, sola, con la copa entre los dedos.
Su reflejo en el espejo ya no parecía el de una reina.

*****

En el Palacio Real de Valtheria

El reloj marcaba las ocho.
En el Salón de Cristal, los candelabros lanzaban reflejos dorados sobre la mesa dispuesta con precisión militar.

El rey Lysandros Varyn aguardaba, de pie, frente al ventanal que daba al jardín.

Su figura impecable, alta, serena,;parecía hecha de mármol y voluntad.

Los heraldos abrieron las puertas y anunciaron:

—Su Alteza, la Señorita Selene Davor.

Ella avanzó con paso medido, vestida con un conjunto color marfil que combinaba con el tono de su piel.

Era bella, pero su belleza tenía filo.

Cada movimiento suyo parecía ensayado para impresionar.

—Majestad —dijo con una inclinación controlada—. Es un honor compartir esta cena con usted.

—El honor será mutuo si la conversación resulta interesante —respondió Lysandros con voz baja, firme.

Durante la cena, Selene habló de política, arte, herencias y modales.

Cada frase era exacta, perfecta… y vacía.
Lysandros la observaba con la paciencia de un estratega que evalúa cada palabra.

—He leído sobre sus reformas —dijo ella, intentando acercarse con sutileza—. Me intriga saber qué busca en una futura reina.

El rey dejó la copa sobre la mesa y sostuvo su mirada.

—Honestidad —respondió con calma—. Aunque en este lugar parezca un acto de rebelión.

Selene parpadeó, desconcertada.
Él sonrió apenas, un gesto tan leve que podría haber sido imaginación.

Cuando la cena concluyó, el rey se levantó.

—Gracias por su compañía, señorita Davor.

Ella inclinó la cabeza.

—¿Puedo preguntar si habrá una segunda cena?

—Aún no he decidido qué merece repetirse —dijo él, y salió del salón con la elegancia de quien nunca deja nada sin peso.

Un asesor se acercó en cuanto la puerta se cerró.

Era Lord Edran, portando un sobre sellado con el emblema dorado de la Oficina de Comunicaciones de la Corona (OCC).

—Majestad —dijo en voz baja—, El Espejo del Reino ha publicado el comunicado sobre las cenas.

Lysandros lo tomó, lo abrió sin apuro y leyó:

Su Majestad Lysandros Varyn continúa el proceso de selección con entrevistas privadas a las representantes más distinguidas del Programa Real. Cada encuentro reafirma la estabilidad de la Corona y el compromiso del monarca con la unión nacional.”




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