Bajo el fuego

Capítulo 13: La Firma

Rumbo al departamento de Recursos Humanos, Lucía estaba hecha un caos. Fabrizio Vitali, su futuro jefe, ocupaba su mente. Su manera de vestir, su olor amaderado, la intensidad de su mirada... todo era un recuerdo demasiado vívido de la noche en Milán.

Mientras esperaba el ascensor, se mordió el interior de la mejilla. El apretón de manos había sido firme, electrizante, y le había revuelto las tripas de una forma que ella odiaba. Él era su salvador, sí, pero también era una conexión peligrosa con una noche que había jurado olvidar.

La preocupación se le anudó en el estómago: ¿Podría realmente trabajar para un hombre que la había visto en su estado más vulnerable? ¿Cómo enfrentaría el día a día a esa presencia imponente?

Tomó una respiración profunda, tensando los hombros. Debía decidir si continuaba o si su vida tomaba otro rumbo. Con determinación pensó que el pasado se quedaba en Milán. Fabrizio Vitali sería, simplemente, su jefe, su nuevo empleador, y la única fuente de la estabilidad que necesitaba para reconstruir su vida. Su actitud sería inquebrantable: se mantendría distante, cortés y, sobre todo, estrictamente profesional. Su vida dependía de esa coraza.

Mientras Lucía iba hacia Recursos Humanos, a unos pisos de distancia, Fabrizio tomó su teléfono y llamó a Silvana.

—Silvana, la señorita Lucía se dirige ahora mismo a firmar el contrato. Necesito que realices una modificación en el asunto de su residencia. El apartamento que le asignarían en el edificio corporativo no es adecuado para ella. Arregla con la inmobiliaria para que le asignen un departamento en la Torre Le Parc.

—Señor Vitali —Silvana se atrevió a interrumpir, con la voz apenas audible—. La Torre Le Parc es uno de los edificios más exclusivos y costosos de Buenos Aires.

—Lo sé —la voz de Fabrizio era glacial, implacable—. Dile a la inmobiliaria y a la señorita Lucía que es una "unidad de evaluación" para un futuro proyecto, la fase piloto, ¿entiendes? Lo pagaré de mis fondos personales, no de la empresa. Ella no debe saber que la mudanza viene de mí.

—Entendido, señor Vitali. ¿Alguna otra instrucción?

—Sí. La señorita Lucía empieza mañana.

Minutos después, Lucía llegaba al despacho de Recursos Humanos para finiquitar todos los detalles de su futuro trabajo. El contrato era generoso, con una cifra que triplicaba sus expectativas.

Mientras firmaba, Silvana, junto con la encargada, le explicó los beneficios.

—Firme aquí, por favor. La empresa siempre facilita a los trabajadores una unidad en comodato. Pero, en su caso, dado que el departamento de Diseño de Interiores está en una fase de expansión crucial... la empresa ha decidido incluirla en un programa piloto de vivienda ejecutiva. Se le asignará un apartamento en una torre de alta gama que está en 'evaluación de adecuación' para futuros proyectos.

Lucía sintió que la suerte por fin sonreía con descaro. ¡Un apartamento de alta gama! Significaba empezar con una dignidad que no creía posible.

Lucía salió de Vitali Enterprises sintiéndose invencible. Tenía un trabajo, un sueldo y, lo más importante, un nuevo hogar. Era el principio de su nueva vida.

Horas después, al recibir las llaves, Lucía llegó a la Torre Le Parc, un monumento de vidrio y elegancia. El apartamento era un sueño. Subió al piso treinta y siete, emocionada. Al abrir la puerta etiquetada como 37B, la vista de 180 grados al río y a Puerto Madero era espectacular. Se sintió segura, en paz, por primera vez en meses. Apareció un leve recuerdo de unos ojos oscuros, pero lo desechó al instante.

Cerró la puerta, sintiendo el click de la seguridad. Justo enfrente, en el pasillo, había otra puerta, idéntica, de madera oscura y brillante, con una placa de bronce pulido que indicaba: "37A", era el apartamento de Fabrizio Vitali.




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