Bajo el fuego

Capítulo 38: La Cima del Fénix

La semana fue un torbellino de amor recuperado y trabajo intenso, pero la calma y la seguridad que ambos sentían era palpable. Una semana después de regresar de Milán, con el respaldo familiar y el nuevo imperio en América Latina en sus manos, Lucía y Fabrizio estaban listos para el gran momento. La Torre Fénix estaba terminada, un monumento de acero y vidrio que se alzaba sobre Palermo, esperando su inauguración.

Fabrizio la observó desde la cama. —Buenos días, mi amor. Vístete. Te llevaré a la cima de nuestro imperio. Lleva contigo esa caja que te regalé; te explicaré su verdadero significado allí.

Fabrizio condujo a Lucía hasta la Torre Fénix. Subieron en el ascensor privado, más allá de los pisos ejecutivos, hasta la cubierta de la terraza, el punto más alto del edificio.

El viento soplaba, pero la vista de Buenos Aires era majestuosa.

Fabrizio se giró hacia Lucía, su rostro serio.

—Lucía, hace años, una joven valiente me rescató de un infierno. Mi vida me fue devuelta por ti. Te busqué incansablemente durante cinco años, a través de todos mis contactos, en Argentina, sin éxito. Nunca pude encontrarte para darte las gracias.

Fabrizio tomó la caja de su mano. —Después, el destino me dio una segunda oportunidad al cruzarse contigo esa noche en Milán. Y cuando finalmente entraste a trabajar en mi empresa, supe que esta vez, el destino no me fallaría.

Hizo una pausa, su mirada volviéndose sombría. —Pero en ese tiempo, mi equipo legal, sin mi conocimiento, había cometido un error imperdonable: compraron y demolieron tu hogar. Cuando me enteré, el dolor que sentí fue inmenso. Sabía que no podía devolverte las paredes, pero podía devolverte con creces lo que era tuyo, a la vista de toda la ciudad.

Fabrizio la llevó al borde de la terraza, mirando la metrópolis.

—El Proyecto Palermo fue mi penitencia y mi promesa. —Abrió la caja y sacó la llave—. Como sabes, esta es la llave de tu antiguo hogar, pero también es la llave de la Torre Fénix. —Fabrizio sacó una carpeta delgada de su abrigo y se la entregó.

—La Torre Fénix, Lucía, fue construida con el diseño de Lucía Solano y sobre la tierra de Lucía Solano. Aquí están los documentos. Esta Torre es completamente tuya. Es el legado que te mereces. Te devolví tu hogar, ampliado a un imperio.

Lucía abrió los documentos, viendo su nombre, Lucía Solano, como la única dueña de un proyecto de miles de millones de dólares. Era la manifestación de la promesa que él le había hecho.

—Fabrizio... —susurró ella, abrumada.

—No digas nada, mereces que ponga el mundo entero a tus pies.

Fabrizio tomó el anillo de oro trenzado de su dedo y lo besó. Luego, se arrodilló sobre una rodilla en el punto más alto de la torre.

Miró a Lucía con el amor más puro. —Hemos construido un imperio. Hemos sellado un contrato de amor. Solo me falta una cosa.

Sacó una pequeña caja de terciopelo. Dentro, brillaba un anillo deslumbrante.

Mia principessa, he pasado cinco años buscándote. Ahora que te tengo, quiero que sea para siempre. ¿Vuoi sposarmi? —preguntó él en italiano—. ¿Te quieres casar conmigo, Lucía?

Lucía, con lágrimas de felicidad, se arrodilló para abrazarlo, sintiendo la brisa de la ciudad a sus espaldas.

—¡Sí, Fabrizio! ¡! ¡Quiero casarme contigo!

Él deslizó el anillo en su dedo, y el diamante brilló como un faro de su futuro.

—La inauguración de la Torre Fénix será nuestra boda, Lucía. Aquí mismo.

Lucía sonrió, sosteniendo la llave de su antigua casa y el anillo de su futuro. Su historia de destino y redención había llegado a su culminación.




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