La propuesta de matrimonio en la cima de la Torre Fénix desencadenó un torbellino de amor y logística. El plan era audaz: la inauguración oficial del rascacielos más ambicioso de Buenos Aires sería, simultáneamente, la boda de Lucía Solano y Fabrizio Vitali.
El proyecto pasó de ser una construcción de cemento y acero a ser un escenario monumental. Lucía, ahora la propietaria, tomó las riendas de la planificación del evento con la misma precisión con la que diseñó el edificio.
—No será una boda, Fabrizio —declaró Lucía, con el anillo de compromiso brillando en su dedo mientras revisaba los planos de la terraza—. Será un acto de fe en el futuro. Empresarial y personal.
Fabrizio sonrió, encantado con su dinamismo. —Perfecto. Tienes a todo el equipo Vitali a tu disposición. ¿Por dónde empezamos?
—Por la organización del caos.
Vitali Enterprises - Sede Argentina se convirtió en el cuartel general. Se creó un equipo de planificación de ensueño:
El detalle más importante era el vestido de Lucía. Ella rechazó la idea de un diseño tradicional y encargó el trabajo a un modisto de alta costura argentino.
—Quiero un vestido que hable de mi historia —explicó Lucía.
El resultado fue una obra maestra. Un vestido de seda blanco marfil, minimalista y escultural, que parecía diseñado por un arquitecto. Tenía detalles de encaje bordado con hilo de oro que imitaban la estructura geométrica de la Torre Fénix. El traje era una segunda piel, audaz y elegante, simbolizando que su armadura ahora era su belleza.
Lucía invitó a las Monjas del convento Corazón de María que la criaron y a los niños que visitaron en Navidad, enviándoles vehículos ejecutivos para el gran día.
Fabrizio decidió que no habría secretos. Organizaron una conferencia de prensa masiva tres días antes del evento. Lucía, por primera vez, se dirigió a la prensa mundial no solo como diseñadora, sino como futura Sra. Vitali y dueña de la Torre Fénix.
—Este edificio —dijo Lucía con una firmeza que sorprendió a todos—, es un símbolo de que de las cenizas siempre puede nacer algo más grande y más fuerte. Es un renacer. El renacer de una empresa en un nuevo continente.
La prensa enloqueció. La historia de amor de la arquitecta argentina y el heredero italiano se convirtió en el cuento de hadas corporativo del año.
La noche antes de la boda, Lucía y Fabrizio se separaron por tradición. Fabrizio se quedó en la Torre Le Parc, donde había quedado con su padre, Marcello, para reunirse y finiquitar los últimos detalles de la transición de poder.
Lucía se quedaría en la Torre Fénix, puesto que al día siguiente sería más fácil para organizar al equipo que la prepararía. En la Torre Fénix ya se había iniciado la recepción de los invitados especiales, empresarios de todas partes empezaban a llegar y estaban siendo alojados en las suites exclusivas del edificio, cerrado al público.
Isabella, fiel a su estilo, había decidido que, ya que Lucía no quería una despedida de soltera, organizaría una cena íntima en el restaurante de la Torre, con Lucía y Sofía como únicas invitadas. Lucía, al encontrarse nerviosa, no pudo negarse y salieron a cenar.
La última llamada telefónica fue corta, pero llena de significado.
—Mañana tomas la llave de mi corazón, mia principessa —dijo Fabrizio.
—Mañana me convierto en tu esposa —respondió Lucía.
Colgaron. Lucía miró el anillo, el vestido colgado y la ciudad brillando. La mañana siguiente, su vida comenzaría de nuevo, con el destino que ella misma había diseñado.