Al llegar a casa, Ivy se dejó caer en la cama con un suspiro largo. La escena en el mirador seguía repitiéndose en su cabeza como una película sin fin: ese casi beso, la forma en que Asher la miró, el susurro de su voz tan cerca… y el maldito celular interrumpiéndolo todo.
Se cubrió el rostro con las manos, entre nerviosa y emocionada, pero antes de que pudiera seguir reviviendo el momento, su teléfono volvió a sonar. Miró la pantalla y frunció el ceño.
Alec.
¿Alec a esta hora?
Respondió de inmediato.
—¿Hola?
—Ivy… ¿puedes salir? Estoy en el parque, cerca de tu casa. Necesito hablar contigo.
La voz de Alec sonaba extraña, nerviosa… distinta. Ivy dudó por un momento, pero algo en su pecho le dijo que debía ir. Se escabulló en silencio, salió por la ventana como cuando eran niños, y caminó hasta el parque.
POV de Alec — Unos días antes
Alec estaba sentado en la parte trasera de su casa con Rodrigo, su amigo de toda la vida. Compartían unas cervezas mientras él le contaba todo lo que sentía.
—Te lo digo, bro… ese tal Asher se está acercando mucho a Ivy —dijo Rodrigo.
Alec bajó la mirada, removido por dentro.
—No sé si decirle lo que siento. No quiero arruinar lo que tenemos… ella es mi mejor amiga.
—El que no arriesga, no gana, hermano —Rodrigo le dio un golpe amistoso en el hombro—. Si sigues esperando, ese tipo te la va a ganar, y luego te vas a arrepentir de no haber hecho nada.
Alec se quedó en silencio, pensativo.
—¿Y si me rechaza?
—Duele más no intentarlo que intentarlo y fallar. Es todo o nada, Ale.
Alec respiró hondo. Después de un largo silencio, asintió.
—Tienes razón. Es todo o nada.
Y esa noche decidió que lo haría.
De vuelta al presente
Alec la esperaba bajo la tenue luz del farol, con un ramo de tulipanes —los favoritos de Ivy— en las manos. Se sentía como un niño asustado, pero al mismo tiempo, decidido.
Cuando la vio venir, su corazón latía tan rápido que pensó que se le saldría del pecho.
POV de Ivy
Desde lejos, Ivy lo vio de pie, con algo en las manos. A medida que se acercaba, distinguió las flores. Tulipanes. Su debilidad. El pecho se le llenó de una mezcla de curiosidad… y una ligera inquietud.
—Alec… ¿y esas flores? ¿Para quién son? —preguntó con una sonrisa, aunque por dentro algo se removía.
Alec tragó saliva y respiró hondo.
—Espera… déjame hablar primero, ¿sí? Necesito decirte algo.
Ivy asintió, cruzando los brazos. Sentía cómo su corazón comenzaba a acelerarse.
—Desde que te conozco, mi vida ha sido mejor contigo. Y ya no puedo seguir guardándome esto, Ivy —extendió el ramo hacia ella, con las manos temblorosas—. Me gustas. No como amiga… me gustas de verdad. Y tenía que decírtelo.
Por un segundo, el mundo de Ivy se quedó en completo silencio. Sentía un nudo en la garganta. Lo quería tanto… pero no de esa forma.
—Alec… —tomó sus manos con cuidado—. Eres una de las personas más importantes para mí. Siempre has sido mi hogar, mi refugio… y eso nunca va a cambiar. Pero… no siento lo mismo. Lo siento, Ale.
Alec intentó sonreír, aunque sus ojos brillaban con una tristeza imposible de ocultar.
—No te preocupes… al menos ya lo sabes. Eso es suficiente para mí.
Le entregó las flores con suavidad.
—Son para ti igual. Siempre fueron para ti.
Antes de que Ivy pudiera decir algo más, Alec se dio la vuelta y se alejó rápido. Ella se quedó ahí, abrazando el ramo contra el pecho, con los ojos humedeciéndose.
El camino de regreso a casa se sintió eterno. No podía creer que su mejor amigo, su hermano de la vida, sintiera eso por ella… y que todo cambiara tan de golpe. Cuando se acostó en su cama, las lágrimas rodaron solas, hasta que se quedó dormida, abrazando los tulipanes entre los brazos.
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Editado: 07.05.2025