El sol se filtraba entre las cortinas de la habitación de Ivy, lanzando haces de luz tibia sobre su rostro aún adormecido. Abrió los ojos con lentitud, como si la noche anterior le hubiera dejado un peso invisible en el pecho. En el escritorio, el ramo de tulipanes seguía allí, ligeramente marchito. Aquel pequeño detalle, insignificante para cualquiera, le revolvió el estómago.
Tomó el celular del buró y desbloqueó la pantalla. Un mensaje reciente apareció en la parte superior.
Lilian:
“Oye, drama queen. ¿Estás viva? Me debes chisme del cine, y te vi salir anoche. Te caigo en veinte.”
Ivy suspiró, dejando caer la cabeza de nuevo sobre la almohada. Sus dedos apenas se movieron para escribir una sola palabra:
“Ven.”
Sabía que necesitaba hablar. Que, si no sacaba lo que llevaba dentro, terminaría explotando.
Veinte minutos después, Lilian apareció en la puerta como una tormenta de energía. Llevaba una bolsa de donas en una mano y dos cafés en la otra, como si supiera exactamente lo que se necesitaba para sobrevivir a una crisis emocional. Dejó las cosas sobre la cama sin ceremonia y se sentó junto a Ivy, con los ojos brillando de expectación.
—Ok, suéltalo todo, morra. ¿Qué carajos pasó anoche?
Ivy tomó una dona, pero no la probó. Solo la sostuvo entre las manos, sintiendo el azúcar pegajoso en los dedos. Sus labios temblaron ligeramente antes de pronunciar las palabras.
—Asher… casi me besa.
Lilian abrió los ojos de par en par, incrédula.
—¡¿QUÉ?! ¡¿Casi te besa y no me mandaste un audio, vieja traicionera?!
Ivy apenas levantó la vista.
—Me interrumpió Alec.
Lilian frunció el ceño.
—¿Alec? ¿Qué hacía Alec a esa hora?
El nudo en la garganta de Ivy volvió a apretarse. Tragó saliva.
—Me llamó… me citó en el parque. Cuando llegué, estaba allí con un ramo de tulipanes.
Lilian dejó la dona a un lado, con el rostro más serio.
—¿Y?
—I me confesó que le gusto. Que siempre le he gustado.
El cuarto se sumió en un silencio casi reverente. Lilian parpadeó un par de veces antes de susurrar:
—No…
Ivy asintió lentamente, los ojos vidriosos, cargados de culpa.
—No sé qué hacer, Lili. Es mi mejor amigo. Lo quiero muchísimo, pero no de esa forma. Le dije la verdad, y se fue… con los ojos brillosos. Me siento la peor persona del mundo.
Sin decir palabra, Lilian la rodeó con los brazos. No intentó buscar la frase perfecta, solo estuvo ahí, como siempre.
—No eres mala persona, Ivy —dijo finalmente, con una voz suave pero firme—. Solo fuiste honesta. Alec tenía que decirlo, y tú tenías que ser sincera. No puedes obligarte a sentir algo que no está.
Una lágrima rodó por la mejilla de Ivy.
—Pero no quiero perderlo…
—No lo vas a perder. Te lo aseguro. Alec te quiere demasiado como para alejarse así sin más. Solo… necesita tiempo.
Ivy apoyó la cabeza en el hombro de su amiga, buscando refugio.
—¿Y qué hago con Asher?
Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Lilian, sin burla, solo comprensión.
—Con Asher… de momento nada. Date tiempo. Vive la emoción, pero no te precipites. Lo estás conociendo apenas. No cambies una amistad de años por un casi beso. Pero tampoco te niegues a sentir.
Ivy dejó escapar una sonrisa débil, rota pero real.
—Eres la mejor.
—Lo sé —respondió Lilian, devolviéndole la sonrisa—. Y ahora… come una maldita dona. Te juro que te vas a sentir mejor.
Ambas rieron entre lágrimas, compartiendo ese instante en que la tristeza y el consuelo se entrelazan, dejando una grieta por donde, quizás, comience a entrar la luz.
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Editado: 07.05.2025