Era viernes y la universidad estaba llena de vida, como siempre a esa hora. Ivy y Alec caminaban por el pasillo central rumbo al estacionamiento, aún riéndose de la broma tonta que Alec le había hecho al profesor de Historia, cuando Ivy lo atrapó intentando imitar la voz del profe.
—¡Eres un idiota! —decía Ivy entre risas, dándole un codazo.
Alec, feliz de verla así, soltó una carcajada. Todo parecía como antes. Pero entonces, desde lejos, alguien los observaba.
Asher, apoyado contra una pared, con su chaqueta de mezclilla y ese aire despreocupado, los miró. No le gustó lo que veía. Ivy estaba sonriendo, esa sonrisa de verdad, y era por Alec.
—¿Quién diría…? —murmuró para sí.
Cuando Ivy lo vio, su sonrisa se detuvo un segundo. Alec también lo notó y bajó un poco la mirada, sabiendo que el momento se rompía.
Asher se acercó con una media sonrisa.
—Hey, Ivy. ¿Me extrañaste? —dijo en tono coqueto, guiñándole un ojo.
Ivy rodó los ojos, aunque por dentro se le movió algo.
—Creí que dijimos que nos íbamos a conocer primero, Miller —le respondió, cruzándose de brazos, pero con una sonrisita traviesa.
Asher soltó una risa.
—Eso dije… pero no prohibí coquetear un poquito mientras tanto, ¿o sí?
Alec apretó la mandíbula. Ivy lo notó, y le dolió un poquito el corazón verlo así. Quería abrazarlo, decirle que todo seguía bien entre ellos.
—Bueno, chicos, yo me voy… —dijo Alec, dándole una palmadita en el hombro a Ivy—. Nos vemos luego, Summer.
Ivy intentó detenerlo con la mirada, pero él ya se había girado. Asher se quedó viéndolo alejarse.
—¿Todo bien con él? —preguntó.
Ivy lo miró, suspiró y se encogió de hombros.
—Siempre ha sido mi persona favorita. Solo que a veces se nos olvida lo mucho que nos importamos.
Asher se quedó en silencio, sorprendido por esa sinceridad.
—Pues… espero no estar llegando a estorbar entre ustedes.
Ivy lo miró seria.
—Nadie estorba donde hay cariño de verdad. Solo que hay que aprender a estar sin romper lo que ya está bonito.
Asher sonrió de lado. Esa chica era distinta. Y eso le gustaba más de lo que admitía.
Esa noche…
Ivy estaba en su cama, con Sky hecho bolita a su lado y la luz tenue del abajur encendida. Miraba la pantalla de su celular sin decidirse a escribir. Hasta que, al fin, respiró hondo y escribió:
Ivy 💌:
“Hey… sé que hoy te sentiste incómodo y no quiero que las cosas estén raras entre nosotros. Eres muy importante para mí, Alec. Y no quiero que nada ni nadie cambie eso. Te extraño, tonto. Responde cuando puedas, ¿sí?”
Se quedó viendo el mensaje unos segundos antes de enviarlo. Y lo hizo.
A los pocos minutos, el teléfono vibró.
Alec 🐺:
“Yo también te extraño, Ivy. Perdóname si me puse raro hoy. Me alegra saber que sigo siendo importante para ti. Gracias por escribirme… de verdad.”
Ivy sonrió, abrazando el celular contra su pecho, mientras Sky levantaba una oreja curiosa.
—Tranquilo, chico… todo está bien otra vez —susurró.
Y con eso, al menos por esa noche, su corazón se sintió un poquito más ligero.
nota de la autora:
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amistad y amor, romance contemporaneo, enredos y malentendidos
Editado: 07.05.2025