Bajo El Mismo Cielo: Un Juego De Corazones

Capítulo diecinueve: Lo que no digo, lo que siento

El aire del parque olía a flores recién regadas y a libertad. Ivy caminaba al lado de Asher, con una sonrisa ligera en el rostro. Él llevaba una bolsa de papel con dos helados, uno de chocolate y otro de vainilla con chispas, su favorito.

Asher: —Sabía que este sería el perfecto descanso para ti —le dijo mientras le pasaba el helado.

Ivy: —Gracias. Lo necesitaba —sonrió, tomando el helado con ambas manos como si fuera un tesoro.

Se sentaron bajo un árbol enorme, con las sombras danzando sobre ellos. Asher la observaba con esa mirada suya que la hacía sentir desnuda… pero segura. Sin decir nada, sacó su cuaderno de dibujos y empezó a hacer algunos trazos rápidos.

Ivy: —¿Dibujando otra vez?

Asher: —Sí. Te estoy dibujando.

Ivy: —¿A mí? —rió, sonrojándose.

Asher: —Eres mi inspiración, Ivy.

Ella se quedó sin palabras. El corazón le latía como si quisiera escaparse de su pecho. Y por un segundo, todo lo demás se desvaneció. Asher se inclinó un poco hacia ella y, sin decir más, le apartó un mechón de cabello del rostro.

Asher: —Tienes algo aquí... —susurró, rozando su mejilla con la yema de los dedos.

Ivy lo miró directo a los ojos. Era uno de esos momentos en los que todo parecía moverse en cámara lenta. Sus rostros estaban cerca… demasiado cerca. Pero justo antes de que algo más pudiera pasar...

¡Alec! ¡Espera, espérame! —gritó una voz femenina.

Ambos giraron. Alec venía caminando con una chica nueva, bajita, muy linda, con el cabello rizado y una sonrisa encantadora. Ella se aferraba a su brazo, riendo por algo que él había dicho. Alec se detuvo al ver a Ivy y Asher, sus ojos se fijaron especialmente en Ivy.

La chica nueva no pareció notarlo, porque de inmediato se lanzó con voz melosa:

Chica: —¿Son tus amigos? ¡Hola! Yo soy Marlene, y salgo con Alec ahora.

Asher levantó una ceja y desvió la mirada a Ivy, que se había quedado en silencio. Ella tragó saliva. Sintió un leve nudo en el estómago, una punzada que no supo cómo explicar.

Ivy: —Oh… hola —dijo con una sonrisa fingida.

Marlene: —Alec me invitó a comer algo después de clases. Es tan dulce. ¿Verdad que sí, Alec?

Él no respondió, pero su mirada no se apartaba de Ivy. Asher no era tonto. Vio cómo Ivy bajó la mirada, cómo apretó la cucharita del helado, y cómo sus mejillas se coloreaban, no por ternura… sino por una emoción confusa. Celos. Celos que ella misma no sabía que estaba sintiendo.

Asher: —¿Estás bien? —le susurró en voz baja solo para ella.

Ivy lo miró, con una pequeña sonrisa forzada.

Ivy: —Claro que sí. ¿Por qué no lo estaría?

Pero Asher ya lo había visto todo. La forma en la que su sonrisa desapareció al ver a Alec. Cómo sus hombros se tensaron. Él no dijo nada, solo tomó su mano y le dio un apretón suave. Sabía que ese momento, aunque pequeño, decía mucho.

Ivy no lo entendía todavía, pero Asher sí.




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