Bajo El Mismo Cielo: Un Juego De Corazones

Capítulo veinticinco: Entre Verdades y Silencios

El día siguiente, Ivy se levantó con una decisión tomada: necesitaba hablar. Con Alec. Con Asher. Con ambos. Su cabeza era un caos, pero su corazón merecía claridad.

Primero, buscó a Asher. Lo encontró en el mismo parque donde habían tenido aquel momento tan suyo, el de las miradas, la risa y el casi-beso que aún le quemaba los labios.

—¿Ivy? —Asher la miró, algo sorprendido, pero sin perder esa sonrisa suave que tanto la desarmaba—. ¿Todo bien?

—Necesito hablar contigo —dijo sin rodeos.

Se sentaron en una banca bajo un árbol. Ella dudó un segundo antes de hablar.

—Sobre lo que dijiste el otro día… lo de Marlene y Alec.

Asher asintió, esperando.

—No lo dije por celos —intentó explicar—. Al menos, no lo creo. Solo… me pareció raro. Siempre pensé que Alec tenía sentimientos por mí, y de pronto… él está con otra.

Asher entrecerró los ojos, serio.

—¿Y eso te molesta porque no estás acostumbrada a que él mire a alguien más… o porque en el fondo, tu quieres que te mire solo a ti?

Ivy se quedó en silencio. No sabía qué responder.

—No lo sé… —susurró.

Asher asintió con suavidad.

—Está bien no saber. Pero prométeme que no vas a mentirte a vos misma. Ni a mí.

Ella lo miró a los ojos, y algo en su pecho dolió de forma dulce.

—Te lo prometo.

Después, fue en busca de Alec. Lo encontró en la cafetería del campus, con su cámara al lado y los auriculares puestos.

—¿Podemos hablar un segundo? —le dijo, nerviosa.

Él se quitó los audífonos y sonrió.

—Claro.

Se sentaron en una mesa al fondo, lejos de todo.

—Solo quería preguntarte algo —comenzó Ivy, intentando sonar tranquila—. Lo de Marlene… ¿es algo serio?

Alec parpadeó.

—¿Marlene? No. Solo es una nueva amiga. Nos caemos bien y hemos salido un par de veces, pero nada más.

—¿Te gusta? —preguntó de golpe, sin filtros.

Alec la miró, como si evaluara cada palabra antes de responder.

—No lo sé… tal vez. No ahora. Me cae bien, pero… ya sabés cómo soy. No es fácil olvidar lo que uno siente de verdad.

Ivy tragó saliva.

—¿Y cómo se hace eso?

—No lo sé —dijo Alec, sonriendo triste—. Tal vez el corazón lo sabe antes que nosotros.

Hubo un silencio incómodo. Ivy no sabía si abrazarlo o salir corriendo. Su pecho dolía. Por Alec. Por Asher. Por ella misma.

Cuando salió del lugar, el viento le revolvió el cabello y solo pensó en una cosa:

"¿Y si me estoy mintiendo desde el principio?"




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