Bajo El Mismo Cielo: Un Juego De Corazones

Capítulo treinta y tres: El día después del “sí”

Desperté con una sonrisa en los labios, el sol colándose por mi ventana y el recuerdo fresco del beso de Alec, del “sí” que le di, del amor que por fin dejamos fluir. Me senté en la cama, abrazando la almohada como si pudiera contener la emoción que aún me recorría el cuerpo.

—Ay por favor —dije en voz baja, riendo sola—. Soy novia de Alec.

Justo cuando intentaba bajar a desayunar, mi teléfono vibró con una videollamada. Era Lilian.

—¡¿Te puedo gritar ya o todavía estás en shock?! —gritó apenas contesté, sin siquiera saludar.

—Lili… —dije entre risas—. Fue tan lindo, todo. No te imaginas.

—¡Cuéntamelo todo ahora mismo o me da un colapso sentimental! ¿Te pidió ser su novia con luces y picnic y música suave como en las pelis?

—Exactamente así. Fue perfecto.

Lilian chilló tan fuerte que casi dejé caer el celular. Yo solo reía, mientras ella decía mil veces que “ya era hora”, que siempre lo supo, que ella ya tenía una lista de nombres para nuestros futuros hijos (¿qué?).

Después de esa llamada caótica y maravillosa, bajé a la cocina para encontrarme con Jasper, Arlo y Nolan sentados con cara de interrogatorio.

—¿Y tú por qué sonríes tanto desde que te levantaste? —preguntó Nolan, alzando una ceja.

—¿Acaso no puede estar feliz mi hermanita? —intervino Jasper, cruzándose de brazos, en modo “hermano mayor protector activado”.

—¿Fue una cita con Alec? —preguntó Arlo directamente—. Porque vi que se fueron en el auto anoche y tú volvías flotando.

Me atraganté con el jugo. Literalmente. Jasper se levantó, sirvió más jugo como si supiera lo que venía.

—Bueno… sí —admití, tímidamente—. Alec me pidió que fuera su novia.

Los tres se quedaron en silencio por tres segundos. Luego Jasper suspiró.

—Sabíamos que esto iba a pasar, pero igual necesito recordarte que si alguna vez ese chico te hace llorar... —y levantó un cuchillo de mantequilla dramáticamente.

—¡Jasper! —reí, empujándolo—. Alec me hace feliz. De verdad.

—Entonces está bien —dijo Nolan, sonriendo mientras masticaba cereal—. Pero igual dile que lo estamos vigilando.

Suspiré, sonriendo más todavía. Mi corazón latía con fuerza, pero esta vez no por dudas o confusión, sino por certeza. Había elegido a Alec. Y todo se sentía en paz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.