Bajo El Mismo Cielo: Un Juego De Corazones

Capítulo treinta y siete: El Último Paso

Un año había pasado desde aquel picnic en el parque. Un año de risas, miradas cómplices y amor que creció entre nosotros sin prisa, pero sin pausa. Alec y yo habíamos compartido tantas cosas: risas, desvelos, abrazos, incluso desafíos. Pero lo más importante era que seguimos el uno al otro. Sin reservas, sin miedos.

Hoy era el día de nuestra graduación, el fin de una etapa, pero al mismo tiempo, el comienzo de otra. El aire en el campus estaba lleno de emoción, nervios y expectativas. A lo lejos, vi a mi familia reunida, a mi padre y mis hermanos, sonriéndome con orgullo. Y justo al lado, Alec estaba esperándome. El chico que había estado a mi lado en cada momento, el que había estado ahí cuando todo parecía incierto, el que me había amado sin pedir nada a cambio.

Me acerqué a él con una sonrisa que no podía evitar. Estaba tan feliz y tan nerviosa al mismo tiempo. Alec me miró, su rostro lleno de esa tranquilidad que siempre tenía.

—No puedo creer que estemos aquí —dije, mirando el escenario, la multitud que esperaba que comenzara la ceremonia.

Alec sonrió, tomando mi mano y apretándola suavemente.

—Tú y yo siempre conseguimos llegar a donde queremos, Ivy. Y siempre lo haremos.

En ese momento, sentí una paz inmensa, como si todo estuviera en su lugar, como si el futuro estuviera justo frente a nosotros, pero no había prisa por alcanzarlo. Solo sabíamos que íbamos a seguir juntos.

La ceremonia pasó volando. Estábamos rodeados de amigos, profesores, y familiares, todos celebrando nuestros logros. Pero lo que más me llenó fue el momento en que Alec me miró, mientras recibíamos nuestros diplomas, y su sonrisa era tan pura y llena de amor, que hizo que el día fuera aún más especial.

Al final de todo, cuando la multitud ya se dispersaba y las primeras sombras de la tarde comenzaban a caer, Alec me tomó de la mano y me llevó al borde del escenario, donde quedábamos solos por un momento.

—Te lo dije, ¿recuerdas? —dijo, sonriendo con ternura—. Siempre te elegiría. Siempre.

Le respondí con una sonrisa, sintiendo que mi corazón estaba completamente lleno de él. Era mi amor, mi compañero, mi mejor amigo.

—Y yo a ti. —Me acerqué a él y lo besé suavemente, dejándome llevar por ese sentimiento que no podía poner en palabras. Lo que sentía por Alec no podía explicarse, pero en esos pequeños gestos, en esas miradas, sabía que era lo más real que había experimentado en mi vida.

Nos quedamos allí por un rato, simplemente observándonos, disfrutando de la compañía del otro, mientras la gente celebraba alrededor.

Después de un rato, Alec me miró con una sonrisa traviesa.

—Tengo una sorpresa para ti —dijo, sacando algo de su bolsillo.

Era una caja pequeña. Al abrirla, vi un collar delicado, con un pequeño colgante que formaba un corazón.

—Para ti, Ivy. Para recordar este momento, para recordar todo lo que hemos pasado juntos. Y para todo lo que aún nos queda por vivir.

Mis ojos se llenaron de emoción y sonreí sin poder evitarlo. Acepté el collar, dejándolo caer suavemente sobre mi cuello. Era un símbolo de lo que habíamos logrado, de nuestra historia, de nosotros.

—Te amo —le dije, mis palabras llenas de todo lo que sentía.

Alec, con su mirada profunda y sincera, respondió:

—Te amo más de lo que las palabras pueden decir.

Y así, de la mano, con una graduación en nuestras espaldas y el futuro esperándonos, supimos que todo lo que habíamos vivido hasta ahora no era más que el comienzo de nuestra historia. Y lo que fuera que viniera, lo enfrentaríamos juntos, como siempre lo habíamos hecho.




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