La ceremonia de graduación había sido perfecta. Ivy no dejaba de sonreír mientras sostenía su diploma. Estaba rodeada por su familia, sus amigos, y por supuesto, por Alec. Él había estado a su lado todo ese tiempo, desde los nervios del primer día hasta las lágrimas de emoción al final. Después de tantas vueltas, de tantos sentimientos confusos, Ivy estaba segura de algo: lo amaba.
Esa noche, ya lejos de la multitud, Ivy y Alec regresaron caminando a casa, tomados de la mano. La brisa era suave, y las luces de la ciudad parecían más cálidas que nunca.
—¿Recuerdas cuando decíamos que esto estaba muy lejos? —murmuró Ivy, mirando las luces en la distancia.
—Sí —respondió Alec, dándole un suave apretón a su mano—. Pero aquí estamos, Ivy. Lo logramos.
Al llegar a la casa, todo estaba en silencio. Su familia había salido a cenar con otros parientes, así que estaban solos. Ivy encendió una lámpara tenue y ambos se quedaron de pie en la sala por un momento. Sus miradas se cruzaron. La emoción, la nostalgia, y sobre todo, el amor, se hacían cada vez más presentes.
—¿Te gustaría subir un momento? —preguntó ella con voz baja.
Alec asintió sin pensarlo. La siguió hasta su habitación, donde el aire parecía diferente, más denso, más cargado de sentimientos.
—No puedo creer que ya terminó —susurró Ivy, quitándose los zapatos y sentándose en la cama.
—Lo que no termina... es lo nuestro —repitió Alec con una sonrisa suave, acercándose.
Y entonces, se besaron.
Primero con ternura, luego con más intensidad, como si todas las palabras no dichas durante años quisieran salir al mismo tiempo. Ivy lo abrazó fuerte, sintiendo cómo su cuerpo vibraba de emoción. Alec la recostó con cuidado sobre la cama, sus manos temblaban, no por miedo, sino por la profundidad del momento.
—¿Estás segura? —le preguntó con el corazón en los ojos.
—Sí —respondió Ivy con firmeza—. Te amo, Alec.
—Y yo a ti.
Se amaron con calma, con ternura. Cada caricia, cada mirada, cada susurro al oído era una promesa. No había apuro, solo la necesidad de estar cerca, de unir sus almas y cuerpos en un momento que guardarían por siempre. Cuando el silencio volvió a llenar la habitación, estaban abrazados, desnudos entre las sábanas, con el corazón latiendo al mismo ritmo.
—No sé qué nos deparará el futuro —dijo Ivy suavemente, acurrucada en su pecho.
—Pero si estás conmigo, todo va a estar bien —completó Alec, besando su frente.
Y así, bajo la luz tenue y el cobijo del amor, Ivy supo que esa noche marcaría el inicio de una nueva etapa… juntos.
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Editado: 07.05.2025