Bajo el velo de la medianoche

Capítulo 2

El amanecer entraba con suavidad por las ventanas del taller de Lía, pintando las paredes con tonos cálidos. No había dormido. El cuadro seguía sobre la mesa, cubierto con un paño para protegerlo del polvo, pero su atención estaba en el pequeño diario que había encontrado en el marco. Aquella noche, después del extraño susurro que había llenado la habitación, la chica había intentado convencerse de que todo había sido producto de su imaginación. Ahora, bajo la luz del día, la curiosidad superó al miedo.

El diario era del tamaño de su mano y estaba cubierto con un cuero ajado, marcado por el tiempo. Las páginas interiores estaban frágiles, amarillentas, y desprendían un aroma a humedad y algo más... un rastro tenue de incienso, quizás. Con mucho cuidado, lo abrió.

Las primeras páginas estaban escritas en latín, una lengua que solo entendía de forma básica gracias a algunos trabajos anteriores. Sin embargo, al pasar más hojas, encontró entradas en español, escritas con una caligrafía fluida pero nerviosa, en las que rezaba:

"11 de octubre de 1783.
La pintura está casi completa, mas cada trazo parece llevarse un poco de mi alma. ¿Cómo es posible que un encargo tan simple se haya transformado en esta pesadilla? Las visiones no cesan, y la voz en mi mente se vuelve más clara. Dice que debo terminarlo, que el tiempo se agota".

Lía sintió un escalofrío al leer esas líneas. ¿Quién había escrito esas palabras? ¿El artista que creó el cuadro? Siguió leyendo, pasando página tras página:

"15 de octubre de 1783.
Hoy, mientras trabajaba en los ojos de la figura, sentí que algo me observaba desde el lienzo. He tratado de ignorarlo, mas hay una presencia aquí. El abad asegura que es solo mi imaginación, que debo rezar más, pero yo sé lo que siento. Este cuadro está vivo de alguna forma. Lo que alberga no es santo".

La chica se detuvo. Sus dedos temblaban ligeramente mientras sostenía la página. Miró hacia el cuadro, ahora cubierto, y sintió una punzada de ansiedad. ¿Podía ser cierto lo que decía el diario? No, era imposible. Probablemente se trataba de la mente febril de un artista obsesionado con su trabajo.

No obstante, algo en su interior no dejaba de insistir que había más y continuó leyendo:

"18 de octubre de 1783.
El abad me ha prohibido seguir trabajando, mas ya es tarde. Anoche, soñé con ella. No es una mujer, al menos no como nosotros. Sus ojos eran pozos infinitos, y su voz... su voz prometía conocimiento, poder, amor eterno. Pero también estaba la advertencia: ‘El que despierte lo oculto debe aceptar el precio’. No sé qué significa, sin embargo, siento que el tiempo se me escapa. Debo terminar el cuadro".

Lía dejó el diario sobre la mesa y se frotó las sienes. La mezcla de miedo y fascinación crecía con cada palabra que leía. Se levantó y caminó hacia la ventana, tratando de calmar su mente. Fuera, Sevilla seguía su ritmo habitual. El sonido de los coches, las bicicletas y los pasos de los transeúntes llenaba el aire.

Era absurdo pensar que un cuadro podía tener algo extraño, pero la intensidad de las palabras en el diario la perturbaba. No parecía una invención, sino el testimonio de alguien que realmente había vivido una experiencia aterradora.

Regresó a la mesa y pasó las páginas con rapidez hasta encontrar una entrada que parecía haber sido escrita con más desesperación:

"23 de octubre de 1783.
Ya no puedo dormir. Cuando cierro los ojos, ella está allí, llamándome. Dice que soy el guardián, que debo protegerla. Hoy el abad intentó destruir el cuadro. Lo detuve antes de que pudiera tocarlo, mas algo sucedió. La pintura lo rechazó, como si estuviera viva. El abad huyó, pero ahora estoy solo aquí, con ella. No sé cuánto tiempo más resistiré."

La muchacha sintió un nudo en el estómago. Si las palabras del diario eran ciertas, aquel cuadro había sido algo más que una simple obra de arte. ¿Qué significaba ser el "guardián"? ¿Y quién era "ella"?

Decidió revisar el marco del cuadro de nuevo. Con un destornillador, buscó alguna otra señal, algún indicio de lo que el autor del diario intentaba proteger.

Tras unos minutos, encontró algo que había pasado por alto la noche anterior: un grabado casi imperceptible en una de las esquinas internas del marco.

El símbolo era un círculo rodeado de líneas curvas que parecían llamas. Lo fotografió y buscó rápidamente en su ordenador. Aunque no era una experta en simbología, sabía cómo encontrar recursos fiables.

Tras unos minutos de búsqueda, descubrió que el símbolo podría estar relacionado con rituales antiguos que combinaban elementos cristianos y paganos.

Volvió al diario para buscar respuestas:

"30 de octubre de 1783.
Ya no queda tiempo. Ella me lo ha dicho. El cuadro debe ser sellado, escondido donde nadie pueda encontrarlo. Si alguien lo despierta, el ciclo comenzará de nuevo, y esta vez será peor. Espero que quien lea esto entienda el peligro. No la mire a los ojos. No pronuncie su nombre. Recuerde: ‘El beso de la noche revelará’. Solo espero que no sea demasiado tarde."

La joven sintió que el aire se volvía más pesado. Aquella frase, la misma que había leído en el marco la noche anterior, parecía resonar en su mente. ¿Qué significaba exactamente?




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