Bajo la luz de las camelias

Capítulo Uno: Encuentro entre las Camelias

Lady Arabella Moore se alejaba de la terraza tras otra tarde de bordado forzado y sonrisas de té. Lyndhurst House, aunque espléndida, era también su prisión. Una jaula forrada de terciopelo.

Sus pasos la guiaron al jardín de camelias, su rincón secreto. Allí, los arbustos de flores rosadas la saludaban como amigas fieles. Fue entonces cuando comenzó a llover.

No una lluvia violenta, sino esa melancólica y suave, la que empapa el alma antes que los vestidos.

Corrió bajo la lluvia, riendo como niña, hasta encontrar refugio en una pequeña cabaña olvidada al fondo del terreno. Abrió la puerta con esfuerzo y entró, sacudiéndose el cabello empapado.

—No pensé que nadie más supiera de este sitio —dijo una voz masculina, profunda.

Arabella se giró bruscamente. Allí, junto a la ventana rota, estaba él. Alto, vestido de negro, con el cabello oscuro levemente mojado, y unos ojos grises que parecían conocer todas las tormentas del mundo.

—Disculpe… —titubeó—. No sabía que estaba ocupado.

—Lo estaba. Pero parece que ahora comparto la lluvia —respondió él, sin moverse.

Arabella tragó saliva. No era miedo lo que sentía. Era… curiosidad. Algo en él parecía cargado de historia. De secretos.

—¿Quién es usted? —preguntó con más valentía de la que sentía.

—Un hombre que ha cometido errores. Pero en sociedad me llaman… el Duque de Ravenford.

Ella contuvo el aliento. El Duque. El mismo al que llamaban “el Caballero Fantasma”, que rara vez asistía a eventos, y del que las damas murmuraban leyendas.

—¿Y usted?

Arabella inclinó la cabeza con elegancia.

—Lady Arabella Moore.

Él asintió. Y por primera vez, una tenue sonrisa curvó sus labios.

—Arabella… Un nombre hermoso. Digno de un jardín de camelias.

Ella sintió que la lluvia no había sido casualidad.

Y sin saber cómo, sin saber por qué, el silencio que siguió entre ellos no fue incómodo. Fue una promesa.




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