Bajo la Sombra del Magnate Griego

Capitulo 1

En las sombras de una opulenta mansión en Moscú, el silencio era tan denso que podía cortarse con cuchillo. Viktor Romanov, patriarca de la poderosa familia Romanov, se mantenía inmóvil frente a la ventana, contemplando la ciudad que se extendía ante él como un tablero de ajedrez. Su reflejo en el cristal no revelaba nada de la tormenta que se gestaba en su interior.

La noticia había caído como un rayo en una noche serena: su única hija, Arianna, estaba enamorada del hijo de uno de sus peores enemigos. La joven, de cabellos tan rojos como la sangre que corría por las venas de los Romanov, había osado desafiar la tradición y el control férreo de su padre. No habría ningún matrimonio, no había alianzas entre su peor enemigo; solo un amor prohibido con un hombre que Viktor no podía aceptar.

Con la ira ardiendo en sus ojos, tomó una decisión que cambiaría el destino de su familia para siempre. No permitiría que el linaje de los Romanov se viera manchado por un lazo tan frágil como el amor. En su mundo, el poder y la lealtad eran los únicos amantes permitidos.

"Arianna debe irse," murmuró con voz gélida, sellando el futuro de su hija con una crueldad que solo un patriarca podría ejercer.

El destino estaba escrito en rojo y negro, los colores de la pasión y la pérdida. Y mientras la noche caía sobre Moscú, una sombra se cernía sobre Arianna Romanov, una sombra que amenazaba con engullirla en la oscuridad.

—Arianna ¿Qué es esto que he oído? ¿Es cierto que estás enamorada del hijo de mi peor enemigo? —Arianna de pie frente a su padre, con los ojos verdosos llenos de miedo y determinación

—Si, papá. Es cierto. Estoy enamorada.

—Tienes que enamorarte del hijo de mi peor enemigo, nadie va a marchar el linaje de los Romanov. —su mandíbula estaba tensa, y sus ojos se estrecharon, Arianna trago saliva

— Su nombre es Sergey, papá. Lo conocí en una fiesta a la que vamos siempre. Es un chico bueno, es un artista. No es tu enemigo.

Su padre se levantó de la silla, sus ojos destellaban se irá.

—¡Un artista! ¿Crees que el es un artista siendo enemigo de nuestra familia? Esto es inaceptable, Arianna. No puedo permitirlo. —las manos de Arianna temblaban.

—Pero lo amo, papá. No puedo simplemente... —su padre la interrumpe con un gesto brusco.

—El amor no tiene cabida en nuestro mundo. La familia Romanov no se construyó sobre sentimientos. Se construyó sobre poder, lealtad y sangre. No puedo permitir que mi única hija manche su nombre con un hijo de mi enemigo.

—¿Qué vas a hacer, papá? —las lágrimas de Arianna empezaron a caer por sus mejillas.

—Te enviare lejos, A Grecia con mi amigo. Allí te quedaras hasta que ese hombrecito se olvide de ti. Nadie sabrá que te he enviado allí. Tú... Tú te quedaras allí y mi amigo te protegerá.

—Papá, por favor. —le dice ella con voz quebrada.

—Esto es lo que debe ser. Las consecuencias de tus acciones. Los Romanov no podemos permitir debilidad. Y tú, Arianna has demostrado ser débil.

Un silencio se cierne sobre ellos, y Arianna se aferra a las esperanzas de que su padre cambie de parecer. El amor y el deseo que estar con Sergey hace que Arianna se enfrente a su padre. Mientras el patriarca de los Romanov toma una decisión que cambiara su vida para siempre.

Arianna aterrizaba en Grecia, como su padre lo había dicho, salió de su país Rusia por la tarde. Viktor había hablado con su amigo, para que su hija pasara un tiempo en su casa. Su padre tenía relaciones muy estrechas con el magnate más poderoso, uno de los hombres más influente de Grecia y su padre pidió que la cuidara.

Allí estaba, Arianna la hija única de los Romanov. Uno de los hombre más importante en los negocios navieros de Rusia y una buena relación estrecha con la familia Katsaros. Su hija era su más preciado tesoro. Cuando ella sale del aeropuerto y llega a la salida allí frente a ella se encontraba, un hombre vestido de negro.

—Arianna Romanov.

—Si, soy yo. ¿Usted quién es?

—El señor me envió por usted, soy el chófer.

—Vaya, bueno muchas gracias por venir por mi, me imagino que debe tener nombre.

—Si, señorita Frederic a sus órdenes.

—Bueno entonces lléveme a casa de su jefe.

Él sol iluminaba el camino de Arianna, guiándola a través de aquella imponente mansión que se alzaba como una torre de marfil. Arianna Romanov, con sus cabellos como cascada de un mar de lava rojo, sus ojos reflejaban la determinación de su alma, se encontraba frente a las puertas de hierro forjado de la mansión Katsaros.

—Vaya esto si es opulencia.

—Señorita las familia Katsaros es muy rica.

—Me lo imagino como mi padre.

—Estas lista señorita para entrar en el mundo de los Katsaros

—Como no estarlo señor Frederic, otro ser imponente como mi padre.

—Deja de llamarme señor y digame Frederic.

—Lo que usted diga Fred.

Frederic condujo a Arianna a través de los pasillos de la mansión, sus pasos resonando en el suelo de mármol. A medida que avanzaban, las puertas se abrían para revelar un mundo opulento: sirvientes vestidos con uniformes oscuros, rostros imperturbables y ojos que parecían haber visto demasiado.




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