Ares salió de la camioneta, cuando llego a la entrada de la clinica. No presentaba mucha atención a su aspecto tan espléndido como de costumbre. Además, estaba preocupado por aquella joven. Estaba en la sala de espera, cuando llego su padre. Y luego fueron llamado al consultorio del médico.
—Buenas noche señor Zeus, Ares como has estado.
—Bien, pero ahora necesitamos saber de la joven. —dijo Zeus.
—Buen creo que esta noche, la chica tuvo suerte. —le dijo el médico. —La joven está en un estado de shock. A parte está muy desorientada. Lo mejor que le pudo ocurrir hoy es caer en frente a tu auto. Tiene algunas contusiones, pero esta bien, pero va a necesitar mucha ayuda sicológica y apoyo de la familia.
—No puede ser… Pobre Arianna, Viktor no me dijo nada de su estado. De cómo estaba ella, en verdad.
— En realidad señor Zeus, hoy en día hay muchos jóvenes que entran en estado de depresión, tal vez ocurrió algo en su vida.
—Doctor ahora que debemos hacer con está situación con ella.
—Como ya le he dicho a los dos, va a necesitar mucha ayuda y apoyo. Su estado es un poco complicado.
— Y no sabe cuanto tiempo estará en ese estado.
—Esperamos que mejore pronto, le pusimos un tratamiento y algunos puntos, y esta en la habitación, pero deben apoyarla en todo.
—¿Podría ir a verla? —dijo Ares.
—Puedes pedirle a una enfermera que te lleve a su habitación, mientras hablo con tú padre.
Ares al entrar en la habitación y ver Arianna allí en aquella cama, una vía con el tratamiento y un cable que ina al dedo tomando las pulsaciones, se sorprendió mucho. Aquella chica era tan joven y hermosa, en especial con aquellos largos cabellos color rojos como el carmesí y una reguero de pecas en su cara. Era un ángel caído del cielo al cual le salvo la vida. Después de cuarenta y ocho horas, Arianna abría los ojos aturdida y con todos una via en su brazo y un cable a su dedo derecho, recordó el momento que la atropellaron. El hombre que la ayudo era Ares, la ambulancia. Le dolía el cuerpo que estaba entumecido, en ese momento se sintió vacía y sola.
—¡Ayuda por favor...! —fueron sus únicas palabras en ese momento, Ares la escucho que está allí a su lado.
—Cálmate vendrá un enfermera a verte.
—¿Donde estoy? ¿Porqué no me dejaste morir? —lo había dicho con tristeza. —Dime porque no me dejastes allí en la calle.
—Ya te dije que te calmé, una enfermera vendrá a verte Arianna.
Arianna en ese momento se quiso levantar, cuando la dura mano de Ares la hace recostar de nuevo. Ella se le queda mirando y el dice con voz fuerte.
—Ya te he dicho una enfermera vendrá a verte. Así que quédate tranquila Arianna.
—Solo quiero saber ¿porqué me salvaste, porque no me dejastes morir?
En ese momento la enfermera entra en la habitación y le toma las pulsaciones. Luego le sonríe mira a Ares y le dice a ambos.
—Todo está bien, no se preocupe señor Ares, solo que la paciente está un poco aturdida, los voy a dejar solos.
Arianna frunce el ceño, la enfermara pensaba que aquel hombre era algo de ella. Ahora se encontraba allí en aquella clínica, frente aquel poderoso hombre que tenía carácter fuerte y un magnifico hombre y tenía un nombre de dioses.
—Ahora te sientes mejor. —le dijo Ares más cerca de ella. —Ahora que la enfermera te vio, vas a salir pronto de aquí. —ella se le quedo mirando de nuevo.
—Te agradezco todo lo que hace por mi Ares, pero no quiero nada de ti, ni de nadie. Ni de tu padre.
—Mira moscosa, no creas que estoy aquí, por gusto. Mi padre me dijo que te cuidara y eso es lo que hago.
—Entonces me fueras dejado morir.
—Fijate que estás aquí, vivita y coleando. Ahora mi padre me dejó ser tu sombra. Así que dejas de chillar.
Así que Ares salió de la habitación, y al llegar a la salida su padre lo estaba esperándo como siempre.
—Todo bien hijo.
—Si, tu protegida despertó, pregunto muchas cosas. Esta muy bien ahora, y yo me voy a la empresa necesito poner algunos asusto en orden.
—Si, claro hijo.
Mientras Arianna estaba tumbada en su cómoda cama, observando atentamente la elegante habitación a la que la habían llevado. Le parecía un sueño, pero no lo era. Al pensar aquellas palabras que su padre le había dicho, los ojos de Arianna se llenaron de lágrimas, había estado buscando a Sergey, hasta que tuvo noticias, y tenía su dirección donde estaba.
Tenía veinticinco y, aunque había dejado todo para irse con Sergey. Ella estaba desorientada no sabía que hacer. Finalmente estaba aceptando lo inevitable. En aquel momento, entró de nuevo la enfermera con una amplia sonrisa en los labios.
—El señor Katsaros va a venir a visitarte. ¡Qué suerte tienes!
—¿Suerte?
— Si, Zeus Katsaros. El hombre más rico de Grecia. Al igual que su hijo Ares.
—Vaya, no se le escapa nada a nadie.
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Editado: 12.03.2025