Mientras iban pasando los días, Anya seguía limpiando aquella casa tan grande e Ivana haciendo su vida más imposible con sus intrigas.
— Vaya, hoy estás lenta, muy lenta. —le decía Ivana a Anya.
— Sí, usted lo dice señorita.
— Hasta contestona estás, se lo diré a Tomás cuando regrese de su viaje, que te has puesto floja.
En ese momento llegó Ruperto, el otro socio de Tomás, y las ve a las dos, discutiendo y una sé esas estaban alto de que Ivana fuera intrigosa con Anya.
— ¡Ya basta Ivana! Anda a tus quehaceres y deja a Anya tranquila.
— Ya llego tu abogado niñita, pero Tomás sí que no tiene contemplación, te acusaré con él.
— Hazlo… Ya estoy alta de ti.
En ese momento Ruperto se acercó a ella y le vuelve a decir.
— Ya basta dije, vamos Ivana a tus quehaceres que tienes mucho que hacer. Y tú ven conmigo, vamos.
Anya siguió al hombre por un pasillo y llegaron a una habitación, muy apartada de todos en la casa. Entraron en ella y Anya se asustó pensando que Ruperto le haría algo a ella.
— No tengas miedo, muchacha, solo quiero hablar contigo. Sé que no tengo buen aspecto y por ello piensan que soy sádico. Pero no eso se lo dejo al apuesto de Tomás.
— Entonces para qué me trajo hasta aquí, y que quiere hablar conmigo.
— Algo muy serio Anya, Tomás quiere que trabajes como Dama de compañía. Quiere que te conviertas en una de esas chicas y la verdad que no estoy de acuerdo con ello.
— Y porque el señor Tomás haría eso conmigo.
— Porque estás viendo que algunos de los hombres que ha estado en la casa, les ha gustado y han ofrecido mucho dinero por ti. Y tu hija Irina no merece eso que si madre se convierta en una…
— No, lo diga, señor Ruperto, y que quiere hacer usted.
— Tomás está en unos negocios y vamos aprovecha que no estás para que salgas de aquí.
— Y a donde, señor Ruperto, iré con mi hija.
— Tengo una conocida que necesita una chica para que la ayude, está a las afueras de la ciudad, en un pueblito muy pintoresco, te agradará.
— Y que pasará con el señor Tomás, que va a decir después.
— Nada, yo me encargó. Así que prepara tus cosas, hoy por la noche salimos y mañana llegaremos al pueblo.
— Gracias, señor Ruperto, por lo que hace por mí.
— Vamos apúrate, después me lo agradeces.
Anya salió de aquel lugar con más ánimos que nunca, y un cambio de vida dentro de poco. Dejaría atrás todo aquello y por alguna razón Ruperto la estimaba mucho.
Mientras que en Moscú, en la mansión Volkov un Dimitri estaba atormentado por lo que había hecho con Anya. No paraba de beber y siempre se mantenía en su estudio. Había descuidado su aspecto, su vida en los negocios. Por eso Anna aprovechaba más y más de la situación de Dimitri. Había logrado lo que deseaba ella. Dinero, poder, salidas a fiestas. Derroche para sus costosos gusto, estaba apoderada de todo hasta de la misma vida de Dimitri.
— ¿Qué quieres Anna, que haces aquí?
— Te vengo a traer este cheque para que me lo firmes.
Dimitri lo tomó y firmó, dándole el cheque por una suma de dinero desorbitante. Luego salió del estudio y Dimitri llamada a una empleada para que me llevara otra botella de Whisky. Esta vez el chófer fue quien se lo llevaría y hablaría con él.
— En serio Georgeo le llevarás la botella.
— Sí, déjame llevársela a ver si hablo con él.
— El señor, después que esa señora Anna regreso, ahora no es el mismo.
— Anna le hizo mucho daño, y su familia no sabe nada de lo que ha pasado porque la señora Anna no lo deja hablar con nadie.
— Esa mujer es una bruja, ojalá desaparecieran de la vida del señor y Anya volviera con Irina e hiciera feliz al señor Dimitri.
— Eso nunca va a pasar mientras esa mujer esté aquí. —dice la cocinera.
— Bueno, esperemos que el señor recapacite y tome control de todo en la mansión.
— Bueno, voy a llevarle la botella.
Georgeo salió con la bandeja de la cocina y se dirigió al estudio donde estaba Dimitri. Cuando entra al estudio ve que todo estaba en penumbras y el habiente con hedor a alcohol, Georgeo se entristeció al ver a un Dimitri destruido y desolado.
— Permiso señor, le traje la botella que pidió.
— ¿Qué haces aquí, Georgeo?
— Hablar con usted señor, decirle que tiene que levantarse, dejar de beber tanto y tomar las riendas de todo.
— No… No… Quiero, déjame en paz.
— Está bien, si así lo prefieres Dimitri, me voy, espero no sea demasiado tarde para tomar de nuevo el poder.
Georgeo salió de allí, dejando a un Dimitri pensativo. Aquello era demasiado para Dimitri, no quería levantar cabeza algunas. Qué Anna hiciera lo que le daba la gana. Él se ocultaría en estudio y solo bebería hasta el cansancio.