Ruperto saca a Anya de aquel lugar, y se la lleva de allí. Mientras iban por el camino, Anya estaba feliz, ya no trabajaría más allí. Y se puso a ver todo por la ventanilla del auto.
— Te sentirás bien con mi tía Nara.
— Nunca me dijo que era su tía a quien cuidaría.
— Mi tía Nara ya es una mujer mayor que necesita a una joven para que la ayude.
— Y usted me ofreció el lugar.
— Si Anya eres buena para ello, además mi tía Nara necesita una joven que la cuide y ganas los trabajos de limpieza.
— La verdad que estoy agradecida con usted sobre este trabajo, y querer ayudarme.
— Quiero que estés bien Anya, no mereces lo que Tomás quiere hacer contigo. Es mejor que estés lejos de todo, en especial de la casa.
— Entiendo, señor Ruperto.
— Bueno, deberías de dormir, y darle de comer a tu hija.
— Está bien, señor Ruperto.
El viaje duró toda la noche y llegaron al amanecer al pueblo. Cuando ella mira por la ventanilla todo el lugar. Se sorprende mucho, Ruperto había tenido la razón. Aquel lugar era hermoso, pintoresco como le había dicho.
En el corazón del pueblo se encontraba la plaza central, rodeada de edificios de dos pisos con balcones de encaje tallado. En el centro, una fuente de piedra gotea agua fresca, y los lugareños se reúnen para charlar y compartir noticias allí.
— Es muy hermoso el sitio, señor Ruperto.
— Sí, este sitio es muy hermoso.
Anya seguía observando el sitio por la ventanilla del auto. En lo más profundo de sus pensamientos, estaba el Rostro de Dimitri, su amor, el único. Pero la odiaba por la traición.
Al borde del pueblo, un bosque de abetos se extendía hasta donde alcanza la vista. Sus troncos oscuros están cubiertos de musgo, y los rayos de sol se filtran entre las ramas, creando un juego de luces y sombras.
Mientras más andaban Anya, más le gustaba aquel sitio, tan hermoso.
— Ya casi llegamos.
Cuando Anya observa, la entrada de una lujosa casa. Ella se imaginó una cabaña, no un edificio tan hermoso. La casa era una auténtica joya de madera. Su fachada desgastada por el tiempo cuentan historias de generaciones que vivieron, amaron y sufrieron allí Los aleros curvados y las ventanas pequeñas parecían susurrar antiguas leyendas.
En ese momento sale una mujer mayor, a recibirlos. Allí estaba Nara, la tía de Ruperto. Una señora regordeta, de aspecto agradable y de voz dulce como las abuelas.
— Mi querido sobrino Ruperto, me alegra verte.
— A mi también tía Nara, quiero presentarle a alguien.
La tía ve Anya y se alegra, por sus pensamientos pasaron que era la esposa de su sobrino y dice.
— No me digas que sentaste cabeza Ruperto, ella es tu esposa. Tienes una hija también.
— No… Tía nada de eso. Ella se llama Anya, ella te ayudará en las cosas de la casa, sé que necesitas una chica que te ayude a limpiar y ordenar muchas otras cosas más.
— Vamos sobrino, sabes que no necesito ayuda, me bastó yo sola.
— Sí, sobre todo la última vez que vine, me ha dicho el médico del pueblo que ya no estás para trabajos forzados, así que Anya está aquí para ayudarte.
— Ese doctor Kart es un metiche.
— Sabes que Kart es muy amigo mío, y me entero de todo tía Nara.
— Bueno, dejemos de hablar de él, y cuéntame de dónde es la chica.
— Anya no tiene pasado, tía y es mejor, así que no sepa nada de eso.
— Está bien sobrino, ahora vamos a dentro.
Los tres pasaron a la casa, con todo el equipaje que había traído Anya. Al entrar se quedó sorprendida por lo hermoso del lugar, se veía que la señora tenía mucho dinero y poder.
— Bueno le diré a una de la empleada, que lleve a la joven a su habitación para que esté cómoda y después hablar con ella.
— Está bien tía, vamos Anya, ve con la chica y luego que te instale hablaremos.
— Está bien, señor Ruperto.
Anya siguió a la chica y Ruperto se quedó con su tía Nara. Y entraron en el estudio allí, nadie los escucharía.
— Dime la verdad Ruperto, esa chica se ve que tiene una familia. Lo la manera de ella hablar.
— Tía sabes que no puedo decirte más de ella, solo a que su hija no merece estar en aquel lugar.
— No sé por qué te empeñaste en hacer un bulder con Tomás, la verdad que nunca estuve de acuerdo en ello. Después que tus padres murieron.
— Ya tía dejemos de hablar del pasado y en serio volviendo al tema de Anya. Por favor tía, nadie debe saber de ella.
— Otro misterio más sobrino.
— Anya, merece una mejor vida, Tomás quería venderla al mejor postor en la casa rosa.
— En el bulder que tienes con él será, bueno, no me queda de otra, sino apoyarte en todo. Bueno, Anya estará aquí hasta que ella decida Ruperto.