Bajo la Sombra del Zar

Capítulo 19

Había pasado un año, sin que Anya regresa a rusia, estuvo viajando con su padre por todo el mundo. Irina ya tenía dos años. El tiempo había pasado con él otra perdida más cuando su padre en el último viaje a Italia muere de un infarto, para ella fue algo duro e impredecible. Tuvo que hacer los papeleos para repatriar a Viktor a Rusia. 

Aquel era el más grande dolor para ella, pero también había compartido con su padre durante ese año. Año en que padre, hija y nieta compartieron con él. Ahora Anya volvía a quedar sola. A su regreso a Rusia, las amistades de Viktor la acompañaron en su dolor.

 

— Nunca me imaginé que Viktor falleciera fuera de su país, siempre decía que moriría en Rusia. —le decía un amigo de Viktor.

— Papá era un hombre con su carácter, pero ha vivido sus últimos días con nosotras.

— Nunca me imaginé que Viktor, compartiera con su familia, siempre lo veía solo y amargado.

— Señor Patón, mi padre a lo último se redimió, me perdono y disfruto de sus momentos con nosotras. Con su hija y nieta.

— Bueno, Anya, la verdad que lo siento tanto, pero lo bueno aquí que están en Rusia. Y Viktor descansará en paz.

 

Aquel hombre no era del agrado de Anya, la miraba de una forma extraña a ella. Y ella sabía bien cómo la miraban los hombres que la deseaban y no para bien. En ese momento aprecio Ruperto, y se acerca a Anya y la abraza.

 

— Hola Anya, siento mucho lo de tu padre, me enteré por medio de unos amigos.

— Gracias Ruperto, por estar aquí, eres un buen amigo.

— Lo que necesites me avisas, sabes que cuentas conmigo. Y donde está la pequeña Irina, debe estar grande ya.

— Si ya tiene dos años, papá en este último año disfruto mucho de ella.

— Imagino que tú también, y dime vas a buscarlo.

— No es el momento de hablar de ello, Reparto.

— Lo sé, pero sabes que siempre he insistido en ello, en qué te reencuentres con él y terminen su hostia de amor.

— Bueno, dejemos eso para otro día, voy a seguir aprendiendo amistades.

— Está bien Anya.

 

Así paso, Anya, el velorio de su padre, todas las amistades de Viktor, se acercaba a verlo. Después de unas horas se llevó al cementerio y fue enterrado. Anya no dejaba de llorar por todo lo que había vivido, y todo lo feliz que fue con su padre.

Pero ahora tenía que tomar las riendas de la empresa de su padre y de todo lo que hacía él. Era su legado como una Petrova, y así debía de ser, al terminar de enterrar a su padre, todos se retiraron sé allí menos Patón y Ruperto que se habían quedado a acompañarla. Ruperto se acerca a ella y le dice.

 

— Son ideas mías o ese hombre te mira con deseo.

— Desde el velorio, anda detrás de mí de que voy a hacer. Se ofreció a ayudarme y nos que hacer no me gusta.

— Bueno, ese hombre te ve con deseo y no del bueno, parece un baboso Anya, ten cuidado, no se le ve buenas intenciones.

— Te puedo pedir un favor Ruperto, quédate un poco más en San Petersburgo.

— Claro, está bien, me quedaré contigo un tempo.

— Gracias Ruperto.

 

Y así fue Ruperto se quedó un tiempo con ellas dos, para que aquel tal Patón no se acercara a Anya. Un día Ruperto, en una conversación que salió, le pregunto sobre la empresa de su padre.

 

— Anya, la empresa de tu padre en que estado quedó.

— La empresa de mi padre, es robusta, siempre ha tenido buena producción.

— ¿Qué produce la empresa de tu difunto padre?

— Bueno papá siempre fue un buen empresario, dedicó su vida a la producción del trigo.

— Ahora te toca hacerte cargo de todo.

— Sí, estoy poniéndome al día con todo, lo único que papá dejó pendiente algunos contratos.

— Entonces puedes retomarlos y hacer tú esas reuniones.

— Sí. —en ese momento fueron interrumpidos por un empleado.

— Disculpe, señora Anya, la busca el señor Patri Patón, que le digo.

 

Anya frunció el señor y mira a Ruperto. Y este le hace señas con los hombros. Y después ella le dice a la empleada.

 

— Hazlo pasar al salón en un momento, voy.

 

La mujer salió de allí, y Anya se quedó mirando a Ruperto.

 

— Ese hombre no se cansa.

— Te lo dije desde que lo vi, y ese hombre te desea, y no para bien te seguirá insistiendo hasta se apodere de ti.

— Hablas de él, cómo cuando los hombres de la casa rosa me miraban con ese deseo enfermizo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.