Meses más tarde, una mujer delgada tambaleaba por la calle con una bolsa de plástico raída en la mano. Guardaba con mucho recelo, en una bolsa ropa de un bebé.
Anya había escapado de aquel encierro, Patón la estaba buscando, pero ella solo pensaba, era en su pequeña Irina. La pobre estaba pálida y maltratada, también tenía cicatrices en su cara por las peleas en la calle.
Los labios de Anya solo dibujaban tristeza y desolación, su mirada estaba ida en su mundo. Había cambiado mucho su aspecto físico, pero sus ojos, aquellos ojos azules y su cabello que llamaba la atención a hombre perverso era su estigma en la calle, debajo de todo ese ropaje sucio y desgarrado.
Donde estaba aquella joven soñadora, pero la vida la había maltratado mucho. Vivía como una sabandija de la calle, después que se había escapado aquella noche cuando la enfermera se había descuidado y ella salió a la calle sola.
Todo el mundo que se la encontraba la trataba mal, como una indigente hasta la golpeaban otros indigentes.
— Donde está mi hija.
Eran sus únicas palabras, Reparto que la buscaba no dio con ella, porque Patón había desaparecido del mapa.
Y él siguió en su búsqueda, no se casaba de salir a las calles y a veces se confundía con alguna mujer. Hasta té un día de lluvia, la encontró.
La pobre Anya estaba sucia, balada de suciedad, de porquería. Tenía días, meses sin bañarse, y al fin la consiguió.
En aquel callejón mugriento, donde ella comía de la basura. Ruperto se le acercó y le dice.
— Anya eres tú, mi chiquita eres tú.
Anya, que no sabía quién era ella, solo vivía en su mundo, cuando más se le acercaba aquel hombre. Ella se alejaba y en una de esa ella le dice.
— Sabe donde está mi hija, está viva verdad. Sabe dónde estás ella, señor.
A Ruperto se le partió el corazón de verla de esa manera, así que le hablo.
— Si sé dónde está tu hija, pero tienes que venir conmigo.
— No, usted quiere hacerme daño, así como todos me han hecho daño.
— No chiquita nada de eso, vamos, yo te lleno a casa y buscaremos a tu hija.
— En serio sabe dónde está mi hija.
— Sí, anda, vamos a casa.
Anya se acercó a él, y luego Ruperto la lleno al auto, la subió y se fueron de allí. Ahora ella estaba en la casa de Ruperto y cuando Anya estaba allí se puso nerviosa y dice.
— Esta no es mi casa donde estoy, usted dijo que iba a ver a mi hija.
— Vamos Anya, necesita limpiarte, bañarte, comer algo. Vamos, yo te ayudaré a encontrar a tu hija, pero debes hacer lo que yo diga.
— En serio me va a ayudar.
— Si ahora vamos.
Ruperto con una de sus empleadas baño a Anya, le dieron de comer y luego ya acostada, Ruperto llamo a un médico para que la viera.
— Alber soy Ruperto, te acuerdas de mí de la casa rosa.
— Sí, claro, que pasó ahora con las chicas.
— No hace mucho que dejé aquello Alber, te llamo para ver si puedes venir a mi casa, estoy en San Petersburgo.
— Y que haces en esa ciudad hombre, cuéntame qué pasó.
— Quiero que veas a una persona, es una chica amiga mía, está mal y la verdad me gustaría que la revisaras.
— Ok dame la dirección y voy para allá.
Al cabo de unas horas Alber llega a la casa de Ruperto. Este cuando ve a la joven se sorprende en el estado que ella está.
— Por Dios Ruperto está mal, está chica.
— Por eso te llamé, quiero que la revises y me digas que ha pasado con ella.
Cuando el médico la revisa, era muy triste ver aquello mujer y joven en aquel estado. Luego de hacer toda la revisión, hablar con Ruperto.
— Está deshidratada, tienes condiciones en el cuerpo, cardenales morados, también como que ha sido medicada. Porque no reconocer muchas cosas de que le hable, y también sufre de estrés, histeria y mucha desesperación por encontrar a su hija. A caso ella es madre Ruperto.
— Si Anya es una amiga que estado buscando por mucho tiempo, nunca desistí en conseguirla hasta ahora que la encontré en ese estado deplorable. También que ha pasado por muchas cosas en la vida.
— Bueno, la medicaré, pero eso si Ruperto es mejor que te la lleves lejos de este lugar, llevártela algún otro país que vea cosas diferentes. Estar aquí es como volverse loca más de lo que está y tal vez no recupere su vida. Es mejor que se vaya lejos.
— Está bien amigo, lo haré.
Después que el médico, su amigo Alber, le dijera eso, Ruperto preparo todo para un viaje lejos, a otro lugar del mundo, se iría con ella a ellos, Estados Unidos, lejos de toda perturbación.