Ruperto se llevó a Anya a los Estados Unidos y la llevo a una casa de reposo mental, una buena. Donde a ella la ayudarían, aunque costó muchos meses que ella recupera su vida y sus ánimos. El doctor habló con ellos dos en su consultorio, ha Anya la darían de alta y comenzaría una nueva vida.
— Me alegra mucho Anya que estés mejor, hoy te daré de alta, puedes hacer de nuevo tu vida. Sé qué has pasado por mucho en tu vida. Pero tienes una nueva oportunidad para seguir adelante con ella.
— Gracias a usted y mi amigo Ruperto, he recuperado todo lo que perdí por las cosas que me han pasado. He aceptado todo, la pedida de mi padre e hija. Que deben estar en el cielo, espero que mi vida sea mejor a la de antes.
— Ya escuchaste a al doctor Anya, puedes hacer tu vida de nuevo. Tú eres quien decide qué hacer con tu vida. Sé que fueron meses de desesperación, pero mírate ahora has superado todo.
— Si eso lo voy a agradecer siempre, y me alegra mucho volver a mi vida. Hacer muchas cosas aunque aún soy joven merezco las cosas buenas. Así que a partir de hoy me convertiré en otra. Seré esa Anya alegre, así los recuerdos me amenacen.
— Eso me alegra mucho Anya, has sido la mejor paciente de esta clínica, además tu amigo Ruperto ha sido paciente en todo este trayecto de recuperación.
Anya miró a Ruperto, y le alegraba que él la apoyará y estuviera a su lado siempre.
— Sé que no amigo Ruperto es el mejor amigo, nunca me abandono, siempre estuvo allí para mí.
— Bueno, Anya es hora de despedirnos. —ella se levanta y abraza al médico y luego le dice.
— Mil gracias por su ayuda y paciencia Robert.
— Siempre serás mi paciente preferida, Anya, y bien ahora si vamos a la entrada allí te están esperando las enfermeras para despedirte de ti.
Anya, al llegar a la entrada de la clínica, mira a todas esa persona que la ayudaron. Todo aquello solo era un recuerdo de su vida, abrazo a cada uno del personal de la clínica. Se puso a llorar hasta que se subió al auto y se fueron de allí. Anya miraba por la ventanilla y en una de esa voltea a ver a Ruperto.
— Ruperto, hoy estuviera cumpliendo tres años mi hija Irina.
— Si hoy sería su cumpleaños. —él le toma la mano y se la aprieta y le dice de nuevo. — Pero está en el cielo Anya y la vida sigue, así que vamos a comprar ropa para ti.
— Gracias Ruperto, vamos.
Rusia-Moscú
En la mansión Kolvok estaban haciendo los preparativos para el tercer y primer cumpleaños que celebraba Dimitri con la pequeña Irina. Era su primera fiesta con ella. Cómo siempre allí estaba su hermana Sabrina ayudándolo siempre.
— Estoy muy emocionado, es el primer cumpleaños de Irina desde que la adopte, así que la casa se botará por la ventana.
— Claro que sí, hermano, has sido un buen padre para Irina durante este año. Y eres el mejor, además ella te quiere mucho, aunque nunca conseguimos a sus verdaderos padres. Pero bueno, te dieron la oportunidad de adoptar.
— Sabrina, una pregunta que has sabido de mamá, donde se encuentra ahora.
— Mami está en los Estados Unidos, está visitando a una amiga de ella que no ve, hace mucho. Me dijo que te diera muchos besos y que le diera el regalo de ella a Irina, que ella pronto regresara.
— Bueno, mamá es una cosa, pero bueno, ella es así con su vida. La excéntrica madame Kolvok en las suyas.
— Hermanito, no digas así, mira que está lejos y no te escucha nada.
— No te preocupes Sabrina y mejor anda a arreglar las cosas para la fiesta de Irina. Mira que hoy viene tu prometido.
Dimitri se echó a reír con gusto, le agradaba a veces ver a su hermana molesta. Pero él la adoraba mucho como a su madre.