Bajo las cenizas

5. Casa ajena

Ese jueves lo hablado con su hermana hizo a Adriana tomar una decisión. La noche anterior no había podido dormir pensando en el asunto una y otra vez, cada palabra de Gaby se había repetido en su mente y a cada una respondía en medio de un diálogo interno que usaba la imagen de su hermana como un reflejo de sí misma.

<< ¿Tan fácil te parece que vuelva a hablar con él?>> se preguntó imaginando que Gaby la escuchaba.

<< Pues no te fue tan difícil hacerlo la primera vez>> El reclamo hacia sí misma la llenó de arrepentimiento. Deseaba tanto no haberlo conocido nunca.

La casualidad jugó en su contra, la puso a ella en el camino de ese hombre que la había deslumbrado casi al instante de cruzar palabra con él. Seis años mayor que ella, la experiencia y confianza en sí mismo que destilaba por cada poro la impactó de forma tan abrumadora que agradarle se le volvió una necesidad que buscó satisfacer a cada minuto que estuvo a su lado.

Pero él era demasiado.

Y ella se sentía tan poca cosa a su lado.

Hizo todo lo que pudo por estar a su altura. Persiguió incansablemente su sueño sin alcanzarlo; no estuvo ni un poco cerca de lograrlo. Todas las señales que recibió le confirmaron que su talento no era suficiente para ser valorado por otros o que tal vez ni existía. Su pasión irremediablemente se fue extinguiendo al no encontrar eco que la encauzara.

A él en cambio le iba cada vez mejor. El tiempo que permaneció a su lado atestiguó de primera mano el reconocimiento y admiración que recibía por su desempeño y habilidad. Un importante ascenso en pocos años más toda la confianza puesta en él que representaba.

Profesionalmente nunca podría alcanzarlo. Lo único que tenía era su empleo como maestra en un colegio sin renombre, tan gris como ella misma. Durante ese tiempo pensó mucho en su decisión de estudiar arte. Recordó una y otra vez a sus padres diciéndole que era una elección que podía no darle el sustento necesario. Pero su yo joven y arrogante estaba convencida de su talento, se había imaginado recorriendo el mundo con su cámara para encontrar esa imagen perfecta que le valiera ganar el National Geographic Traveler Photos o el Sony World Photography Awards, ambos concursos de fotografía.

<< Fuiste una imbécil>> Le escupió inclemente su consciencia. Su ingenuidad le supo a sangre. Si tan solo sus pies hubieran estado sobre la tierra entonces se habría ahorrado tantos sinsabores y amargas decepciones.

Tristemente tuvo que perder todo lo que tenía para vislumbrar un camino que le diera crecimiento y satisfacción; y que, pese a no encajar con sus sueños de juventud, le apasionaba tanto como alguna vez lo hicieron estos últimos.

Pensándolo se levantó de la cama y fue a buscar las últimas fotos que había impreso. Las entregaría al día siguiente así que con sumo cuidado las sacó de la caja de cartón duro en forma de libro y adornada con una de las capturas que su cliente le había pedido editada e impresa. Una a una, contempló cada imagen y volvió a sentir la emoción del momento. Su trabajo la enorgullecía tanto, y más todavía al ver la dicha que resplandecía en el rostro de las mujeres que le servían de modelos durante una de las experiencias más importantes de su vida. Adoraba la confianza que le otorgaban y que el fruto de su esfuerzo las complaciera al grado de hablar de ello y recomendarla.

Para ese momento tenía una agenda al tope de lo que podía permitirse para cumplir con citas y tiempos de entrega. Eso sin contar con que debía contemplar que las fechas podían cambiar; los partos eran tan impredecibles, aunque ella había aprendido a organizarse de tal forma que nunca tuvo que faltar a uno por atender otro. Para compensar el espacio que tenía que dejar entre cada fecha para evitar esto último, hacía también fotografías familiares, de cumpleaños y cualquier celebración que pudiera agendar sin problema. A todo ello procuraba imprimirle siempre un toque personal que convirtiera esas imágenes en algo especial.

Y lo había logrado, se sentía tan satisfecha consigo misma que la sensación que le saturaba el pecho le provocaba sonreír. Fue precisamente saberse tan suficiente y dueña de su destino lo que la empujó a buscar el encuentro del que llevaba huyendo dos años. Decidió que no más; lo buscaría, aunque fuera para hacerle saber lo mucho que lo despreciaba y pedirle de una vez por todas que disolvieran el terrible error que había sido su matrimonio.

Primero intentó contactarlo por teléfono, sería más fácil así o eso pensó. Ella había cambiado el número de su móvil a raíz del accidente precisamente para cortar comunicación, pero aún tenía guardado entre sus contactos el de él. No tuvo suerte, al parecer él también había hecho lo mismo.

<< Que bastardo>> pensó dedicándole todo tipo de improperios y calificativos poco amables.

Pensó en llamarlo a la empresa que dirigía, pero la que respondería seguramente sería su secretaría (siempre fue así), además no quería ver ni hablar con nadie que supiera de su relación. Definitivamente no era una buena idea. Al intentar en el teléfono fijo de su casa una grabación le dijo que ese número ya no estaba disponible; con eso se le agotaron las ideas para hablarle a través de una llamada.

El muy desgraciado no le dejaba otra opción que buscarlo en el que había sido su hogar. Eso casi la hizo desistir pues no sabía qué podía encontrarse al llamar a la puerta. Llegó a imaginar que la morena con quien lo descubrió en una situación comprometedora se hubiera mudado con él; pero la decisión ya estaba tomada y nada la detendría. Lamentablemente ahí no iba a poder localizarlo en la mañana y probablemente tampoco en la tarde, así que esperó hasta la noche.




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