Bajo las cenizas

7. Desconfianza

Poco más de un año atrás, Daniel había llegado al equipo de trabajo de Ideas y soluciones creativas, la empresa de Yuly, para que esta pudiera liberarse de la Dirección que tuvo que tomar obligada por complicaciones en el embarazo de su socia Lorena, quien había ocupado el cargo hasta entonces.

Daniel había resultado un excelente reemplazo para Lorena y su compromiso con la empresa se había manifestado en el crecimiento de esta en el tiempo que llevaba al frente. Además, siendo Karen su asistente y trabajando de cerca con él, en algunas pláticas más personales su jefe le había comentado que estaba separado de su esposa. Eso era todo lo que ella podía decir de Daniel, así que lejos estaba de imaginar el vínculo que lo unía de cierta forma a Gaby.

—¿Y tú permitiste que me llamaran como si nada? ¡¿Cómo puedes ser tan cínico, Daniel?!

El reclamo a gritos de la mujer fue seguido de los bruscos movimientos con los que dio media vuelta para salir de la oficina. De la misma forma, se dirigió a la entrada de la casona en tanto el corazón le golpeaba en el pecho y sentía la cabeza estallar.

—¡Gaby, espera por favor! —mientras seguía sus pasos, Daniel levantó lo suficiente la voz como para que todos en la casona se dieran cuenta de que algo sucedía sin que ninguno se atreviera a asomarse.

Por su parte, Gaby no tenía la menor intención de escucharlo. Llegó a la puerta sellada por la cerradura magnética y en tanto buscaba como abrirla tuvo nuevamente a Daniel a su lado.

—Te suplico que no te vayas. Estás muy alterada, trata de calmarte primero —le pidió él.

—¡¿Ahora te preocupa algo como eso?! ¡¿Por qué no te preocupaste cuando Ady salió a conducir ese maldito día?! ¡Por tu culpa casi la perdimos!

Gaby vociferaba sin control, no le importaba nada y las palabras salían de su boca al frenético ritmo de su respiración. Luego del accidente de Adriana, ella había estado tan afectada que fue la única de su familia que no se había atrevido a reclamarle nada a Daniel; en ese momento se le vino de golpe todo lo que hubiera querido decirle entonces.

Completamente fuera de sí apretó los puños; luchando por contener las ganas de llorar. De pronto todas sus ilusiones se hacían pedazos a causa del hombre que su familia llevaba dos años maldiciendo. Su trabajo idílico se desvanecía junto con toda esperanza de que sus problemas hubieran llegado al final. Ni en la más desesperada situación podía aceptar trabajar para Daniel; Adriana nunca se lo perdonaría.

Estresada, se llevó la mano al pecho sintiendo que hasta respirar se le dificultaba.

—Respira hondo —escuchó decirle a Daniel con una serenidad que le heló la sangre; no entendía cómo podía estar tan tranquilo.

Karen se quedó en completo silencio a un par de metros detrás de ellos, presintiendo que en algún momento podía ser de ayuda para cualquiera de los dos e intentando asimilar lo que escuchaba.

—Lo único que quiero es irme —dijo apretando los dientes.

—Dame cinco minutos Gaby, es todo lo que te pido —los ojos de Daniel la miraban en tanto le hablaba con ese tono que se le hubiera antojado confiable de no conocer de lo que era capaz.

—¿Qué pretendes? —le escupió ella obligándose a respirar pausadamente tomando aire más profundamente y exhalándolo lentamente.

Daniel tardó en hablar, antes meditó cabizbajo sus siguientes palabras. Transcurrido un largo instante la miró nuevamente; confiaba en que Gaby podía ser razonable.

—Sé que necesitas el trabajo.

—¡No si me lo estás dando tú!

—Gaby, aquí no soy más que un empleado. Igual que lo serás tú. Además, me iré en cuanto la directora titular regrese. Te prometo que no tendrás que verme mucho. Si no me crees, puedes preguntárselo a Juliana; ella es en realidad quien te está dando el empleo.

Impulsivamente y porque era quien más confianza le inspiraba en ese lugar, Gaby miró rápidamente a Karen; la mujer comprendió de inmediato que le pedía una confirmación de lo que decía Daniel y asintió.

Gaby miró a uno y otro lado; no supo si fue el sonido del agua corriendo en la fuente del patio interior o algo en esa casona que trasmitía paz, pero se sintió más calmada. Seguía odiando que el maldito de Daniel tuviera razón y todavía más detestaba que supiera de su desesperada situación; no obstante, pasado el primer impacto, sintió que podía pensar en lo que estaba sucediendo.

Recordó fugazmente la manera sospechosa en que el día anterior había encontrado a Oscar intercambiando mensajes con alguien que ella sabía que no era quién él decía. Todo cuadró en su cabeza, cada pieza del rompecabezas.

Después de lo acontecido con Adriana, el único que había mantenido comunicación con Daniel era Oscar; siempre se habían llevado bien y ella se lo permitió porque fue a través de él que su hermana recuperó la mayoría de sus pertenencias de la casa que compartía con Daniel. Sin duda había sido su esposo quien le dijo todo; pocas veces Gaby estuvo tan furiosa con él, pero ya arreglaría cuentas cuando lo viera. Primero tenía que encargarse del hombre que tenía enfrente y que despreciaba por el sufrimiento que le había causado a toda su familia.

—Dime una cosa, Daniel. ¿Me llamaron solo porque tú me recomendaste? ¿Lo hiciste porque te lo pidió Oscar? —inquirió sintiéndose humillada.




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