Roberto pensó que estarían más cómodos en una mesa, pero a Adriana le gustaban las barras de los bares y tener sus tragos a mayor disposición así que volvieron a esta y se sentaron uno al lado del otro. Entre más miraba su perfil, Adriana pensaba que era por mucho el hombre más agradable con el que se había topado en un largo tiempo. En realidad, eso fue lo que la hizo recordar quién era de entre las muchas personas que conoció acompañando a Daniel a los eventos del grupo empresarial.
A Roberto en especial lo identificaba porque lo había visto fungir como maestro de ceremonias en aquella ocasión, y un hombre tan apuesto era difícil de olvidar.
—¿Esperabas a alguien? —Le preguntó él sintiendo la intensidad de la mirada femenina encima y congratulándose por eso sin llegar a externarlo.
—Sí, a un amigo, pero su trabajo le impidió llegar o eso dijo. Como sea, ya no importa —explicó ella dando un sorbo al trago que había pedido, una deliciosa margarita que saboreaba con especial dedicación.
A Roberto lo hizo sonreír la forma en que le restaba importancia al asunto cuando su apariencia no era la de quien iba al encuentro de un simple amigo. Sin embargo, él tampoco quería pensar mucho en eso pues gracias a la situación había tenido la suerte de terminar compartiendo un trago con ella.
—Admito que hace un rato me sorprendiste un poco. No creí encontrarte aquí y todavía no logró recordarte bien de las reuniones del Grupo Urriaga.
—Por favor no te preocupes por eso, lo mencioné solo para que no creyeras que estaba tratando de seducirte —Su honestidad provocó nuevamente una discreta sonrisa en su acompañante —Lo cierto es que no quiero acordarme de esos eventos y mucho menos de la persona a la que solía acompañar.
—Entiendo, tampoco sabía que estaban divorciados. Lo siento mucho.
—Bueno, no es como si fuera algo que anunciarían en los tableros de la empresa y más que divorciados estamos separados; aunque estoy segura de que Daniel debe actuar como si nada hubiera pasado, es increíblemente bueno disimulando.
Adriana quiso morderse la lengua, no solo había mencionado ya dos veces en esa noche el nombre de su expareja, sino que le comentaba detalles muy personales a alguien que era más un desconocido; o los tragos estaban afectando su juicio o Roberto le inspiraba demasiada confianza, quiso pensar que era lo primero porque lo segundo la hacía sentir vulnerable.
—Eso es algo que no puedo asegurar, no lo traté lo suficiente. Además, yo no era más que un simple coordinador, mientras que él era la cabeza de todo el grupo.
—¿Por qué hablas en pasado? —indagó Adriana intrigada.
—¿No lo sabes? —respondió él sorprendido de su desconocimiento y dándose cuenta de que no solo estaba separada de Daniel, sino que al parecer había cortado toda comunicación con él (era lo único que explicaba que no supiera lo sucedido poco menos de dos años atrás). Acto seguido, carraspeó un poco para despejar sus dudas —Entonces trataré de ser breve. En mi caso dejé de trabajar para Grupo Urriaga hace un año y medio; y en el del director Quintero, bueno, él tuvo que renunciar hace casi dos años.
—¿Tuvo que renunciar? —Adriana parecía cada vez más asombrada con lo que escuchaba y logró poner nervioso a su acompañante; presentía que lo que estaba a punto de decirle no era algo que le correspondiera a él.
—Sí, luego de lo sucedido.
—Discúlpame, Roberto, pero no estoy entendiendo nada ¿Qué fue lo que sucedió?
—Fue una noticia a nivel nacional. Me parece un poco extraño que no te hayas enterado.
Tal vez Roberto tenía razón y era extraño que no lo supiera; pero luego del accidente Adriana había estado sumida en una terrible depresión en la que el mundo se convirtió en un lugar lejano que no tenía deseos de visitar. La mayoría de lo acontecido durante esos seis meses le era completamente ajeno.
—Digamos que estuve un poco ausente, pero ¿podrías decirme qué fue lo que pasó?
Roberto asintió. Por esa noche no tenía nada mejor qué hacer que disfrutar de la grata compañía de esa hermosa mujer. Entonces le relató como dos años antes, unas semanas luego del accidente que ella tuvo, el corporativo para el que trabajaban Daniel y él se había visto envuelto en un escándalo empresarial.
Dedicada a la fabricación y distribución de acero, la empresa había falsificado los datos sobre la calidad de sus productos. Las adulteradas pruebas de calidad afectaron a centenares de importantes clientes e incluso se investigó que fueran las causantes de graves riesgos en la estructura de autos y construcciones que se fabricaban con sus productos. A causa de eso fue realizada una minuciosa investigación interna para aclarar la situación que arrojó que las empresas afectadas eran el triple de lo que se había pensado al principio.
Las pruebas falsificadas además tenían varios años realizándose y se presumió que alteraron la resistencia y duración de varios subproductos que ya eran difícilmente rastreables como para retirarlos del mercado. En pocos días, las acciones del Grupo Urriaga cayeron estrepitosamente significando graves pérdidas.
Al final se concluyó que hubo decenas de involucrados dentro de la empresa en la falla y ningún responsable claro salió a la luz; pero como alguien tenía que responder por lo sucedido, fue Daniel el que tuvo que entregar su renuncia.