El inclemente nerviosismo se acumuló en el pecho de Gaby haciendo que su corazón latiera ligeramente más acelerado que de costumbre. Le habría gustado atribuir su inquietud únicamente a la incertidumbre de enfrentarse luego de cinco años nuevamente al mundo laboral; pero lo cierto era que lo que la estresaba realmente era pensar en que Adriana o alguien de su familia se diera cuenta de que Oscar y ella habían vuelto a tener comunicación con Daniel.
En casa de sus padres lo habían querido mucho. No obstante, su hermano mayor Toño siempre le mostró hostilidad que ella sabía se debía más a un celo profesional y también a lo posesivo que podía comportarse con las mujeres de su familia. Por eso, cuando sucedió el accidente de Adriana, su hermano no dudó ni un momento en convencer a sus padres que Daniel era el culpable (y eso que ignoraba lo de la infidelidad). Toño había logrado su cometido y todavía no llegaba la hora de que en su familia mostrasen al menos indiferencia al recuerdo de Daniel.
Y ahí estaba ella, camino a trabajar con el hombre que detestaban sus padres y hermanos. Respiró hondo pensando que era por el bien de su propia familia y se concentró en mantener la calma para mostrarse capaz con sus nuevos compañeros. A Yuly en especial no quería defraudarla dada la confianza que había puesto en ella, así que estaba decidida a dar lo mejor de sí. En casa había dejado todo en orden desde el día anterior y su madre aceptó cuidar de Leo por las tardes luego de pasar por él a la escuela; siendo su nieto más pequeño sus padres lo adoraban así que por lo pronto la convivencia diaria sería algo que disfrutarían los tres y eso la tranquilizaba.
Una vez que llegó a la casona y tocó, se sacudió cualquier miedo antes de entrar. Adentro el ambiente era tan cálido como lo recordaba de su visita anterior; era el lugar más increíble en el que hubiera trabajado así que se terminó de convencer de lo correcto de su decisión. A Daniel no esperaba verlo mucho, pero de hacerlo intentaría mostrarse indiferente; lo que menos quería era dar una mala impresión al resto a causa de conflictos familiares ajenos a ellos.
Para su fortuna, Daniel no se encontraba ahí y fue Karen quien la recibió. Una a una fue recorriendo junto a ella las diferentes oficinas que se encontraban habilitadas en cada una de las habitaciones del piso de abajo. En primer lugar, conoció a Gustavo y Leonardo, integrantes del equipo de desarrollo; ambos eran muy serios, pero lo atribuyó a lo concentrados que parecían en su trabajo cuando ellas llegaron. Luego visitaron a Jessica, una agradable joven que estaba cursando los últimos semestres de la licenciatura de contabilidad y que ayudaba a Karen con todos los asuntos administrativos y contables de la empresa como parte de sus prácticas profesionales.
La siguiente oficina fue en la que trabajaban Yuly y Hugo; a Gaby no le costó mucho adivinar que eran pareja y le parecieron una de las más lindas que había visto. Yuly volvió a reiterarle lo dicho en la entrevista del viernes, haciéndola sentir confiada en que todo saldría bien. Por último, llegaron a una de las habitaciones al fondo del patio interior; el ambiente era bastante relajante pues por los vidrios de la puerta doble se podía admirar la fuente de cantera que adornaba el patio. Ahí, Karen le presentó a Martín, el diseñador del equipo. Era muy joven, lo que la sorprendió en un primer momento; aunque considerando que Yuly también lo era siendo una de las dueñas de la empresa, le encontró el mayor sentido a que le diera oportunidad a los nuevos profesionistas.
—Estarás trabajando con Martín durante las dos primeras semanas, él será el encargado de tu capacitación —le dijo Karen.
—Espero ser un buen capacitador —bromeó Martín sonriéndole; a Gaby le pareció un chico encantador.
—Estoy segura de que lo serás, solo no te desesperes mucho conmigo.
—Claro que no, soy muy paciente ¿Verdad, Karen?
La mujer solo asintió mirándolo con una complicidad que desconcertó un poco a Gaby, le pareció que eran mucho más cercanos de lo que cabía entre compañeros de trabajo, pero no quiso pensar mucho en eso. La mañana apenas comenzaba y le esperaba un largo camino para ambientarse.
Por las siguientes horas, Gaby se quedó al lado de Martín. Él le terminó de decir todo lo que necesitaba saber; desde donde encontrar agua o alguna merienda, hasta la habitación donde guardaban suministros y tenían los equipos de copias e impresión. Sus labores ese día fueron las de conocer su nuevo sitio de trabajo. Para cuando llegó a casa de sus padres por Leo se sentía muy complacida con su decisión de aceptar la propuesta de trabajo de Yuly. Si Daniel regresó o no a la oficina, ella realmente no lo supo y lo agradeció; entre menos tratara con él sería mucho mejor.
Y así fue por las siguientes tres semanas. Gaby llegó a pensar que Daniel la evitaba a propósito; algo que ella no comprendía del todo pues, aunque la empresa era pequeña, él seguía siendo el director y no tenía la obligación de tratar de hacer su estadía más cómoda (suponiendo que esa fuera la razón). A excepción de un par de reuniones, no lo había visto mucho; tampoco había logrado averiguar sobre su llegada a la empresa. Poco después supo que incluso había dejado de comer con el resto del equipo, confundiéndola todavía más al no saber interpretar esos gestos. Pero como tampoco quería acercarse a él para preguntarle, decidió disfrutar del espacio que le ofrecía para convivir con sus compañeros y terminar de aclimatarse.
Daniel y sus motivos dejaron de importarle a Gaby luego de un mes de su llegada. Mucho más cuando Martín de a poco fue cediéndole las responsabilidades del puesto para el que había sido contratada y que el joven había desempeñado hasta entonces a la par del resto de sus obligaciones.