Mis queridas lectoras, espero que disfruten especialmente este capítulo y lo consideren un regalo junto a mis mejores deseos para sus vidas. Que siempre sepan lo que tienen, lo que quieren y a donde quieren llegar; porque escucharnos a nosotras mismas es vital para nuestra salud emocional y mental. Un abrazo cariñoso.
Después de lo sucedido con Roberto, Adriana supo que su relación había tomado otro sentido que implicaba mayor seriedad y cierto compromiso así que esa semana iniciaron una especie de rutina que trataban de cumplir pese a las múltiples ocupaciones de ambos. Lo que no faltaba eran las llamadas al iniciar y terminar el día, también estaban muy presentes las conversaciones por mensaje de texto que fluían en los ratos libres. Sin embargo, una vez que el fin de semana llegó, Adriana tuvo que declinar la invitación de Roberto a salir y tampoco quiso verlo.
Ni ella misma se entendía, él era un hombre tan escandalosamente apuesto que cualquiera estaría más que dispuesta a disfrutarlo. Tal vez precisamente era eso lo que la obligaba a rechazar la idea de verlo otra vez. Para justificarse a sí misma usó como excusa un diplomado en línea que acababa de iniciar y le dijo a él que lo que debía estudiar era demasiado, así que pospusieron el verse para el siguiente fin de semana. El resto de los días le resultó más sencillo rehuir a los intentos de Roberto por visitarla. Él ya comenzaba a impacientarse, pero como también estaba bastante ocupado en el trabajo y con los intentos de su hermano de aprovecharse de la buena voluntad de sus padres, no quiso presionarla.
Llegado el viernes y esperando que en esa ocasión no fuera rechazado, Roberto la invitó a un evento empresarial que se celebraba anualmente y en el que se premiaban las mejores iniciativas de emprendimiento, así como también se daban a conocer las empresas que mayor crecimiento habían tenido en el último año bajo el acompañamiento de otras más grandes. La ocasión ameritaba ir de gala así que luego de aceptar gustosa el ofrecimiento que a ella misma le servía como trabajadora independiente dueña de su propia marca, Adriana se preparó lo mejor que pudo. Como disfrutaba lucir su figura, se dio el lujo de comprarse un vestido especial para esa noche.
Era algo que hacía más para sí misma que para su acompañante, pero cuando le abrió la puerta esa noche en las pupilas masculinas quedó grabada la imagen de ella vistiendo el espléndido atuendo de negro satén sedoso. Los ojos de él detallaron con particular interés el profundo escote en V que permitía ver el inicio de la elevación de sus pechos y que lo hizo recordar cuando pudo acariciarlos.
—Te ves maravillosa, tanto que no sé si mejor pedirte que nos quedemos aquí —se atrevió a externar y aunque las comisuras de la boca femenina se elevaron intentando dibujar una sonrisa, por su gesto renuente y mirada esquiva supo que la idea no le resultaba agradable pese a que él también lucía tremendamente bien con su traje de gala negro.
—Tal vez después —fue la tibia respuesta en tanto lo invitaba a pasar y daba media vuelta en busca de su abrigo.
La visión de la espalda abierta con tirantes cruzados a la altura de los omoplatos que se le presentó entonces lo dejó prendado de la tentadora piel que quedaba al descubierto antes de que fuera cubierta. Después, ambos salieron rumbo al vehículo de Roberto. Adriana caminaba como una diosa, al ritmo de la ondulación de la falda asimétrica en capas de su vestido junto a las doradas zapatillas abiertas de tacón que elevaban sus pies; verla resultaba una delicia.
Roberto se sentía verdaderamente afortunado de tenerla como acompañante. Sin embargo, una vez que abordaron el auto reflexionó en esa inexplicable falta de interés de su parte que lo intrigaba a la par que le enfadaba porque si algo tenía claro era que las mujeres no solían ser inmunes a sus encantos. Tampoco pensó que su encuentro hubiera sido tan terriblemente mediocre como para no desear repetirlo; ella lo disfrutó tanto como él así que menos entendía los motivos. Empero, no era momento para reclamos así que arrancó el motor y se puso en marcha hacia el lugar de la cita.
Arribaron a su destino cuando la mitad de los casi doscientos invitados ya estaban dentro y acomodados en sus respectivas mesas; la elegante decoración de estas y el ambiente iluminado con cálidas luces le daba un toque distinguido al salón del hotel en el que tuvo lugar. En la enorme entrada, los interceptó un joven parte del staff de los organizadores y en tanto Roberto le daba el nombre de la empresa que representaba, Adriana recordó porque la casualidad no dejaba de jugarle malas pasadas. A unos metros de frente, sus ojos se cruzaron con los del hombre que tan sorprendido como ella por encontrarla ahí, se deleitaba contemplando el contraste de su hermoso vestido negro con el claro de su piel.
Daniel tampoco pensó cruzarse en ese sitio a la mujer en la que había estado pensando con avivada insistencia, pero viéndola tan cerca no pudo evitar recorrer cada detalle de la magnífica vista que sin que lo esperara se le presentó. El peinado alto que recogía su cabello castaño hacía irresistible pensar en el largo y delgado cuello que en innumerables noches su boca recorrió plantando besos destinados a encenderle la piel. Sus labios rojos carmín también asaltaron su mente estimulada por aquel encuentro que de inmediato puso en ebullición todos sus sentidos.
Para Adriana el impacto no fue más llevadero, Daniel vestía un elegante traje gris que la hizo recordar pasados y mejores momentos a su lado que su cuerpo ingrato remembró enviando estímulos a cada rincón. Lo peor era que pese a todo, le seguía resultando tan avasalladoramente atractivo que sus ojos no pudieron rehuir el contacto hasta que lo vio avanzar en su dirección. Entonces, cayó en la cuenta de que no estaba solo, sino que lo acompañaba una hermosa y joven mujer de cabello teñido con un llamativo tinte rosa que combinaba con su sencillo, aunque no menos hermoso vestido.