Bajo las cenizas

25. Atando cabos

El par de uniformados entraron a la enorme tienda con las manos en el cinturón donde portaban la funda con el arma de fuego y el radio comunicador. Sus pasos firmes captaron enseguida la atención de clientes y empleados; que un par de policías llegaran y vieran a todos lados suspicazmente en tanto avanzaban al módulo de atención del lugar era inquietante para cualquiera. Uno de los vendedores de piso se acercó a preguntarles si podía ayudarles en algo con la esperanza de que estuvieran ahí como clientes y no como representantes de la ley. Ellos únicamente le hicieron una seña con la mano para que se apartara y llegaron hasta donde pensaron podían encontrar a quien habían ido a buscar.

—Buenas tardes —dijo la mujer policía mientras su compañero miraba desde detrás de ella a la joven que nerviosa los veía fijamente —Estamos buscando a la señorita Yadira Mora ¿Podría llamarla?

—¿Yadira? —repitió ella y un carraspeo se escapó de su garganta —Claro, la llamaré. —aseguró para enseguida desaparecer por la puerta a su espalda que daba a las oficinas del negocio.

Por supuesto a nadie le gustaba que la policía la buscara en su empleo y Yadira no era la excepción; cuando su compañera le dijo lo que ocurría, no dudó en escabullirse por los almacenes hacia la zona de carga y descarga de mercancía que daba a la calle detrás de la tienda en la que trabajaba desde hacía medio año. Los empleados que se fue topando en el camino la miraron intrigados al reconocerla como la atractiva secretaria de la gerencia. Los más discretos la saludaban antes de que sus ojos se quedaran prendados de los prominentes pechos que resaltaba su blusa acinturada; otros simplemente se perdían en las curvas de su cadera y el trasero bajo la tela ajustada de su pantalón de vestir que era imposible ignorar.

Yadira los maldijo a todos porque justo en ese momento lo que menos necesitaba era lidiar con la obscenidad de los pensamientos que reflejaban sus miradas. Para pasar lo más rápido posible el amargo momento aceleró sus pasos, si tan solo los tacones de sus zapatos no hubieran resonado tanto seguramente le habría sido más sencillo pasar desapercibida. Una vez que llegó a uno de los andenes de carga, disminuyó su velocidad para evitar caer en tanto bajaba por la rampa y se dirigía a la salida. No obstante, apenas puso un pie en la acera supo que se había sentido a salvo demasiado pronto.

—¿Yadira Mora? —cuestionó una voz femenina a su lado.

Ella se paró en seco pensando que era la oficial de policía de la que su compañera le habló, pero al detallarla bien se encontró a una desaliñada mujer que la miraba con gesto triunfante.

—¿Y usted quién es? —respondió retadoramente.

—Alguien que necesita que responda unas cuantas preguntas.

—¿Ah sí? Pues toma tu turno linda, porque voy de salida —exclamó con sarcasmo para emprender su retirada.

Con descaro pasó a un lado de la desconocida solo para ver como el par de uniformados que la habían estado buscando daba vuelta en la esquina y avanzaba en su dirección. Pensando que todavía tenía una oportunidad volvió a dar media vuelta solo para toparse con la fiera mirada de Diana a escasos centímetros de frente a ella.

—El turno ya lo tomé. Ahora, será mejor que nos acompañe por las buenas o puede hacerlo por las malas. Es su decisión.  

La sola advertencia hizo languidecer a Yadira; pese a no tener idea del asunto que esos policías tenían con ella, aceptó seguirlos hasta la patrulla. Ahí, Diana le abrió la portezuela de atrás para que abordara e hizo lo mismo tras ella mientras que la pareja de policías se quedaba vigilando afuera del vehículo.

—¿De qué quiere hablar? —indagó ansiosa y sin atreverse a ver a la cara de la desconocida que no dejaba de escudriñarla con una mirada verdaderamente irritante.

—No está aquí para hacer preguntas sino para responderlas —Diana esperaba ponerla todavía más incómoda; la gente nerviosa solía soltar la lengua más fácil.

Yadira resopló fastidiada y miró por la ventanilla de su lado. Tuvieron que pasar varios segundos antes de que su acompañante decidiera hablar.

—Dígame Yadira, viéndola le puedo asegurar que son muchos los hombres que harían cualquier cosa para poder pasar un rato con usted.

—Sí claro, ¿Y eso es un crimen?

—Por supuesto que no, solo estoy tratando de entender —Diana se inclinó hacia ella y ladeó un poco la cabeza buscando la mirada que Yadira se negaba a devolverle —La investigamos ¿Sabe? Especialmente lo que hizo hace dos años y medio, y todavía no entiendo porque una mujer con su escasa preparación académica logró acceder al puesto de asistente de la dirección general en una empresa tan exigente con todos sus empleados como Grupo Urriaga. Lo más extraño es que antes de eso ni siquiera había solicitado empleo ahí ¿Es qué acaso la llamaron especialmente a usted siendo que tenían muchas mejores opciones?

—¿Y qué si así fue? A los hombres importantes les gusta tener cerca mujeres que les alegren la vista. Además, únicamente estaba como asistente temporal porque el anterior había renunciado —refutó con aire de superioridad que hizo sonreír burlonamente a Diana.

—Entonces ¿Eso era lo que hacía en Grupo Urriaga? ¿Alegrarle la vista al hombre a cargo? Debió ser entretenido para usted —la insinuación y el gesto socarrón de la mujer hicieron resoplar de fastidio a Yadira —¿O no? —agregó esta al ver su expresión de desagrado.




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