Bajo las cenizas

33. Tratando con el desagrado

Por varios días con sus noches, Diana revisó cuidadosamente la información que Manuel le proporcionó. También corroboró alguna de primera mano indagando un poco más acerca de Grupo Urriaga y la gente que lo representaba. Para finalizar, logró localizar a la persona que le había dado las instrucciones a Yadira sobre lo que tenía que averiguar de la investigación que realizaba de Daniel; no era la misma que había contactado a la mujer para el trabajo lo cual la hizo suponer que era a la primera a la que tenía que vigilar para seguir avanzando; sin duda era el más cercano al siguiente nivel.

En algún momento y pese a no querer tuvo que parar; los recursos con los que contaba eran cada vez más escasos así que tenía que pedirle su cooperación a Daniel sino quería quedarse sin comer, solo esperaba que él siguiera dispuesto a continuar. Le había parecido extraño que al llamarlo antes para decirle que había encontrado a Yadira, él no hubiera mostrado intención de saber más del asunto, por lo que dedujo que ya no debía necesitar la información que le pidió tan desesperadamente en un inicio. Eso la puso de mal humor, si algo le molestaba era que la hicieran perder su tiempo y si siguió adelante fue solo por lo involucrada personalmente que se encontraba.

Era casi final de semana cerca de la medianoche cuando llamó a Daniel por sexta ocasión en el día; él había estado ignorando sus mensajes y llamadas instigándola a buscarlo con mayor ferocidad. Su esfuerzo rindió fruto y pese a que tardó en responder, al final lo hizo. Por el tono adormilado de su voz, su interlocutora supo que lo había despertado; poco le importó, se lo merecía por no atenderla antes. Estaba verdaderamente molesta con él y sin contemplación, le exigió verlo. A él no le agradó la propuesta, el siguiente era día laboral y el único sitio donde podían encontrarse a esa hora era su propia casa o algún establecimiento de veinticuatro horas al que estaba poco dispuesto a salir en medio de la noche.

—Si no me quiere ver ahora, iré a su trabajo y sabe que no sé ser discreta. Usted decida —le advirtió. Al otro lado, Daniel se lo pensó dos veces antes de aceptar recibirla o de negarse rotundamente.

A regañadientes pensó que lo mejor era ceder y media hora después, la tuvo en la puerta de su hogar. Mientras esperaba a que le abriera, Diana dio un vistazo alrededor. Era un barrio bonito, de ese en el que a los padres de familia les gusta ver crecer a sus hijos. Ella había pasado su infancia en un lugar muy distinto y la diferencia la puso un poco nostálgica. Tenía semanas sintiéndose así, desde que supo de la muerte de su padre. Al parecer, el tipo podía afectarla más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—¿De verdad no podía esperar a mañana en la tarde? —Le cuestionó el hombre que había ido a ver sacándola de su abstracción una vez que le abrió la puerta y la invitó a pasar.

Diana lo vio de pies a cabeza, las ropas de dormir contrastaban con la otra imagen que tenía de él; aunque incluso con tan poca presentación no dejaba de ser un hombre bastante atractivo. Pensándolo, sonrió para sus adentros; si tan solo su actitud hacia ella no fuera tan desagradable hasta le daría remordimiento importunarlo.

—No. —Fue la seca respuesta. Acto seguido, la inoportuna visitante entró mirando de un lado a otro antes de dejarse caer en el primer sillón que encontró. Su anfitrión se sentó en el sofá frente a ella y espero a que hablara. —Le llamé dos veces antes y pese a decirle que tenía algo sobre Yadira Mora usted no aceptó verme. Sin embargo, parece que no le gustó la idea de que lo buscara en su trabajo. ¿Acaso es por qué ya volvió con su exesposa?

Justo cuando creía que Diana no podía ser más irritante lograba serlo; Daniel solo la miró sombríamente esperando que comprendiera que no quería responder a su cuestionamiento. Por supuesto Diana lo hizo, pero si algo disfrutaba era fastidiar a los demás, especialmente a aquellos que no le agradaban, por lo que aguardó paciente la respuesta.

—Sinceramente, no creo que sea de su incumbencia —exclamó él al fin.

—Puede que no, pero eso sería menos motivación para usted y necesito apoyo para continuar la investigación, sobre todo económico.

—Ya veo…

Lo cierto era que Daniel tenía muy pocas ganas de seguir hurgando en los malos manejos cometidos en el grupo empresarial; lo único que le interesaba era reconstruir su relación con Adriana y dejar al pasado con sus fantasmas muy lejos de ambos. Diana notó sus dudas enseguida y una rabiosa mueca se dibujó en sus labios torcidos.

—No creo que necesite recordarle que el trato fue que me ayudaría si encontraba a Yadira para usted. Cumplí con mi parte y en realidad creo que le interesará escuchar lo que ella tenía que decir sobre lo que sucedió esa tarde hace dos años. 

Sin agregar más, Diana puso a correr la grabación de la conversación con la mujer que guardaba en su móvil. Al terminar de escucharla, Daniel tenía la expresión tensa y veía a otro lado con los puños apretados y el izquierdo sobre su boca; la sien le palpitaba ligeramente y una punzada caliente comenzaba a adueñarse de su cabeza. Nunca se sintió tan furioso en toda su vida; el sufrimiento que había provocado el cinismo de Yadira y su cómplice le reanimó el deseo de encontrar a quien estaba detrás de todo, más lo hizo al reconocer uno de los nombres de los otros involucrados que mencionó la mujer. Diana sonrió viendo que había logrado su objetivo.

—Ahora Daniel, dígame, ¿Por qué fue tan imbécil para investigar?




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