Bajo las cenizas

35. Alianzas

Una tarde de convivencia le bastó a Adriana para comprobar que lo que decían Gaby y Daniel de Yuly era todo cierto. Pese a que la joven era muy poco expresiva y bastante reservada, su carácter gentil traspasaba la barrera de los prolongados silencios que inundaban las interacciones con ella. Sin embargo, tardó poco en concluir que esa característica era parte de su forma de ser, y no consecuencia de lo desagradable e injusta que fue ella cuando se conocieron; también notó que Yuly estaba lejos de sentirse agraviada por aquello, sin duda poseía la capacidad de comprensión de quien ha vivido mucho pese a ser la de menor edad del grupo. Además, el que Gaby y su otra compañera estuvieran presentes ayudó a que la conversación fluyera hasta terminar en bromas y confesiones de todo tipo.

Hablaron de sus vidas en medio de la complicidad que aparece con las buenas amigas, y también un poco de los hombres con los que compartían sentimientos. Gaby y Karen tenían hijos así que fueron tema importante de la tarde que pronto se volvió noche; si alguna esperaba llegar temprano a sus hogares ese día su expectativa se quedó lejos de la realidad. Tampoco les disgustó, por diferentes motivos las cuatro necesitaban de la contención y confianza que les brindaba el espacio que estaban compartiendo. Adriana no recordaba cuánto tiempo había pasado desde la última vez que habló tan afablemente con varias mujeres a la vez; las únicas con las que protagonizó por separado más allá de conversaciones triviales o de trabajo en los últimos años fueron Gaby y Alejandra, por la que casi desde el primer instante sintió una simpatía que fue bien correspondida. Por lo anterior, estar ahí la hizo sentir plena y relajada.  

Casi al final de la velada, lo que platicaban acerca del trabajo le dio la oportunidad que había estado buscando para compensar su mal comportamiento inicial con Yuly. La pequeña empresa en la que sus tres acompañantes trabajaban haría un open house para sus clientes y las familias de sus colaboradores, por lo que Karen estaba muy ocupada en su organización. A la mujer le faltaban algunos detalles y uno de ellos era alguien que inmortalizara el evento en imágenes, por lo que Gaby y ella de inmediato contemplaron a Adriana. Ella aceptó sin pensarlo y aunque no lo dijo en ese momento, le haría un descuento significativo a la empresa además de esforzarse al máximo para que las fotografías de ese día quedaran espectaculares. Le hubiera gustado poder ofrecer el servicio gratuitamente, pero era algo que no podía permitirse, así que aparte de aceptar buscó el mejor momento de expresarle su arrepentimiento a Yuly con palabras. Al ver que su disculpa fue aceptada con agrado, tuvo deseos de abrazarla que al final guardó para sí misma. Yuly podía ser amable, pero también una persona a la que no le era fácil entrar en confianza, así que Adriana dejó para otra ocasión las muestras de efusividad.

Ese día terminó tan avanzada la noche que Adriana se lo pensó dos veces antes de llamar a Daniel; había quedado de verlo después, pero estaba cansada y con ganas de dormir, e imaginó que él también. Al final solo le envió un mensaje diciéndole que lo vería después. Era lo mejor considerando que todavía no pensaba bien lo de la investigación que él estaba llevando a cabo con ayuda de esa mujer que ella no conocía y a la que realmente tenía pocas ganas de ver. Le bastaron un par de días para estar clara que la decisión de seguir o no era de Daniel, y que a ella lo único que le correspondía era apoyarlo. Lo que había sucedido había sido injusto para él y los afectó de forma tan irreversible, que le pareció un deseo legítimo querer saber al menos los nombres de los verdaderos responsables.

También pensó de qué forma podía ayudarlo a que su nombre dejara de ser el del culpable de una enorme negligencia empresarial, y recordó que conocía a la persona que podía al menos plantear la duda. Sin embargo, no pensaba hacer nada relacionado al asunto sin consultárselo y así lo hizo la siguiente vez que se vieron. Daniel se tomó su tiempo para aceptar la propuesta de Adriana, quería estar seguro de tener los elementos para enfrentar las posibles consecuencias y, además, aunque no le agradaba la idea, tenía que consultarlo con Diana y conocer su opinión pues era la más involucrada.

<<Si pueden háganlo, meter humo al nido hará que las ratas se muevan y hagan más visible la presencia de la mayor.>> Fue todo lo que le dijo la exagente.

Pese a que le desagradaba la mujer, Daniel confiaba en ella y tenían las suficientes pruebas para defenderse si Grupo Urriaga se ponía intransigente. Una vez que tuvo su anuencia, Adriana buscó a quien esperaba pudiera ser su aliado. Lo citó en una cafetería cercana al trabajo de él. Aunque lo prometió, no estaba segura de que acudiría al encuentro; así era él, tan inestable en las relaciones humanas que cuando lo conoció poco más de un año atrás, dejó de pensar en posibilidades románticas y simplemente se quedó con una curiosa amistad que por algunos meses los unió a ambos.

Justo antes de perder la esperanza de obtener el apoyo que buscaba, lo vio aparecer y luego de que la saludara con la mano desde la entrada del establecimiento, lo tuvo a un lado instándola a ponerse de pie para darle un efusivo abrazo.

—¡Te ves mejor que nunca! —Le dijo él apenas la estrechó entre sus brazos. Ella se revolvió un poco para liberarse y le aceptó el beso en la mejilla antes de que ambos tomaran asiento uno frente al otro.

—Exageras, pero dime ¿Cómo has estado, Ignacio? —correspondió para iniciar aquella conversación que en su caso tenía un objetivo claro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.