Bajo las cenizas

39. Reticencia

Adriana terminó de preparar las fotos digitales e impresas que entregaría a la empresa de Yuly; estaba emocionada porque todo había salido mejor de lo que esperaba durante el Open house.

<<Y cómo no con semejante inicio>>, se atrevió a pensar sonriendo para sí.

Recordarlo la hizo suspirar antes de ponerse en marcha hacia la casona. Fue Karen quien la recibió una vez que estuvo ahí. La saludó con un cálido abrazo que Adriana agradeció; era fácil sentir simpatía por ella, tanto que ansiaba repetir la salida que tuvieron junto a Gaby y Yuly. Después de un breve intercambio de palabras, la hizo pasar a la sala de reuniones en la que no tardó en unírseles Yuly. Entre las tres revisaron el trabajo de Adriana; ver la complacencia en el gesto de ambas la hizo sentir satisfecha. Al menos la apasionada travesura que protagonizó junto a Daniel no había afectado tanto su concentración. Estuvo con ellas por casi una hora; y aunque tenía otros compromisos, no quería irse sin ver al hombre que le provocaba suspirar de nuevo, por lo que no dudó en preguntarle a Karen por él.

—Karen. ¿Crees que pueda pasar a saludar a Daniel?

La mujer hizo un gesto apenado antes de hablar.

—Lo siento Adriana, él no está aquí. Le pidió a Yuly permiso para salir por un asunto personal.

—Ah, entonces todavía no regresa. —Exclamó decepcionada. Daniel le había dicho de su cita con la representante legal de Grupo Urriaga, pero tenía la esperanza de que su visita coincidiera con el regreso de él. —En ese caso no te quito más tiempo, nos vemos después.

De vuelta en su auto, tomó su móvil y le envío un mensaje a su esposo. Por algún motivo se sentía sumamente inquieta y quería estar segura de que todo estuviera bien.

<<Hola querido, ¿Cómo te fue? ¿Aún estás en Grupo Urriaga?>>

La respuesta tardó en llegar lo suficiente para ponerla nerviosa.

<<Hola amor. Ya no, tuve que ir a otra parte. En la noche que nos veamos te cuento todo. Te amo.>>

Si no le había dicho más era porque seguramente estaba ocupado. Por un instante, la Adriana insegura del pasado quiso tomar control sobre ella, pero no se lo permitió. Confiaba en Daniel, no volvería a dudar de él. Para terminar de calmarse, respiró hondo varias veces y puso en el estéreo de su auto su música favorita. Ella también tenía trabajo programado por lo que restaba de tarde; pensando en eso arrancó su auto y se dispuso a ir al lugar de la celebración que le tocaba fotografiar ese día.

 

En la mesa de la cafetería en la que se había encontrado con Maribel, Daniel se revolvió un poco incómodo en su asiento antes de guardar el móvil por el que acababa de enviarle el mensaje a Adriana. La mujer frente a él lo observaba atentamente sin decir palabra. Su cabellera rubia y ojos verdes, además de sus agradables facciones en conjunto con su elegante presencia, destacaban en el establecimiento al grado de llamar la atención de algunas indiscretas miradas masculinas.

—¿Estás con alguien? —Daniel únicamente asintió, reticente a aquella reunión de la que todavía no sabía qué esperar. —¿Puedo saber con quién?

—Con la única que podría estar.

Maribel resopló con cierta decepción y le dio un sorbo al capuchino en la taza que sostenía entre sus manos y que había ordenado unos minutos antes.   

—Es curioso que hayas vuelto con la mujer que te abandonó. Nunca fuiste de los hombres que daba segundas oportunidades. Al menos no en el ámbito personal, sé que en el laboral eres mucho más condescendiente.

—Ella no me abandonó, sufrió un accidente en el que casi muere.

—Y después no quiso saber más de ti, justo en el momento en que perdiste tu trabajo. Fue bastante conveniente de su parte.

La insinuación enfadó a Daniel y lo hizo mirar hacia arriba con desagrado. Comenzaba a pensar que haber respondido la llamada había sido una pésima idea.

—No vuelvas a hablar así de mi esposa, o no te responderé más sin importar lo que pase —sentenció duramente, tras un largo instante en el que meditó seriamente si retirarse del lugar o permanecer ahí.

—Lo lamento, no quise ofender. Solo espero que haya dejado de ser la niña inmadura que era hace nueve años cuando nos la presentaste. —Maribel tragó saliva al ver como centellaban nuevamente los ojos del hombre frente a ella. —Daniel, aunque no lo creas, siempre hemos querido lo mejor para ti. Después de todo somos tu familia.

—Mi familia es Adriana, así que te pido me digas de una vez a qué has venido. Tengo que volver al trabajo —dijo tomando la taza de café en la mesa frente a él para darle un trago y no mirar a Maribel. Pensó lo increíble que era como alguien con quien había crecido podía parecerle tan lejano y desconocido.

Maribel no siempre había sido así, era su hermana menor y en un tiempo fueron inseparables. Eso cambió poco a poco cuando él decidió irse de la casa paterna agobiado por las exigencias de su padre; y por su parte, ella se quedó a satisfacerlas. Al final, su hermana se había vuelto tan parecida al progenitor de ambos que escucharla era como tener que tragarse las mismas palabras que por años tuvo que soportar mientras crecía.




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