Bajo las luces de noviembre (próximamente)

Capítulo 7 parte 2

Gia

Apago el teléfono cuando termino de hablar con Ethan, lo dejo a un lado de la almohada y me concentro en mirar el techo como si tuviera todas las respuestas de mis problemas y males, ¿No les ha pasado que se quedan embelesados mirando un punto fijo pero sin mirar al mismo tiempo? junto estoy así, mi vista está en el techo pero realmente no lo veo por estar pensando en otra cosa, como por ejemplo en ¿Cómo será mi día en el instituto?.

Solo quisiera que la tierra me tragara y me escupiera en las Islas Canarias, sería tan feliz por un día en ese paraíso pero no todo se puede en esta vida y toca acostumbrarse a lo que tenemos.

Quito las sabanas de mi cuerpo y caminó con toda la pesadez del mundo hacia el baño, me miro al espejo y las ojeras que me cargo me asustan pareciera que no hubiera dormido en meses y solo bebiera café, mis labios están resecos y partidos.

Una lágrima solitaria cae por mi mejilla pero la quitó rápidamente con el dorso de mi mano, dejo de verme en el espejo y me concentro en quitarme la ropa interior y meterme a bañar.

[...]

Termino de vestirme con la ropa que estaba enrollada en una esquina del closet, que es un pantalón azul celeste una franela blanca super ancha y unos tenis negros, solo me hice un moño alto desordenado, ni siquiera me maquille para tapar las ojeras deje mi rostro al natural, tomo mi bolso con las cosas dentro, tomo el telefono y bajo las escaleras hasta la puerta de salida hoy me apetece un ponqué con un buen té frio de la cafetería del señor Martín el cual queda por el parque.

Me coloco los audífonos y doy reproducir al playlist en modo aleatorio, nunca me gustó que las canciones se reprodujeran por orden, llega un punto en donde se torna aburrido, prefiero vivir con la curiosidad de cual va a sonar.

Camino con un paso un poco rápido hasta la cafetería pues no quería llegar tarde a la secundaria y que los profesores se quejara con el director y a su vez me llamaran la atención.

Llego con la respiración agitada y la lengua afuera luchando por coger algo de aire, abro la puerta y el delicioso olor a pan recién horneado llega a mi nariz y la boca se me hace agua.

Camino hasta sentarme en una mesa para una sola persona al lado de la ventana lo más cerca de las vitrinas, tomo una servilleta y empiezo a jugar con ella hasta que me atiendan.

Estoy tan concentrada haciendo una forma de origami cuando la voz de la mesera me sobresalta — Lo lamento no fue mi intención asustarte — se disculpa con la voz apenada.

—Tranquila — tomo una respiración profunda.

Ella sonríe más tranquila para proceder a sacar una pequeña libreta con bolígrafo de su delantal— ¿Qué vas a pedir?.

— Quiero un ponqué de chocolate con arequipe y un té frío de limón — ella anota todo es su libreta y se marcha, saco del bolso mi cuaderno de matemática junto con un resaltador naranja fosforescente y me pongo a marcar todos los temas que no entiendo lo cual es medio cuaderno ¿Por que sere tan mala en matematica?.

La chica vuelve a aparecer con el pedido en una bandeja, hago a un lado las cosas y ella pone mi ponqué y el te, agradezco y ella se marcha diciendo que si necesito algo mas puedo recurrir a ella.

Como todo en silencio hasta quedar llena, recojo las cosas guardándolas en el bolso y dejando un par de dólares en la mesa, me coloco el bolso en el hombro y salgo allí.

 

[...]

 

Llego justo a tiempo a la clase de matemáticas, el profesor no a llegado pero si los alumnos, hago caso omiso a sus miradas de desdén y me siento en el último puesto pegado a la ventana, miro todo el salon disimuladamente pero no hay señales de Oriana y mucho menos de Ethan.

Coloco el bolso en la mesa y apoyo la cabeza en el cerrando los ojos lo malo de quedar llena es que me entra un sueño del demonio y sin contar que casi no duermo, si sigo por este camino pronto me convertiré en un zombi andante con enormes ojeras y con apariencia de una vagabunda total pa lo que me importa.

Camila se acerca a mí con ese aire de "Soy la perra mayor así que todos deben obedecerme", me encojo en mi asiento cuando se para justo enfrente de mí, tenía la falsa esperanza de que estuviera equivocada y siguiera de largo ignorandome.

No la miro solo miro la ventana como si mi vida dependiera de ellos, creo que ni siquiera respiro o pestañeo, gruño cuando me toma del cabello y clava sus filosas uñas en mi cuero cabelludo, me gira el cuello hasta que su cara queda muy cerca de la mía.

— Miren nada más la ratita tuvo una mala noche — dice riendo y todos ríen con ella, me parece tan estúpido que lo hagan solo por que ella lo hace es como si fuera la abeja reina.

— ¿Que quieres Camila? — logro decir cuando encuentro mi voz.

— Ayer tu amiguito me dejó en ridículo frente a todos, así que debes pagar las consecuencias. — dice y seguido de eso escupe mi cara, cierro los ojos justo a tiempo, la saliva espesa y caliente se escurre desde mi mejillas hasta mis labios, los cuales están apretados. Ella suelta mi cabello alejándose, llevo las manos a mi cara limpiando toda la saliva, después de esto tendré que lavarme la cara y mano con cloro.

La miro caminar hasta su asiento contoneando sus caderas de manera exagerada, sus amigas ríen con ella y chocan los cinco como si hubiera hecho el mejor acto del mundo, mis ojos se llenan de lágrimas y un sollozo lucha por salir de mis labios así que con todo el valor del mundo me levanto del puesto con mi bolso en el hombro y camino hasta ella, ella deja de reírse para centrar su atención en mi.

Seguido de eso todo el salón se queda en absoluto silencio y estado de shock cuando mi mano impacta de manera ruda en un golpe seco en su mejilla, las amigas de ella jadean horrorizadas, Camila lleva su mano a la mejilla roja y con mi mano totalmente marcada, me doy medio vuelta y salgo corriendo de allí con el corazón a mil por hora junto con la ansiedad de no saber qué va a pasar a flor de piel.




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