Bajo los Faroles de Bourbon Street libro 1.

Capítulo 6: Acordes en la Penumbra

La mañana en Nueva Orleans siempre parecía surgir de forma distinta a cualquier otro lugar. No era solo el sol filtrándose entre las ramas de los robles ni el aroma a café con achicoria que flotaba en el aire. Era algo más, una energía sutil que parecía invitar a lo desconocido.

Clara se levantó con el corazón apretado de pensamientos. Desde la conversación con Lucille la noche anterior, algo en ella había cambiado. No era una certeza, pero sí un impulso. Uno que le decía que debía buscarlo. A él. A Liam.

Pasó por el café de la esquina y pidió un beignet para llevar, sabiendo que si intentaba desayunar sentada, cambiaría de idea. Necesitaba moverse. Necesitaba encontrarse con esa parte de sí misma que había comenzado a florecer desde la primera vez que escuchó aquella guitarra frente a la librería.

Caminó por Chartres, luego dobló por Royal. Cada paso la acercaba a Jackson Square, donde lo había visto por última vez. Su corazón latía con fuerza, como si ya supiera que estaba cerca.

Y ahí estaba él.

Sentado en el mismo rincón, con la guitarra apoyada sobre la pierna, los dedos danzando sobre las cuerdas como si conversaran con el viento. Llevaba puesta una camisa blanca arremangada hasta los codos y una sonrisa escondida detrás de una melodía suave y envolvente.

Clara se quedó quieta unos segundos, observándolo, y por primera vez entendió lo que significaba sentirse nerviosa y emocionada al mismo tiempo.

—¿Tienes monedas o vienes por el show privado? —preguntó Liam sin mirarla, pero con una sonrisa que ya delataba que sabía quién estaba frente a él.

—Pensé que tal vez podrías cambiarme un acorde por un café —respondió Clara, intentando sonar segura.

Liam levantó la vista. Sus ojos, esos ojos imposibles de ignorar, la miraron como si pudieran ver algo más allá de su piel.

—Solo si tú me cuentas por qué estás aquí de verdad —dijo él, dejando la guitarra a un lado.

Caminaron hasta una pequeña mesa afuera de una panadería francesa. Liam pidió un café negro. Clara, uno con leche y canela. Se miraron en silencio por unos segundos, el bullicio de la ciudad girando alrededor como una banda sonora improvisada.

—No sé qué me pasa —admitió Clara—. Pero desde que te conocí, algo se movió en mí. No lo entiendo del todo. Pero no me da miedo. Solo... me confunde.

Liam no dijo nada de inmediato. Tomó un sorbo de café y luego dejó la taza sobre la mesa con lentitud.

—A veces, las cosas importantes no se entienden de inmediato. Se sienten. Y eso ya es suficiente.

Clara sonrió. Una sonrisa tímida, sincera, como si hubiera estado guardada demasiado tiempo.

—Mi tía me dijo que no me pierda la oportunidad de ser feliz —dijo ella—. Y por alguna razón, creo que este momento, aquí contigo, podría ser el comienzo de algo.

Liam bajó la mirada, pero su sonrisa creció, como si una parte de él también hubiera estado esperando esas palabras.

—¿Sabes qué es lo que más me gusta de tocar en las calles? —preguntó—. Que nunca sabes quién se va a detener a escuchar. Y a veces, cuando alguien se queda... sabes que no es por la música.

Se miraron largo rato, el aire entre ellos cargado de una complicidad nueva. Clara sintió que algo dentro de ella se abría como una ventana cerrada durante años. Por primera vez, pensó que tal vez no había venido a Nueva Orleans por castigo o por huir de su pasado. Tal vez había venido a encontrar algo que ni siquiera sabía que necesitaba.

Esa noche, caminaron juntos por Bourbon Street. Las luces vibraban como latidos y la música los envolvía. En un rincón menos ruidoso, donde las sombras eran suaves y el murmullo de la ciudad parecía susurrar secretos, Clara se detuvo.

—¿Me enseñarías a tocar algo algún día? —preguntó.

Liam sonrió. —Solo si prometes no huir cuando las notas se desafinen.

Clara soltó una risa, y él la miró con intensidad, como si esa risa fuera la canción más hermosa que había escuchado en años.

—Prometido —dijo ella.

Y por primera vez en mucho tiempo, se sintió ligera. Como si los faroles de Bourbon Street no solo iluminaran la ciudad, sino también el camino que comenzaba a nacer en su interior.




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