Bajo los Faroles de Bourbon Street libro 1.

Capítulo 11: La Promesa y el Lazo

El amanecer en Nueva Orleans no llegó con luz, sino con niebla.

Clara despertó con el sonido de las campanas lejanas de la catedral de St. Louis. Había dormido con la ropa puesta, aún húmeda, como si su cuerpo se negara a soltar la noche anterior. En sus labios aún quedaba el recuerdo del beso de Liam, y en su mente, las palabras de su tía Lucille seguían revoloteando como mariposas inquietas.

“La verdad está cerca.”

Bajó las escaleras sin hacer ruido, guiada por el aroma familiar del café. Lucille estaba en la cocina, removiendo una olla donde flotaban hierbas que Clara no supo reconocer.

—¿Dormiste algo? —preguntó su tía sin girarse.

—Lo suficiente para saber que ya no soy la misma que llegó aquí hace unas semanas.

Lucille la miró por encima del hombro y sonrió apenas.

—Nunca fuiste la misma. Solo lo estás recordando.

Liam la esperaba frente a la librería, con la guitarra colgada al hombro y una expresión que mezclaba esperanza y temor. La niebla lo envolvía, dándole un aire irreal, como si formara parte de otra época.

—¿Listos para enfrentar la tormenta? —dijo cuando la vio.

—No sé si estoy lista para lo que venga —respondió Clara—. Pero sí sé que no quiero seguir huyendo.

Caminaban sin rumbo fijo, solo guiados por la música lejana, por los olores de beignets, por los murmullos que parecían salir de las piedras viejas de la ciudad. Y en medio de ese andar, él le habló.

—Mi abuela decía que algunas personas están atadas por la sangre, pero otras… por promesas que se hicieron antes de que nacieran.

—¿Crees que nosotros somos eso? ¿Una promesa?

Liam la miró con esos ojos suyos, intensos y vulnerables a la vez.

—Creo que lo que sentimos es demasiado antiguo para haber empezado solo este verano.

Ella bajó la mirada, sin saber si tenía miedo o si simplemente era vértigo. Estar con Liam era como mirar el cielo durante una tormenta: hermoso, pero impredecible.

Fue entonces cuando lo vieron.

El anciano.

De pie frente al cementerio Lafayette, con su bastón de símbolos tallados y una sonrisa rota en el rostro. Los miró como si los conociera de antes. Como si los hubiera estado esperando.

—¿Quién es él? —preguntó Clara en voz baja.

Liam tensó la mandíbula.

—Mi abuela lo llamaba "El Guardián del Silencio". Decía que custodiaba secretos que la ciudad había olvidado.

El anciano se acercó.

—La sangre canta —dijo, con voz ronca—. Y cuando canta, llama a lo que duerme. ¿Están listos para recordar lo que prometieron?

—¿Qué prometimos? —preguntó Clara, retrocediendo un paso.

—Lo que sus padres rompieron, ustedes deben restaurarlo. El amor no es solo pasión. Es un hilo sagrado, una deuda antigua. Y cuando se rompe, hay consecuencias.

Clara sintió un escalofrío. Liam le tomó la mano.

—¿Y si no queremos?

—Entonces la ciudad pagará el precio —respondió el anciano—. Y créanme, Bourbon Street ya ha sangrado bastante.

Esa noche, Clara no podía dormir. En su pecho, algo palpitaba con fuerza. Como si su corazón reconociera un llamado que su mente aún no comprendía. Buscó a Lucille, pero no la encontró en su habitación.

En cambio, sobre la mesa, había una caja de madera. Pequeña, polvorienta. Dentro, una carta escrita con tinta desvaída y una foto vieja.

Era su madre.

Joven, riendo, abrazada a un muchacho delgado con una guitarra al hombro.

Clara lo reconoció de inmediato.

Era el padre de Liam.

Y al reverso de la foto, una sola frase:

"Lo que no pudimos terminar, que ellos lo empiecen con verdad. —E.”

En las calles, Andrew no dormía.

Caminaba sin rumbo, con la mirada oscura, los puños cerrados. Lo había tenido todo: a Clara, su confianza, su amor. Y lo perdió.

Pero ahora sabía lo que ella ignoraba.

Él también había recibido una visita del anciano.

Solo que el mensaje fue distinto.

“Tú puedes romper el ciclo. Solo uno debe elegir. Y si lo haces, ella olvidará.”

Andrew sonrió, sin humor. Si no podía tener a Clara… entonces tal vez podía arrancársela al destino.

Y en el corazón de la ciudad, algo respiraba entre sombras.

Algo que había dormido por generaciones.

Esperando.

Hasta que los hijos del amor fallido regresaran…
Bajo los faroles de Bourbon Street.




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