La casa se veía oscura por las puertas y ventanas que habían cerradas.
Ella estaba acostada en el sofá de la sala de estar, tenía un sueño muy profundo y estaba bastante cansada después de un largo día, así que simplemente se despojó de su ropa y se lanzó en el sofá, dejando que el sueño la invadiera, y cayó rendida.
Su padre y su madrastra estaban acostados en su respectiva habitación, los cuales ni siquiera un fuerte grito de dolor podría despertarlos, y eran así, así de ignorantes y egoístas.
Al paso de unas horas tendida en aquel sofá, abrió un poco los ojos para ver la hora, y dándose cuenta de que podía seguir durmiendo un buen rato más. Una segunda vez entreabrió sus ojos para fijarse en la hora que su teléfono celular presentaba, le pasó lo mismo y los volvió a cerrar.
Sin embargo, la tercera vez que los tuvo que abrir fue cuando escuchó la puerta principal abrirse por sí sola, nadie entró, así que se levantó para cerrarla. Cuando apenas se volvía a acostar, la puerta hizo lo mismo, pero notó que esta vez aquel susto inesperado provocado por ese movimiento solo fue consecuencia de la llegada de una tía; entonces, abrió un poco más los ojos para saludarla, luego parpadeó para aclarar su visión, aunque no tuvo ese efecto.
Su vista se había nublado, veía todo su alrededor borroso, así que el susto por aquello no tardó en invadirla, empezó a asustarse de manera escandalosa. De igual manera, su tía se escandalizó por la reacción de su sobrina, comenzó a hacer el intento de calmarla, le decía que se tranquilizara, que tomara un respiro y le explicara lo que le estaba pasando antes de que le diera un ataque cardíaco.
—¡No veo ni mierda! Todo está borroso, todo está gris y, para el colmo, estoy semidesnuda —Sentía la desesperación y los nervios a flor de piel; un miedo ilimitado recorriendo su interior, estaba asustada y andaba despavorida.
Entonces, con aquel susto calando su piel y haciendo tiritar sus huesos, se dispuso a ponerse de pie, chocaba con todo y el intento de retenerla por parte de su tía fue en vano.
Ella corrió sin saber a dónde, sin rumbo fijo, sin ver nada. De repente, sintió tierra fría y húmeda entre sus pies descalzos, una helada ventisca abrazaba su piel expuesta, así que continúo su recorrido de manera despavorida en una tierra desconocida hasta que una gran piedra se interpuso en su camino y tropezó.
Al caer sobre la tierra, se levantó del sofá. Ya se había despertado. Observó su alrededor dándose cuenta de que apenas eran las 4 de la tarde. La TV que estaba en la sala de estar encendida, la apagó del susto.
Se levantó del sofá sacudiendo su cabeza y riéndose por la estupidez escalofriante que había soñado, cogió rumbo a la cocina para comer una banana que allí había, la peló mientras seguía memorizando el sueño y riéndose de sí misma.
Encendió su teléfono celular y entró a Messenger para contarle a su novio aquel horroroso sueño que había tenido. Recordándole, además, que había estado pensando mucho en el problema de la vista que tenía, por lo que pudo ser consecuencia de eso y que, de todas formas, al día siguiente iría a la cita con su oftalmóloga.