Nyss
El camino de regreso se me hace eterno y soy sincera, quisiera que un milagro sucediera que nos impidiera llegar. Mis ojos quedan fijos en la ventana, perdidos en la nada, aun con la sensación en mi cuerpo de los besos y caricias de ese hombre por el que muero cada día. Sus hermosos iris color cielo, llenos de tanto enojo y decepción, son un frío puñal que traigo hoy más que nunca incrustado en mi pecho. Pero, haberlo sentido así tan necesitado de mí, me da la esperanza de que aún podemos tener una oportunidad en esta vida. Sé que él está muy lastimado, pero, juro por mi vida que nunca quise herirlo de esa forma. Yo hubiese dado todo por haber llegado a nuestra última cita hace más de tres años atrás, pero, me fue imposible, completamente imposible. —Visionando un futuro a lo lejos, mi mente se va sumergiendo en ese viaje al pasado que me pesa y me duele tanto…
Flashback
«No puedes hacerme esto, papá. Te lo ruego, no me obligues a hacerlo, por favor. —Mis rodillas aterrizaron en el piso, al tiempo que uní mis manos en señal de ruego, implorándole a mi padre que no me obligara a casar con ese señor.
—Tienes que hacerlo, Nyss, le di mi palabra al senador Robles, ese hombre tiene años interesado en ti y no quiere esperar más. Eres afortunada por despertar la atención de un senador tan importante como él —habló como si para una chica de tan solo veintidós años, fuera algo mágico casarse sin amor con un señor que le duplicaba la edad, solo porque tenía un alto cargo en el gobierno, tenía influencias y mucho dinero.
—No me obligues, papá, no me mates de esa manera entregándome a ese señor porque no lo amo. Te lo suplico, papi, escucha a tu hija que está arrodillada ante ti, rogándote que no la entierres en vida. Entiende que estoy aterrada por ver a mi padre hacerme este daño.
—Entiende tú, hija. Esto de las relaciones, sea con quien sea, no deja de ser un negocio al que puedes sacarle provecho. Ese hombre tiene todo el dinero del mundo con el que una mujer sueña para tener lujos, viajes, joyas, el coche de tu elección, todo, Nyss, podrás disfrutarlo a tu antojo, siendo tan joven. —Intentó convencerme, proyectándome la vida de ensueño que podía tener con el hombre al que me estaba vendiendo.
Incrédula por sus palabras, negué con mi cabeza una y otra vez, mientras me incorporaba del piso. Mi pecho se contrajo al ver en la expresión de mi padre tanta frialdad, que helaba mi sangre.
—¡No me importa nada de eso, no quiero hacerlo, es mi vida, y debo ser yo quien elija cómo y con quién deseo estar! —grité enojada. Saque el valor para desafiarlo, estaba llena de rabia y de dolor por entender que el ser que más me debía amar y cuidar en esta vida, me estaba vendiendo como si yo fuera un objeto carente de sentimientos.
—No te estoy preguntando si quieres hacerlo. Lo harás, porque ya firmé un acuerdo millonario, el cual me fue otorgado porque le di mi palabra al senador que te casarías con él, como es su deseo.
—No lo haré, no puedes obligarme — refuté casi en un murmullo, porque mis palabras fueron ahogadas por mi llanto, sintiéndome perdida. Su mirada me decía que lo estaba.
—Mi vida está en riesgo por esto, Nyssa, y la vida del noviecito ese sin futuro con el que andas, también. Tú verás si por negarte cargas en tu conciencia la muerte de tu padre y del supuesto hombre que amas, porque a Robles no le temblará la mano para jodernos a todos por tu culpa, y el primero que llevará es él —Fue cortante con su amenaza, mientras sus ojos fríos como un iceberg se quedaron fijos en los míos esperando mi respuesta.
Temblaba por ese momento tan amargo que estaba experimentando. Había soñado con la bonita ilusión de una boda con el hombre que mi corazón había escogido para amar, y ese que mi padre me imponía estaba muy lejos de serlo.
La arrogancia y la dureza con la que me trató el señor que hasta ese día había sido orgullo y mi ejemplo a seguir, aquella tarde en su oficina, enmudeció mis labios. Su amenaza no era en vano, por lo que no pude responder nada. El miedo me aturdió y me venció. Perdí mi fuerza y no pude desafiarlo más, solo solté más lágrimas percibiendo cómo mi corazón se agrietaba y dolía porque, a partir de ese día en que fui vendida al mejor postor que mi progenitor encontró, mi vida se convirtió en un infierno.
—Cámbiate que el senador viene por ti, en una hora es tu boda civil —fue lo último que me dijo, antes de salir de su oficina y dejarme sola con un costoso vestido que a su gusto mi futuro esposo había comprado para mí.
Con el pecho agitado, me dejé caer sentada en el piso, ahogándome en llanto, rogando por dentro que la tierra se abriera y me tragara para que impidiera mi triste destino. Mi pecho se apretaba con fuerza, sintiendo cómo me dolía más el corazón al ver la pantalla de mi móvil iluminarse con una llamada de Mauricio. Él era mi novio, era mi amor y estaba esperando por mí en el aeropuerto en ese momento para escaparnos juntos. Me sentí tan cobarde por no tener el valor de contestarle. A la tercera llamada, me tragué mi llanto, a la fuerza calmé mis sollozos y fingí estar normal. Necesitaba mentirle para que se fuera sin esperarme, para que se decepcionara de mí y desistiera de la idea de estar conmigo. Yo no iba a llegar a nuestra cita, y no podía decirle la verdad, porque su vida estaba en riesgo en manos de mi padre y en las de mi futuro esposo; un senador poderoso que tenía los medios para dañarlo si así lo deseaba. Pensar en eso me aterró, y a la cuarta llamada, le contesté.