Bebé y Mamá de Conquista

¿Podrás perdonarme?

AD_4nXcz3sgUYIRtWjYMKkGSX0SKenEW-esWjTf-4UnS-hh69EEq3MPtmmb-oih0WBkAVY-9cGwWpl-YKUgEQHY5A0Wqa9gIbdSVQbmI2HgxodGRfqoYAMHkhuVJoFRLfG5SEVFtSaEf86x5vNZJZzA-e6sVZ_ZI?key=JTnWqqA4GCka6tisIMui3w

No confío en él.

No del todo.

No puedo.

No después de haberme ofrecido como si fuera un objeto. Como si no fuera su hija, sino una deuda que podía saldar con un hombre poderoso y cruel.

Pero aun así, lo sigo.

Porque me salvó.

Porque llegó cuando nadie más lo hizo.

Y porque, aunque mi corazón todavía sangra por todo lo que me quitó, sé que marcharme con él es lo mejor que puedo hacer… por mí y por mi hijo.

Lo miro desde el asiento de atrás, por el retrovisor, sintiéndome inquieta, siente mi mirada y sus ojos se encuentran por un momento con los míos.

—Sé que tienes razones para no confiar en mí, pero, han pasado cosas, hija. Cosas que trajeron de vuelta la luz a mi alma negra y enferma —sigue hablando—. Cuando regresé de mi pozo sin fondo donde yo mismo me había enterrado, había perdido mucho. Perdí a tu madre, porque ella, al enterarse de la clase de canalla que soy, decidió seguir su camino sin mí. Tu hermano James no confía en mí, y el único que me está dando una lección de humanidad es tu hermano Lucían. Mi hijo. Ese muchacho que tanto desprecié por ser adoptado, ese que tanto humillé por no llevar mi sangre, me abrió las puertas de su casa para que no estuviera tan solo, y me permite jugar con mis nietos. —confiesa, aparentemente conmovido y triste.

Mis ojos buscan otra dirección. No puedo verlo así, prefiero no conectar del todo con sus palabras para estar atenta por si algo extraño planea.

—Ni tu madre ni tus hermanos saben nada de lo que sucedió contigo, de lo que te hice, y sé que van a odiarme por esto, pero aquí estoy, dispuesto a dar la cara para enfrentar las consecuencias de mis actos. Merezco el castigo que, estoy seguro, tendré, y lo aceptaré porque, yo mismo, me estoy castigando.

Lo escucho, pero sigo sin hablar y sin procesar bien su supuesto arrepentimiento. Simplemente, me parece una fachada de la que me tengo que cuidar. La personita más importante de mi mundo está en mi vientre, y por mi niño debo estar alerta…

—Te irás lejos, Nyssa —me dice, con las manos aferradas en el volante—. Fuera del país, a un lugar tranquilo. Necesito que estés a salvo, fuera del alcance del senador, mientras gestiono todo. El divorcio, los papeles, la limpieza de esta porquería en la que te metí. La señora Elvira irá contigo y cuidará de ti. Y cuando estén instaladas, le haremos saber a tu madre y a tus hermanos tu ubicación para que puedan ir a verte.

La señora que viene sentada a mi lado, me agarra de la mano, me sonríe y asiente para darme tranquilidad.

—Confíe, niña. Sé que es difícil en su situación después de todo lo ocurrido. Pero, hay llamados divinos que traen consigo luz en medio de la tempestad. —Me susurra, como si leyera mi pensamiento y supiera, que ese señor que va en la parte de adelante del auto, no me inspira más que desconfianza.

Asiento, soltando un poco el aire. Miro a mi padre por el espejo y con mis ojos le confirmo que, a pesar de todo, lo seguiré a donde me quiera llevar. Una vez más, respondo sin palabras, con mi rostro serio, y con mi mirada dura fija en él, para que note que no soy la misma a quien pudo manipular y amenazar hace unos años…

AD_4nXcz3sgUYIRtWjYMKkGSX0SKenEW-esWjTf-4UnS-hh69EEq3MPtmmb-oih0WBkAVY-9cGwWpl-YKUgEQHY5A0Wqa9gIbdSVQbmI2HgxodGRfqoYAMHkhuVJoFRLfG5SEVFtSaEf86x5vNZJZzA-e6sVZ_ZI?key=JTnWqqA4GCka6tisIMui3w

Pasan días que van sumando poco a poco esas semanas que espero se consuman, y por fortuna estamos instaladas en un lugar que no conozco, pero que huele a paz. Donde no hay guardias en la puerta ni miradas controladoras. Donde puedo respirar sin miedo a ser vigilada.

Estoy con la señora Elvira. Ella no se me despega, me ayuda con todo, me acompaña en los silencios, y en las noches en las que las pesadillas me sacuden.

Mi madre viene a verme y mis hermanos también. Los tres me reclaman entre abrazos por no haber sido sincera. Por fingir estar feliz en una vida que no pedí vivir, cuando estaba tan triste. Ellos me abrazan y me dan besos, y yo solo les digo que lo siento, que tenía miedo, porque el senador muchas veces me amenazó con dañarlos a ellos, y el miedo no es buen consejero. El miedo paraliza, y te hace un hueco en el alma que te hace frágil. Mis hermanos regresan a sus vidas prometiendo volver, y mamá se queda a mi lado a esperar el nacimiento de su nieto. Ahora tengo conmigo a dos mamás que me cuidan, velan mi sueño, y me dan mucha comida.

Tal como papá lo supuso, su exesposa y sus hijos le reclaman por lo sucedido conmigo, y lo sacan de su corazón por haberme hecho tanto daño. Literalmente pierde incluso más de lo que había perdido, porque hasta Lucían, que es un alma tan noble, no quiere verlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.