Mauricio
Fernan, el traidor que vendió sus acciones y nos dejó tirado a Martín y a mí, asoma la cabeza con una sonrisa clavada en su rostro que me molesta y me provoca darle un reventón por ser tan imbécil.
—Señores, un gusto saludarlos. Lamento todo este enredo que se armó con mi salida repentina de la empresa, pero un buen amigo sabe cuándo debe renunciar a ciertas cosas para salvar a quien considera un hermano. —Habla, dejando su mirada fija en mí.
—Deja de hablar pendejadas, Fernan. Nos dejaste tirados por actuar como un imbécil. Ahórrate tus excusas y presenta al nuevo socio de una vez— exijo, irritado. Me enerva la ingratitud de la gente, y este tipo que creí era uno de mis mejores amigos, simplemente no sé qué diablos le pasa. ¿Por qué carajo nos abandonó de la noche a la mañana?
El idiota solo se ríe de mis palabras, como si yo fuera algún payaso.
—No es tan así, mi querido saltamontes. Me verás muy seguido por aquí, porque tendré intereses que cuidar —habla tonterías que van acabando con la poca paciencia que me queda.
Lo insulto entre dientes, mientras veo de reojo a Nora, que está sentada a mi lado, organizando la lista de los invitados a nuestro próximo matrimonio. No sé qué me tiene más fastidiado, si verle la cara de este fastidioso que parece burlarse de mí, o este bendito corre, corre, con todos los preparativos de esta dichosa boda.
—Bueno, llegó el momento, no los haré esperar más. Señores, señora de Sandoval, y bebés a bordo, — habla, señalando con una sonrisa a Adriana, la mujer de Martín.
Ella le responde con una sonrisa, acariciando su enorme vientre.
Miro directo los ojos de Fernan y esos iris me expresan algo que no logro descifrar, pero que me dispara algo por dentro. Me pongo a la expectativa, y mis ojos se quedan fijos en la puerta esperando ver entrar a la persona que aún está oculta.
—Les presento a su nueva socia. Espero que su presencia sea bienvenida para todos. —Habla con un tono divertido en su voz, abre la puerta de par en par, y…
Siento que el oxígeno no llega a mis pulmones cuando aparece ante mis ojos la mujer más hermosa de este planeta. Soy un completo imbécil, porque, lo primero que puedo apreciar es lo linda que se ve. Mi corazón galopa sin freno contra mi pecho, y mi alma entera creo que ya no pertenece a mi cuerpo.
—Amor, nos dieron la cita para la degustación del menú para esta misma tarde, no podemos perderla. —Me comunica Nora en este preciso momento, con mucha emoción. Siento un frío recorrer mi espalda cuando su mano agarra la mía, se acerca a mí, y me da un beso casto en los labios, ignorado que yo estoy a nada de caer desmayado.
La mujer que llegó con Fernan me mira altiva, analizando a mi prometida. Mientras mis ojos, por más que se los prohíbo, no dejan de mirarla, de detallarla entera, de adorarla completa. He jurado tanto que ya la olvidé, y justo en este instante, estoy haciendo mi mayor esfuerzo para convencerme de ese olvido.
—Hola, Mauricio— Me saluda, con voz delicada. Sabe exactamente el tono que sacude mi pecho, pero yo finjo que no causó efecto.
Obligo a mi mente recordar que ella ya no es nadie en mi vida.
—¡Qué demonios haces aquí! —pregunto frío, tratando de contener mi ira. Nora escucha mi reclamo, alza la cara y me mira fijamente. Yo, ignoro su mirada y sus posibles preguntas, porque en este momento mi mente y todo mi ser solo están enfocando en otra.
Nyssa me sonríe tranquila, como si su presencia en esta empresa fuera lo más normal del mundo. Como si no fuera la misma chica que hace más de un año me largó de su vida por segunda vez.
—Soy la nueva socia de la empresa. ¡Espero que trabajemos muy bien juntos! —Me suelta sin más. Con la espalda recta, sin dejar de mirarme, de desafiarme. Se acerca un poco, se sienta en una de las sillas, Fernan se sienta a su lado, y este último no quita su ridícula mirada de mí, sonriendo por lo bajo por ver lo que su gracia provocó. Me conoce y sabe que ver a esta mujer, me remueve la vida entera.
Las miradas de todos se intercalan entre la recién llegada y yo. Nadie se atreve a decir una palabra, ni siquiera Nora me dice absolutamente nada. Ella no sabe quién es la chica que dice ser mi socia. No tiene ni idea de que mi maldito corazón está a nada de estallar por tenerla tan cerca.
Cierro los ojos, aprieto mis dientes, trago seco e, inevitablemente, suelto el aire, el cual se convierte en un suspiro que delata lo que estoy sintiendo. No puedo con la presión, algo dentro de mí estalla. La rabia, la espera, el deseo que no muere, el odio que intento llegar a sentir, el olvido que a diario me invento. Todo se revuelve y convulsiona en mi interior. Mis pies actúan por voluntad propia cuando mi orgullo me lo exige.
Me levanto de golpe, sin decir nada. No puedo hablar, el nudo inmenso que se formó en mi garganta me lo impide. Tengo rabia conmigo mismo, porque, no sé cómo enfrentarme a esto. Por más fuerte que quiero ser, verla a ella aquí, me vuelve un cobarde que no tiene el coraje de enfrentarla y mandarla al carajo.